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DE FLORENCIA A SIENA: FRAGMENTACIÓN ALQUÍMICA DE TOSCANA

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Este post NO es una guía práctica para viajar por Toscana de Florencia a Siena, probando los vinos de la región de Chianti o la bistecca fiorentina en Panzano, ni durmiendo en agriturismos económicos. Este post no te va a tirar un maldito dato sobre itinerarios normales por el Val`d Orcia ni de precios de hoteles o alquileres de autos en la Toscana. No. Todo lo anterior es un anzuelo para engañar al cieguito de Google, que no incluye un post entre sus resultados sino tiene palabras clave. Si vos, estimado cibernauta, caíste en este post buscando recetas mágicas para experiencias formateadas, tal vez debas pasar de largo. Si, en cambio, podés sacar ideas de la crónica de este mochilero argentino en su intento de hacer todo la anterior sin un peso, pero fielmente detrás de la esencia de la Toscana, ¡entonces bienvenido! 

Cada día tomamos contacto con un ingrediente distinto de Toscana, desde el vino hasta el Renacimiento, siguiendo esa vocación de alquimia que tiene este viaje experimental por Europa:


1. EL VINO (DESDE LEJOS): GREVE IN CHIANTI Y MONTEFIORALLE.

Para agilizar la salida de Florencia tomamos un bus hasta Greve in Chianti, el pueblo más grande de esta histórica zona vitivinícola.  Estábamos en la SR (Strada regionale) 222, que elegimos como alternativa a la autopista que va directo de Florencia a Siena, y teníamos un buen mapa, el Michelín Italia. Atlante Stradale e Turístico, con escala 1:300.000 (en estaciones de servicio, €15) un libraco en el que aparece hasta el último pueblito de Italia, fundamental en un país donde los sitios de interés pueden ser monasterios en medio de la nada. Así aterrizamos en Greve y hicimos una compra de supermercado que nos abasteció de comida para varios días. Ahí ví por primera vez los vinos regionales,  pero me abstuve de comprarlos confiando en que la ruta me daría mejores términos de intercambio. Nuestra llegada a Greve coincidió con el partido de Argentina- Nigeria. Nos metimos en un bar, allí conocimos a una bailarina argentina que vivía en Los Angeles y a su fidanzatoitaliano. Ellos nos convidaron lo que quedaba de su picada y un poco de vino blanco y luego nos llevaron con su auto a Montefioralle, un mínimo borgo medieval apenas 2 km afuera de Greve, que nos parecía demasiado agitada con turistas.



Montefioralle, en cambio, era un silencio de piedra que por momentos se hacía farola, portón desgastado o arco de piedra. No vivirían más de cien personas (y cincuenta gatos). Las calles viraban en ángulos imprevistos y desembocaban en miradores hacia los campos de vides, que estaban abajo, en otro plano. Lo que más me llama la atención de Europa es algo que pronto el ojo da por sentado: hay infinidad de planos. Dentro de un pueblo, las calles son cuestas y las casas se van escalonando y girando como si bailaran al ritmo dictado por las primeras. Así, cada rincón de cada ciudad o pueblo es impredecible para el ojo, a diferencia de las ciudades argentinas que parecen tableros de tatetí.  Nos tocó llegar al  tramonto (atardecer) y quedamos enamorados. Supe enseguida que era el lugar ideal para pasar la noche. Vi unas terrazas con olivos, y no dudamos en tocar el timbre de la casa más cercana. La mujer que salió se llamaba Marta, y nos dijo que podíamos acampar sin problema, que había cortado la maleza por la mañana, que qué lindo nuestro viaje. Al lado había una casona de piedra con una terraza con mesas y sillas que podíamos usar para desayunar y  cuyos dueños iban una vez al mes. Teníamos una vista envidiable de las suaves colinas peinadas con viñedos. Única advertencia: quizás los despierten las cabras por la mañana. Yo, feliz, porque para mí Europa son cabras, viñedos y pueblos más que cualquier otra cosa. Montefioralle, con su iglesia románica del S.X y sus muros que antes detenían invasores y hoy son pasarelas para gatos de nadie, puede parecer un sitio olvidado, pero aquí nació —dicen—Américo Vespuccio, el cartógrafo que dio nombre al continente americano.


Nos despertamos al otro día con una tormenta y tuvimos que refugiarnos en un cobertizo en el que un gallo insistía en picotearnos los pies cuando se le  acababan las migas del desayuno. Lo tomé como un buen augurio, porque el símbolo de la región de Chianti es precisamente un gallo. Durante la tormenta decidimos la ruta. Mapa en mano mirábamos qué otros pueblitos como Montefioralle podríamos sacar a bailar. Elegir la ruta implica evitar la tentación de caer sólo en sitios turísticos y unir –bailar con- los olvidados. Llegar a un pueblo aislado es como abrazar a cien personas.


2. LA CARNE: PANZANO IN CHIANTI, EL CARNICERO POETA Y LA BISTECCA FIORENTINA.



Por la mañana regresamos a Greve. En su plaza encontramos una estatua de Giovanni da Verrazzano, explorador local que descubrió el puerto de Nueva York, y en cuyo honor fue bautizado el puente que une Staten Island y Brooklyn. Pero no pude concentrarme mucho en la historia porque mi nariz insistía en perseguir un hilo de olfato que me llevó a la Anticca Macellería Falorni, una carnicería abierta desde 1729. Habíamos escuchado que en Toscana estaban muy orgullosos de sus cortes y salames, pero al dar un paso en este local me quedé pasmado. A veces realmente no entiendo como logré viajar un año en países musulmanes como Irán y Afganistán, donde está prohibido comer chancho. Soy devoto de la Santísima Picada y tuve que contenerme al ver colgar sobre mí los jamones, y ver como el aroma iba cambiando según caminaba hipnotizado delante de cestos con finocchiona briciolona (salame hecho con semillas de hinojo y vino Chianti) o cinta senese (salames hechos con una raza de cerdos única de Toscana). Tuve que contenerme, más que nada, por los precios. Luego de algunas deliberaciones decidimos que era el día de la carne, y que algunas de todas esos manjares íbamos a probar. Pero no iba a ser en Greve.

Apenas 3 km al sur de Greveestá Panzano in Chianti. Ya lo habíamos visto en el mapa por la mañana, y era una parada gastronómica obligada, porque allí vivía el carnicero poeta. Dario Cecchini es el actual potentado de la Antica Macelleria Cecchini,que pasa de generación en generación desde el S.XVIII. Llegamos rápidamente a dedo y encontramos el local, que era un templo a la carne. El busto de Dante Allighieri no desentonaba con el típico poster con los cortes de carne en donde las vacas parecen estar divididas en provincias. Mis amigos vegetarianos se van a retorcer, pero Dario es un filósofo de la carne, que revolea el cuchillo mientras recita versos de la Divina Comedia y asegura que él ha aprendido a aceptar su oficio y a sobrellevar el terrible dilema de tener que matar animales para alimentar a la comunidad. “Debemos ser carnívoros, pero carnívoros conscientes” – dice. Dice que la industria alimenticia ha alejado (la palabra que usa en italiano es allontanato, impone más distancia) a la carne del hecho de la muerte, y que cada vez es más difícil pensar que lo que tenemos en el plato alguna vez fue una vaca. Lo primero que impresionó a Dario, cuando con 16 años siguió los pasos de sus ancestros, no fue lo que veía al sacar las entrañas de un animal, sino los olores, en sus palabras “el aroma del pasaje de la vida a la muerte”.


                                                              Las provincias de una vaca, y el Dante.

Justo en frente de la carnicería, Dario tiene un restaurante llamado Solociccia. Llegamos a pensar en sentarnos, porque ya habíamos decidido sacrificar un par de billetes para probar algo típico. En mi primer viaje por Europa me quedé con las ganas de todo, llegando al extremo de sentarme en la Hofbrauhaus –la cervecería más antigua de Munich- y pedir un plato de sopa porque no me alcanzaba para una jarra de cerveza. Ahora prefiero ajustar el cinturón al máximo varios días pero probar esos platos que son parte de la cultura local. El tema es que el menú en Solociccia no baja de 30 euros. 

Dos cosas –además del precio- nos hicieron cambiar de opinión. Primero, que el menú consistía en los cortes menos nobles de la vaca. El carnicero poeta tenía una justificación. Decía que él había crecido en una familia de carniceros donde los mejores cortes se vendían, y que él reivindicaba la comida de los pobres (pero con precios de millonario). No me sentía muy cómodo pagando treinta euros por entrañas y chinchulines como si fueran algo gourmet. 

Si querés comer carne posta, Cecchini tiene otro restaurante, donde se sirve solo bistecca fiorentina. Los toscanos derraman lágrimas de orgullo al mencionarla, y los turistas hacen cola para probarla. El tema era otra vez nuestra argentinidad. Macho, por más que me recites la Divina Comedia no te voy a pagar 50 euros por un bife que, además, está crudo. Increíblemente, los toscanos cuentan entre sus filas a poetas que hicieron una anatomía de los infiernos, pero no son capaces de hacer un digno fueguito y terminar de cocer bien la carne. Será que el ciprés es una porquería como leña, ¿o habrá que regalarle a don Darío un Martín Fierro para que pruebe recitando otra cosa? Lo segundo es que mientras todos los turistas esperaban en la vereda la llegada del carnicero superstar, que se sienta junto a los comensales un rato cada noche, sonaba AC-DC. Los turistas australianos sonreían. Yo respeto los circos ajenos, pero soy un payaso anarquista. Le dije a Lau si nos tomábamos el palo y estuvo de acuerdo. Total, siempre tendremos, a media cuadra de casa, en San Nicolás, a César, un rasta que reboza en pan rallado las mejores milanesas de pollo del barrio tarareando Bob Marley y siempre con una remera de patriarca rastafari Haile Selassie, pero no aparece en ninguna Lonely Planet. Le voy a tira la idea de tunear el boliche.


                           Una foto a la china que se saca una foto en la carnicería chic.

En definitiva, queríamos probar algo típico pero que no fuera una versión debilitada de algo que podríamos probar en casa. En todos lados también nos hablaban del cinghiale, nada menos que el jabalí. Cada vez que acampábamos nos decían que cuidado, porque si aparecía una hembra con sus crías se podían volver arrolladoramente celosas. Y nos decidimos por ese. Pedimos un solo plato de jabalí para compartir entre los dos (€13) en el restaurante Oltre il Giardino, cuyo dueño era fan de Batistuta. Alegando estado de mochileritud, no nos cobraron los cubiertos. Acampamos en el jardín de la casa de un carpintero, que por la mañana nos concedió el desayuno.

3. ¡Y LA RUTA TRANSFORMÓ EL AGUA EN VINO!





La elección de la ruta, basada en un buen mapa es fundamental. Para el mochilero, el desafío es lograr experiencias típicas fuera de los lugares típicos (donde hay que pagar por esa experiencia). A veces se logra y otras veces no. Con el vino, tuvimos suerte. Al salir de Panzano hicimos dedo en una ruta menor, intentando llegar al famoso San Giminiano pero por rutas menores.Frenó una mujer en una Amarok. Era alemana pero vivía en la zona desde hacía diez años. El éxodo rural casi despobló el Chianti hasta que en los sesentas los extranjeros empezaron a comprar casas, abrir B&Bs y revalorizar la zona, que llegó a ser llamada Chiantishire por la abundancia de ingleses. La cuestión es que la teutona iba a llenar su damajuana a una bodega. Entramos por unos caminos de ripio a una propiedad rodeada de cipreses, y la mujer comenzó a tocar bocina y a gritar: “¡Iván!”. El buen Iván se bajó del tractor, entró a un depósito fresco y comenzó a llenar la damajuana con un surtidor. Se me ocurrió preguntar el precio. Cuando dijeron sólo €2 el litro, por el mismo vino que, embotellado, la misma bodega vendía en €8 en el supermercado, vacié la botella de agua mineral deprisa en una desesperada challa. Las rústicas manos de Iván pronto aplicaron un surtidor conectado a los barriles de roble, y la botella se llenó de delicioso Chianti classico. La alemana pagó todo junto. La ruta había transformado el agua en vino. ¡Y así tuvimos motivos para sonreír aunque las esperas en las rutas fueran largas! 

4. CONTANDO OVEJITAS: MAZZOLA Y LOS PASTORES DE RECUERDOS.

De allí volvimos a salir a la ruta sin rumbo. Nos frenó una pareja alemana que estaba de vacaciones y que iba a Volterra, pero como no queríamos caer en otra ciudad turírstica, hicimos parte del camino y luego anunciamos: nos bajamos en el próximo cruce. Y el próximo cruce iba a un pueblito llamado Mazzola. Los alemanes se miraron con cara de “estos están locos” y nos llevaron hasta el mismo pueblo, desviándose 4 km. El paisaje había cambiado y en vez de viñedos, había suaves colinas de trigo silueteadas una contra la otra que, desde la altura, parecían de terciopelo o gamuza.



Tuvimos la oportunidad de hablar directamente con el 10% de la población de Mazzola, es decir, con 4 personas de los 42 que eran el total. El mozo de un restaurante nos dijo que podíamos acampar abajo, junto al río, pero inmediatamente tres viejitas que estaban sentadas en un banco murmuraron su desacuerdo. El banco daba a la única calle de ingreso al pueblo, por lo que imaginé que estaban ávidas de eventos. Ahora que algo había sucedido, tomaban decisivamente cartas en el asunto. Para el septuagenario triunvirato, si acampábamos en el rio nos iban a comer los jabalíes. Una de ellas dijo que en la parte baja del pueblo había un terreno donde por la mañana se celebraría una boda. Bajamos, acompañados por la viejita que, más rápido que nosotros y a pura sandalia, se bajó medio camino de montaña. El sitio estaba bien, pero seguimos viendo opciones como si fuera una góndola de supermercado. Descartamos un barrio privado con diez casas abiertas y abandonadas (la crisis, la crisis) aunque era tentador, y aceptamos la invitación de una pareja de antiguos pastores de acampar junto a su casa. La pareja tenía al menos ochenta años. Se movían con lentitud geriátrica pero nos miraban con ternura de niños.


Armamos la carpa en un verdadero mirador, porque en Italia las casas replican esa ascensión, el mismo susto de las llanuras que los castillos y se encumbran en una colina. Por la mañana volvimos a ver a nuestros benefactores. Yo me levanté antes que Lau, despertado por la orquesta de campanas de un rebaño que se acercaba, custodiado por un par de perros ovejeros. Entonces advertí que mi mirada no era la única: vestido con un raído pantalón de tiradores y una camiseta desgastada estaba Cósimo, el anciano pastor, también oteando el rebaño con matutina calma. Me ofreció un café y acepté aunque no quería un café, porque quería romper el hielo. Entramos en una cocina con muebles viejos y almanaques vencidos, donde ya estaban desayunando su mujer y su cuñada. Cósimo tenía 86 años. Había migrado desde la isla de Cerdeña en 1960, en barco, junto a todos sus animales. Desde que tenía memoria había sido pastor. Recordaba las épocas en que no había establos y dormía junto a sus ovejas: “Noi e le pécore, uguali” – y sonreía con el orgullo de quien no acaba de igualarse con una oveja. Yo, mientras lo escuchaba, pensaba que de alguna parte tenía que salir el truco popular de contar ovejitas para dormir… Dijo que ahora los jóvenes ya no querían levantarse a las cinco de la mañana para cuidar los rebaños, y que en la zona sólo quedaba un rebaño mediano, de 1200 ovejas, cuando antes lo normal eran tres o cuatro mil. Otro hombre de la zona mantenía uno de 400 bestias sólo bajo amenazas de su padre, quien le había dicho que sólo cuando él estuviera muerto podría vender las ovejas. 


                                    Escuchando las historias de Cósimo, el pastor con pasión.

Para Cósimo las ovejas eran una pasión. Por eso, incluso, se había alzado a contemplar rebaños ajenos esa mañana que nuestras miradas se encontraron. Si el tiempo volviera atrás, sería otra vez pastor. Cuando nos despedimos estaban despostando una oveja, y no escuchaban AC-DC.


5. SAN GIMINIANO Y VOLTERRA. LOS PUEBLOS MEDIEVALES



La alemana nos dejó en La Piazza, un paraje, donde almorzamos pan con queso y el flamante vino Chianti que la ruta nos supo conseguir, y de allí hicimos dedo hasta San Giminiano (dos rumanos en un BMW, el operario de un depósito en un Polo, una pareja de turistas franceses en un 307) Dimos un par de vueltas por el pueblo con el desinterés que últimamente me generan los sitios aclamados y que se vuelven escenografías para el satisfecho paseo de turistas. Ya había estado en 2001, pero estando tan cerca, quería mostrarle a Lau esta gema medieval con sus 14 torres como rascacielos medievales (llegó a tener 72).  No tengo mucho más que decir. Había turistas con cámaras de fotos y gente que les decía “bongiorno” para que entraran a comprar vinos o joyas.  


6. LOS DRAGONES: EL PALIO DE SIENA



Si pensabas que Palio y Siena eran dos modelos de Fiat, seguí leyendo. Siena es la histórica rival de Firenze desde la época de las intrigas de los Medicis que se envenenaban entre sí (lo de familia uñita debe haber sido un anticuerpo muy posterior) Lo llamativo es que Siena es, ante todo, rival de sí misma. La ciudad está dividida en 17 contrade (distritos) que compiten entre sí dos veces al año en “il Palio”, una competencia de caballos en los que el fantino (jinete) que representa a cada barrio lucha por el palio, una bandera de seda. El tema es tan serio, que los amigos que son de distintas contradas se dejan de hablar durante el palio, y los esposos distinta afiliación, regresan a casa de sus padres. El fanatismo es tan extremo que las personas son bautizadas en la iglesia, y también en su contrada, donde también son bautizados los caballos que competirán en el evento. Cuando nosotros llegamos a Siena, la ciudad estaba embanderada con los estandartes de la contrada del Drago. Así, sin buscarlo, nos topamos con una tradición medieval viva.


7. VAL D’ ORCIA Y LAS COLINAS DEL RENACIMIENTO


                                                              ¿Viste los rollos de heno?

De Siena en adelante tomamos la SR2 en dirección a San Quirico d’Orcia y Pienza, al sur, pasando por uno de los paisajes rurales más lindos de la Toscana. La tranquilidad del paisaje, en realidad, engaña. Parece un sitio donde jamás hubiera sucedido nada. Y sin embargo, en Toscana esgrimieron su lógica y sus pinceles genios como Leonardo da Vinci, Galileo Galilei, Boticcelli y Michelangelo Buonarotti, para cimentar el Renacimiento. El Gran Ducado de Toscana se transformó poco a poco en una tierra vanguardista para la época, siendo uno de los primeros territorios del mundo en abolir la pena de muerte. Este iluminismo rozó los sectores rurales cuando un tal Ferdinando Morozzi escribió en 1724 un tratado con directrices racionales para la construcción de viviendas campesinas. Así, el paisaje fue reescrito para reflejar valores estéticos y humanísticos, y por eso el Val d’Orcia es Patrimonio de la UNESCO.



Esta foto la tomé en el patio del Palazzo Piccolimini, (tuve que gatillar €5 la entrada) residencia renacentista creada a su capricho por Pio II, uno de esos papas tiranos con un ego por las estrellas. Al margen de los vicios de la época, fue en ese resurgir tras  los dogmas de la Edad Media cuando se reivindicó la consciencia del hombre sobre el universo. La arquitectura humana, que en general interfiere con los paisajes, en Toscana todavía mantiene la sobriedad de esos primeros diálogos, de aquel primer tímido empoderamiento que fue el Renacimiento.

(Cambio de tema de la filosofía a las motos, no apto para cardíacos.)


8. EL APE-RITIVO Y EL GRAN DUCATO DI CAPORNIA




Gracias a un contacto de Jorge y Violeta –titiriteros argentinos en gira por Italia- y a una concatenación de nuevos amigos conocimos a Giulio, en cuya casa en las colinas de Florencia nos quedamos algunos días. Era una casona dividida en varios apartamentos y rodeada de 480 olivos. Giulio llamaba al conjunto Gran Ducato di Capornia (Capornia era el nombre de la calle) Además de ser arquitecto, el Gran Duca (Giulio) era fan de las motos antiguas. Tenía una docena de ellas, y un día nos invitó a pasear en su Piaggio Ape, un triciclo de 1956. Como la idea era ir a tomar un aperitivo, Giulio aseguró que íbamos a un ape-ritivo. El Ape se sigue fabricando hoy, con carrocerías más aggiornadas, y lo incluyo en esta lista de experiencias regionales porque la fábrica está en Toscana. Además, es uno de los vehículos más particulares al que nos subimos en esta vuelta al mundo a dedo!

Nuestro camino ahora sigue hacia la Costiera Amalfitana, en el sur de Italia! ¡Gracias por acompañarnos!

INFO PRÁCTICA PARA VIAJAR DE FLORENCIA A SIENA:

Cómo ir de Florencia a Greve in Chianti: el bus “SITA” (€3,30) desde la Terminal de Florencia –al lado de la estación de trenes de Santa María Novella-. Salen cada 30 minutos y demoran una hora en llegar.

Precio de una botella de vino Chianti: de €8-10.

Más sobre vinos: se puede visitar el Museo del Vino, en Greve in Chianti (€5) donde explican toda la historia de la viticultura en la región. Para degustaciones –no las hicimos- las más top son, 3 km al norte, el Castillo de Verrazzano, donde se producen vinos desde hace siglos (tour de cuatro vinos, una hora, €16) o, 8 km al oeste, en la Abadía de Passignano, una abadía del siglo X donde todavía viven monjes benedictinos (tour de 2 hs y cuatro vinos, €25). Hay que reservar.

Alojamiento en San Giminiano: lo más barato sería la Forestería Monastero de San Girolamo, un hostel gerenciado por monjas benedictinas. Cobran €25 por persona, y suele estar siempre lleno. Mail de reservas: monasterosangiminiano@gmail.com

Mapas: con el mapa Michelin que menciono arriba alcanza en realidad para viajar por toda Italia, pero si están realmente especializados en el tema de los vinos y bodegas (cosa que yo no) deberían conseguir el mapa Le Strade del Gallo Nero (1:80.000. €2, en la oficina de turismo de Greve in Chianti) porque señala también bodegas para visitas y degustaciones. 

NUESTRO RECORRIDO:


Ver Viaje por Toscana en un mapa más grande

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DECÁLOGO PARA UN VIAJE EXPERIMENTAL POR LA EUROPA RURAL

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como preparar un viaje por europa rural

              Buscando en el mapa la SP 292, minúscula ruta entre olivares en el Salento, Italia.

¿Qué busco en Europa?

Cuando dije que veníamos a Europa comenzaron a llover las preguntas: “¡Qué bueno! ¿Van a ir a Barcelona? ¿A Londres? ¿A Roma?” En realidad, lo que busco en este viaje se esconde lejos de las grandes ciudades. En mi primer viaje de mochilero por Europa allá por 2001 cumplí con el necesario ritual de todo viaje iniciático: visitar las capitales y también los pueblos turísticos – como Brujas en Bélgica, Rothenburg ob der Taube en Alemania, o San Giminiano en Toscana- Regresé en 2003 y viví hasta 2005 en Belfast, Irlanda del Norte. Ahí en mayo de 2005 arranqué mi vuelta al mundo, pasando cinco meses más on the road en Europa antes de ir a Medio Oriente, tomando deliberados desvíos para abarcar Escandinavia, los países bálticos, Rumania, Ucrania, etc. Regresé en 2007 por tres meses después del viaje Irlanda-Tailandia (27 meses). Este es, por ende, mi cuarto viaje al continente, y siento que habiendo ya visto “lo que hay que ver”, puedo empezar a ver lo que yo quiero. ¿Y qué es eso?


Para mí Europa es un mosaico de místicas que emanan de sus campiñas o zonas rurales. Lo que hay de único en cada país, nunca pude destilarlo de sus metrópolis chic: necesito  descubrir sus matices región por región, hilar más fino para arrinconar y aislar esencias. Cada país se desgrana entonces en un caleidoscopio de colores más precisos. Toscana no es lo mismo que Emilia Romagna ni Normandía, en Francia, tiene algo que ver con Alsacia. Cuando alguien dice Alemania, no puedo evitar preguntar a qué se refiere ¿a Renania (que recorrí hace poco en bicicleta), a Baviera, a Brandeburgo, a Sajonia?

Este léxico de regionalismos son los que van urdiendo el tapiz europeo, y a cada región le corresponden sus particularísimos quesos, sus nobles vinos o cervezas, una impronta arquitectura... Por todo eso, este viaje por Europa lo hago con pretensiones de alquimista, intentando que la esencia de cada región se vuelva anécdota de forma orgánica, de casualidad, en la ruta.

La parte técnica: ¿cómo preparar un viaje mochilero por Europa rural?

El Viejo Mundo está insertado en el imaginario viajero en función de Parises y Venecias. Pero si ya conociste esos lugares y estás buscando otra experiencia, hay que cambiar el approach al viaje.  Cuesta desmontar la lógica de Interrail que te hace pivotear de lugar turístico en lugar turístico. ¿Cómo empezar un viaje por Europa rural? ¿Qué pueblos visitar? ¿Qué parámetros usar? Olvídense de tomar trenes o buses. Ni siquiera hacer dedo de forma tradicional alcanza para este nuevo abrazo que le quiero dar a Europa. Porque sería como tratar de operar con un machete. Se necesitan técnicas y actitudes precisas para infiltrarse a nivel capilar en Europa… 

A continuación van los criterios que uso yo. Son personales y subjetivos, en tanto están de acuerdo a mis preferencias, que no son las mismos que en mis primeros viajes por Europa -en los que sí estaba más interesado en visitar los destinos "clásicos" de cada país.


DECÁLOGO PARA UN VIAJE EXPERIMENTAL POR LA EUROPA RURAL

1. Una guía de viajes (específica del país y no regional) y un buen mapa con todos los pueblitos del país en que estamos (ahora, en Italia, estamos usando uno con escala 1:300.000). El uso que hago de la guía de viajes no es el típico (el de obedecerla) sino que me sirve para aprender los contextos (punto 5 y 6) y para saber cuáles son los lugares demasiado turísticos a fin de evitarlos o visitarlos a sabiendas de lo que me espera.  

autostop en italia

                                                        Haciendo autostop en Italia

2. Elegir una región, olvidar su capital y ubicar las rutas más pequeñas, que en Europa igualmente casi siempre están asfaltadas y hay tránsito -aún cuando para los parámetros de ellos te dirán que no pasa nadie- ¡Seguirlas! Hacer dedo en estas zonas rurales considerando los highlightso puntos de interés (por ejemplo, los mencionados en nuestra guía) pero uniéndolos por caminos alternativos y buscando paradas intermedias. Viajando a dedo en caminos rurales, es normal hacer tramos de 10 o 20 kms ¡Sin apuro! A disfrutar del paisaje y de las sorpresas, que la gente en esas zonas está menos estresada y es más hospitalaria. Todo lo que necesitás saber para hacer dedo, lo encontrás en este post.

route departamental france

 Las rutas departamentales en Francia están marcadas con la letra "D". No es raro que pasen junto a castillos y palacios que no están marketineados como el de Versailles o los del Valle del Loira.


 En Italia se las llama strade regionali (SR) o strade statali (SS) Todo aquello que se luce en las mesas italianas -pasta, aceite de olivo, tomates, vino- crece a  la vera de estos caminos, que en el sur todavía están delimitados por muretti a secco (pircas) (En la foto se ve también, a izquierda, un trulo, o vivienda medieval de piedra, abandonada.


3. Un paso más allá: apostar a sitios de interés de segundo orden. En Europa, muchas de las ciudades antiguas que aparecen en una Lonely Planet y todas las que son patrimonio de la UNESCO te van a recibir con quinientos alemanes y estadounidenses comprando souvenirs en su calle principal. Cuesta entrar en diálogo con gente del lugar a menos que sea para comprar algo. En cambio, y no lejos de estos, suele haber pueblitos un poco menos espectaculares pero sin turismo, donde la gente del lugar va a ser mucho más receptiva y desinteresada.



Como ejemplo práctico: en el mapa se ve bien claro San Marino, hermosa republiqueta amurallada, orgullosamente soberana desde el S.XIII y con tres castillos. Fuimos, pero apenas pudimos sacar fotos porque delante de la cámara siempre había 50 personas y todas las casas habían sido reformadas con joyerías, relojerías, boutiques, etc. Nos sacamos un par de fotos porque si estás ahí tenés que sacarte la foto y nos fuimos. En cambio, mirando bien en el mapa, decidimos visitar Verucchio, que estaba a 20 km y donde no había un solo turista en sus calles. 


                         Hay pueblos lindos y anónimos para hacer dulce: Verucchio.

Se ve que Verucchio está sobre una ruta regional, en color amarillo, y eso ya nos dice algo. A su vez, vimos que cerca se desprendía una ruta aún más pequeña —en el mapa en color blanco— que iba a pueblitos aún más pequeños: así terminamos en Montebello, donde sólo vivían 22 personas.




Eso incluye aprender a leer un mapa, a deducir cómo puede ser un pueblo a partir de la referencia usada para indicarlo en el mapa y a partir del tipo de carretera que llega a él es un camino de ida que te da libertad y consciencia del movimiento.

4. Hacer dedo desde un punto de interés sin rumbo fijo, a dónde vaya el primer vehículo.

5. Investigar previamente el contexto demográfico de cada región/provincia del país, si se habla un dialecto o no, si es zona de montaña, valles y llanura, sus características diferenciales respecto al estándar del país (Los sanguíneos calabreses no tienen nada que ver con los Piamonteses ni los irlandeses de Donegal con los cosmopolitas de Dublín) Así vamos a saber qué experiencias podemos cosechar en esa zona. En general, saber en líneas generales la historia para poder entender por qué Irlanda está repleta de cabañas de piedra abandonadas (durante la Hambruna de 1845) y castillos en ruinas, o por qué en la Puglia, sur de Italia, hay trulis, pagliari, masserie y otras variantes de la arquitectura rural de la época feudal.

6. Saber qué productos agrícolas prevalecen para entender el paisaje rural. También, para estar alertas a su aparición. Con Lau llevamos un morral en donde vamos guardando la comida, el pan, algunos enlatados, las provisiones que van apareciendo. Y nada nos hace más felices que cuando cae un producto típico, ofrecido por conductores, o porque pasamos al lado de una finca y nos regalan limones, aceitunas o almendras. Para ver ejemplos concretos, lee nuestra experiencia en Toscanao el viaje de Lau por Islandia.

¡Importantísimo! Las fiestas tradicionales son una buena oportunidad de encontrarse más de cerca con su folclore. Hay fiestas como Oktoberfest que tienen fama mundial, pero las fiestas de la cerveza en los pueblitos de Baviera suelen ser mucho más auténticas. Lo mismo ocure durante San Patrick en Irlanda, o durante las sagre en el sur de Italia (En la Notte della Taranta en Melpignano se juntan 100.000 personas, pero en los pueblitos es donde se tiene la verdadera oprtunidad de bailar pizzica en medio de la plaza sobre baldosas de 500 años y no en un predio o estadio.



7. Estar tan atento a los pueblos comoa lo que está entre ellos. Aprender a decir: me bajo acá cuando una zona o un pueblito te inspira. A la inversa, hay que saber subirse a la autopista para cambiar y recorrer otra región del mismo país. Podés hacer 500-800 km por día en las autopistas europeas según tu suerte y empezando bien temprano. (Pronto subiré una guía con consejos específicos para hacer dedo en autopistas)

8. Olvidarse de la lógica de hostel /Couchsurfing. Hay que reconciliarse con el alojamiento espontáneo. La carpa es imprescindible, para poder preguntar donde acampar aún cuando el objetivo real es romper el hielo, presentar la necesidad y causar la hospitalidad espontánea. Cada noche es llegar e improvisar para encontrar dónde dormir. Si la incertidumbre te pone ansioso o te estresa, entonces este tipo de viaje puede no ser para vos.

  
                 Nuestra carpa en Mazzola, un pueblito de 42 habitantes en Toscana


9. De vez en cuando, no está mal conseguir una bicicleta, equiparla con alforjas o pedirlas prestadas y recorrer varios días una zona, como hace poco lo hice de Bonn a Mainz, en Alemania.


                     
                                                                          Arenfels, Alemania

10. Aprender a mirar con cariño establos, granjas y cultivos, a aprender frases en el idioma local. (Hacelo rápido usando el Método Acróbata, jaja)



Nuestro viaje sigue ahora por Italia hacia la Costiera Amalfitana y la Puglia. No estamos subiendo todo al blog por falta de tiempo y, principalmente, conexión.  Estamos acampando mucho, viajando casi sin hacer uso de Couchsurfing, que en Italia al menos para parejas no funciona. Estamos, como decimos con Lau, guerreando tanto o más que en Sudamérica, porque la Europa es civilizada, pero sin euros te volvés un ave marginal que desayuna las migas de esa abundancia. Todos los días, al llegar la noche, es la misma historia: empezamos a preguntar dónde acampar hasta que alguien nos invita a su jardín o a su casa. Tanto es ritual, que se nos ocurrió un nuevo índice para medir la hospitalidad: contamos cuantas veces tuvimos que preguntar hasta que alguien nos tiró una línea. Y luego anotamos: 1/1 (ideal, el primero nos llevó a su casa) o 1/7 (recién el séptimo al que le preguntamos se hizo cargo) A veces, la gente es muy literal y no caza la indirecta, te dice que en ese pueblo no hay un camping y se vuelve a poner los auriculares.


Viajar por Europa siendo argentino



Lo mágico, lo extraño, lo políticamente incorrecto pero al fin real es que esta variedad  ya estaba alojada, intuida en mi imaginería de argentino nieto de un barco. Siento que apenas voy a corroborarla. Quizás porque en casa siempre se habló de la Italia de los abuelos como si quedara a la vuelta de la esquina, y mi madre recordaba frases en dialecto y anécdotas que incluían erupciones del Etna y protestas por el racionamiento durante la guerra. Cuando era chico, imaginaba en blanco y negro. El asombro ante ese origen cultural difuso me puebla como a Drexler sus canciones llenas de ghettos y pasaportes. Quizás no diga nada nuevo, porque para todos los argentinos, el aroma a casa es siempre un puente. Un amigo, lo juro, dijo que él renunciaba a vivir en Asia: extrañaba la milanesa a la napolitana, gentilicio gastronómico contradictorio si lo hay. Mi amigo sentía la rotunda ausencia de los platos de la nonna. Y también hinchaba por Boca Juniors, cuyos colores xeneizes soltaron amarras en Estocolmo.

A la inversa, cuando recorrí Sudamérica, la diferencia entre Medellín y Cartagena me era totalmente ajena antes de visitar Colombia. Nada sabía de la diferencia de idiosincrasia entre los peruanos de la costa y los andinos.  La comida típica de Ecuador –el cocolón, la menestra, la chicha de la Amazonía- las conocí sobre la marcha. Volviendo a la mesa, todos los derivados del trigo que en Europa y Argentina son la dieta fundamental –pan, pasta, pizza- desaparecieron al cruzar a Paraguay, para ser reemplazados por derivados de la mandioca –mbeyú, chipá, etc- y a lo largo de todo el viejo Camino Inca por los hijos del maíz. Todo, menos el idioma y el subdesarrollo, era nuevo para mí. Sudamérica fue descubrimiento en el propio barrio. Europa es reencontrarse en el otro, de visitante.  

¿Dónde se hace sentir más el factor “visitante”? Creo que en el agradecimiento ante la vida de mis paisanos latinos. Los europeos no dejan de hablar de la crisis, con sus amigos y por I-phone, con una sensibilidad histérica ante una racha pasajera de desempleo.  La abundancia ha creado una sociedad regordeta, exigente y, por momentos, llorona. Me lamento de que los pintores se hayan vuelto abstractos en lugar de retratar las piernas cruzadas con zapatos como espejos en los cafés, el glamour de tacos y bolsas de shopping en pleno verano. Y por qué no volverse abstractos e introspectivos si el otro queda lejísimos, porque no hay que abultarse en un colectivo, si no hay más de una persona por auto en la autopista. (recuerdo al taxista afgano que me quiso vender un espacio libre en el baúl) Yo a Europa la aprecio mucho, me hallo, pero le deseo siempre la dosis necesaria de crisis, de destete. Por eso, al viajar por sus intersticios más rurales busco relacionarme con esa parte de la población que todavía no olvidó el esfuerzo del trabajo de la tierra, que está más lejos de la fuerza centrífuga ombliguista que acecha en sus ciudades. (más allá de que hay micromundos por todas partes que son la excepción al arregla)Caminando distinto, por suerte, aparece -casi siempre- esa otra Europa, todavía confiada en abrir sus puertas y preparar sus jardines para las carpas de los caminantes compartiendo un buen vino. Yo sigo cruzando los dedos en cada banquina, hablando con extraños, buscando desbordar hacia el encuentro en un tablero diseñado para que las fichas nunca se crucen. Ojalá sean cada vez más las mochilas que se animen a cruzar el océano. ¡Buenos caminos!

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Para recibir en tu casa nuestro nuevo libro “Caminos Invisibles – 36.000 km a dedo de Antártida a las Guayanas” sólo nos tenés que mandar un mail a tienda.acrobatas@gmail.com¡Cada librito vendido nos ayuda en el nuevo desafío de llegar a Mongolia a dedo!

¡El libro espera a todas las almas nómadas que necesitan un empujón para salir a recorrer el mundo con la mochila! Los enviamos por correo a todo el mundo. Más info aquí 

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HITCH-HIKING IN THE AXIS OF EVIL - UN MENSAJE EN CONTRAMANO

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Un libro que debería limitarse a contar mis pasos, en cambio da los propios. Mi primer libro Vagabundeando en el Eje del Mal – Un viaje a dedo en Irak, Irán y Afganistán, acaba de ser traducido al inglés por la Editorial Sudpol, y ya está disponible a todos los lectores de Argentina y del mundo. Hitch-hiking in the Axis of EvilBy thumb through Iran, Iraq and Afghanistan, la nueva versión, cuenta con 264 páginas, mapas y fotos en blanco y negro. El objetivo, como en todas las sucesivas reencarnaciones de “Vagabundeando” es el de transmitir la solidaridad y amistad que encontré en el estigmatizado Mundo Islámico durante mi viaje a dedo por la región, mochila al hombro, a dedo,  con 5 dólares por día y sin chalecos antibalas ni tarjetas de crédito.

Para conseguir el libro sin intermediarios escribinos a tienda.acrobatas@gmail.com  y te contamos cómo. Lo podés retirar en Capital Federal en persona o recibir por correo en todo el país y el mundo. ¡Agradecemos de corazón cada consulta, gracias por ayudarnos a difundir por el mundo el testimonio de este viajero argentino! 


ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE ESTE NUEVO PASO

Vivo estos días, incrédulo entre auto-sonrisas de nostalgia y curiosidad por el futuro. He visto a “Vagabundeando” crecer, mutar, dar el improbable salto desde las líneas garabateadas en mi libreta hasta las páginas, primero fotocopiadas, luego impresas de un libro real. Primero fue como el pan: había que amasarlo, doblar las hojas A4 y dar un electroshock de engrampadora para que sus 100 páginas permanecieran unidas en un librillo artesanal. Comencé a venderlo en playas, bares, mercadillos de artesanías, FLIAS, hasta que logré hacer una versión de 176 páginas en imprenta. Imprimí 1000 pensando que me durarían una vida, y a los seis meses estaba vaciando la última caja, en su mayoría vendidos en verano en la Costa Atlántica o en la Plaza Serrano en Buenos Aires. Me movía según los climas, trabajaba para vivir y no al revés, y no se me ocurría mejor forma de trabar relaciones con el sistema. Con los años el libro iba aumentando de páginas como un niño de altura. Pasó de tener 100 a tener 120 y un día, 176 carillas.

Luego llegó la popularidad de internet y los blogs de viajes. Los pedidos del libro, que se había irradiado primero analógicamente en mochilas y morrales de los aventureros que cruzaba en mi camino, comenzaron a llegar desde ciudades de todo el país, y se hizo necesario tener un stock estable para enviarlos por correo a medida que la gente los pedía. Así, en 2010 nació la versión actual de Vagabundeando, de 330 páginas, 16 mapas, y fotos a color, que fue editado por Del Nuevo Extremo (Argentina) y en, 2011, fue reimpreso en España por la RBA Editores. Ver mi libro en la vidriera de una librería, en Avenida Corrientes o en la Gran Vía de Madrid, fue otro sueño cumplido.



Yo pensé que esa era la última reencarnación de “Vagabundeando”, pero me equivoqué. La gente de Sudpol, una editorial de viajes con sede en Ushuaia, decidió traducirlo al inglés. Su decisión me tomó por sorpresa. Vender en argentina la traducción al inglés de un autor argentino no es una pirueta desprovista de riesgos de porrazo. Pero Federico Gargiulo, el editor y curador de esta versión, decidió ponerle todas las fichas para que el mensaje llegara a una audiencia más internacional.  Lo interesante es que las charlas y negociaciones previas a esta edición no tuvieron lugar en una oficina de Buenos Aires, sino durante interminables caminatas por el Canal de Beagle en Ushuaia o contemplando icebergs desde un barco en la Antártida. Nada de abogados, entre viajeros nos entendemos. El contrato me llegó por carta mientras estábamos en Guayaquil —en el viaje que dio origen a Caminos Invisibles—, la traducción la supervisé por correo electrónico con el traductor, que vive en las Islas Malvinas, todo mientras la dibujante boceteaba los mapas desde París. Una rayuela de personas, energías y coordenadas muy distintas.

En Argentina, el libro ya había sido reseñado por un abanico de medios, desde la Revista Hombre —lo juro, aún no se por qué, pero me entrevistaron— que arriesgó el siguiente titular:Argentino fumeta dice que los del turbante son buena onda” hasta Le Monde Diplomatique que en un recuadro solemne lo prefirió verlo como otra punta de lanza avanzado contra el imperio. Fuera de Argentina, la cobertura había sido más escasa, siendo las principales repercusiones este artículo en el reconocido semanario alemán Zeit, y este tweet de Gael García Bernal.    


Enviándole buenas energías a la nueva versión del libro, desde la biblioteca de una casa antigua en Greve, Toscana.

Ahora, con esta versión comienza el sueño de que el mensaje llegue a esos pueblos cuyos gobiernos estuvieron involucrados en el conflicto (Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia, etc) porque ellos son quienes más pueden influir movilizándose contra la política exterior de sus representantes y concientizando desde sus redes. Una visión-mensaje que parte de Argentina hacia el mundo va por definición a contramano de la globalización, que es unidereccional, por lo que cruzamos los dedos, que sea lo que Dios quiera, avanti morocha, es lo que hay. Cópense y difundan entre sus amigos foráneos.

Laura y yo seguimos recorriendo el mundo a dedo, intentando transformar en anécdota aquellos pueblos cuyos exóticos nombres evocan estereotipos confusos o lejanos.

Nuestros otros libros:


 ¡Gracias por leernos, por darle sentido a todo este peregrinaje, por sostener el puente desde el otro lado! 

PUGLIA (O EL DIA EN QUE LA MAFIA ME REGALÓ UN CUCHILLO)

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Mucho se habla de gastronomía italiana, pero poco del ritual y hasta del lado oscuro que la rodea. Desde una didáctica sobremesa  en una casa de campo conversando sobre la idiosincrasia del Sur de Italia con una profesora jubilada, hasta  una borrachera compartida con un factible miembro de la Cosa Nostra a cuyas confesiones presté oreja,  aquí van estas reflexiones turísticamente incorrectas de mi paso por Puglia.


Puglia es una mesa puesta. Pueden decir que es el taco de la bota que es Italia (pobre degradación itálica, de centro del Imperio Romano a ser comparada con un zapato) pero para mí será siempre una contraseña que, susurrada, me hará pensar en la más exuberante y popular exaltación de la comida. Llevábamos una semana acampando o barajando cada noche con soluciones a último momento como tomas de karate. Queríamos unos días de estabilidad y aceptamos la invitación de Fabio, un lector italiano que nos recibió en su casa en Ostuni, la ciudad blanca. Fue nuestra primera estación para comprender la Puglia.

Puglia se abre como una llanura amable. Sesenta millones de árboles de olivo -algunos ya milenarios, con sus troncos retorcidos- pueblan estas llanuras. Dejamos atrás Taranto y Martina Franca y pronto a ambos lados de la ruta no había más que olivos. Es la primera memoria sensorial de Puglia: un paisaje rural donde el olivo y la piedra son la ley. Pero no forman campos monocordes como los de soja, sino un tapiz armónico, donde los muretti a secco, pircas bajas de piedras encastradas sin cal, dividen las parcelas. La tierra tiene por momentos un color ferroso violento, como si estuviera hecha de pimientos molidos. Aquí y allá germinan impredecibles, sobre las colinas o en medio de los olivares, los trulli, que le dan el toque único a esta parte de Italia. Cuando ví el primero pensé que había llegado al país de los Hobbits. Son construcciones cónicas logradas con piedras encimadas que los campesinos desmontaban cuando se acercaba el recaudador de impuestos. Están por doquier, algunos abandonados, tras dos o tres siglos de haber servido como establo o granero,  otros reciclados como ambientes e incorporados a viviendas habitadas.  




                                                              Los olivos....

En Ostuni, cada día, estábamos invitados a almorzar a la casa de campo de los padres de Fabio. Este no es un blog sobre gastronomía, pero se me hace imposible escribir sobre Italia sin resbalar hacia un plato de pasta. Puglia es una mesa puesta por la que van desfilando los ingredientes –y la palabra queda chica, mejor usemos otra- los héroes de la cocina italiana. Ahora, tengo la sensación de que todo lo que aprendimos sobre Italia lo entendimos en Puglia alrededor de una mesa.  La madre de Fabio era maestra retirada, y qué mejor que una maestra con abstinencia de audiencia para revelarnos los secretos del Sur de Italia. Con cadencia de aula de secundaria, cada plato era acompañado de una reflexión.

Primero, fue la pasta…



La mujer apoyó el plato repleto de orecchietti un tipo de pasta con forma de orejas en miniatura típicas de Puglia. Luego, arrimó unos potes más pequeños. El primero contenía nada menos que aceitunas negras, y el segundo —Dios los tenga en la gloria—taralli. Los taralli son anillos de hechos con una masa similar a la de la pasta y horneados, con la simplísima base de agua, aceite, levadura y sal. Con Lau siempre llevamos un paquete de taralli a mano para picar mientras hacemos dedo. Luego nos presentó unos galletones que parecían rodajas de pan duro y trajo una fuente con agua. “Se llaman frise”. Sonamos, dije, ahora va a bautizar la pasta. En cambio, dejó en remojo esas míseras rodajas como si esperara que al hidratarse se transformaran en otra cosa. “La cocina Italia–dijo al fin- es una evolución de la cucina povera(cocina de los pobres). Todos nuestros platos, la pizza, la pasta, todos, no son más que distintas variaciones de ingredientes abundantes hasta para el más empobrecido campesino”.

Miré alrededor. Esa cocina de los pobres se había originado en ese mismo paisaje rural que nos rodeaba, con campesinos que vivían hacinados en los trulli. Los imaginé harapientos, postrándose frente a los olivos en una pose que sin dejar de ser una maniobra de recolección de las aceitunas caídas a tierra, era también una plegaria. Al revés que en la Italia del norte industrial, en el sur, en el Meridione, hay una humildad que se palpa en cada gesto, y que nace de ese encuentro cotidiano con la tierra.  Como si adivinara mis pensamientos, la maestra-cocinera-mamá de Fabio arremetió:

- La unificación de Italia fue una mentira. Los Savoia, la dinastía del norte, hechó a los Borbones, la casa reinante española, sin conocer nada de estar tierras, y quisieron imponer sus reglas modernas a un territorio que todavía era feudal. Exigieron que los hijos de los campesinos se alistaran en el ejército, quitándole a cada familia brazos hábiles para arar y enviándolos a disparar. A los impuestos y diezmos feudales, se sumaron las tasas nacionales.

La historia estaba invitada a la mesa. Me pareció ver a Garibaldi galopar su caballo y ondear el estandarte tricolor entre el pote de aceitunas y el de los taralli… La mujer continuaba recitando, hablando sobre un injusto impuesto al pan, y que los campesinos más aislados sólo se enteraron del la unificación de Italia cuando, diez años después,  los doblones españoles con la cara del rey dejaron de circular. 

Y de pronto dijo algo revelador:

- Pero la gente del Sur continuó siendo distinta, siente a su tierra en el corazón. Para devolverle la cortesía, la tierra tiene el mismo color de la sangre. Y esto no es poesía, sino que como la sangre, la tierra de esta zona tiene un alto contenido de hierro…


                                                     ...y la mozzarella.

A la mesa, mientras tanto, habían llegado dos nuevos platos. En una había mozzarella, y en el otro, jamón crudo. La mozzarella no tiene nada que ver con el queso crema derretido que le metemos a la pizza en Argentina. Esta mozza, a diferencia de la mussa, llegó flotando en un bowl con agua (para mantenerla fresca), y no estaba producida a base de leche de vaca, como la argenta, sino de búfala. La denominación de origen protegida (DOP) es Mozzarella de Búfala Campana y es típica de la región de Nápoles. En la pizza margherita, cuyos colores forman la bandera italiana, la mozzarella aporta el blanco, el tomate el rojo y la albahaca el verde.  

Y llegó la pregunta obvia:

- ¿Y por qué hay tantos olivos? – dije, mientras zampaba un pedazo de frisa con una feta obscena de jamón crudo, y me preparé para la lección de historia. Parece ser que en el siglo XIX, el aceite de los olivos del sur de Italia no se usaba para que los fideos no se pegaran, sino para iluminación. Este oleo lampante era el responsable de iluminar las calles de Paris y Londres, y de hacer esplender los suntuosos candelabros de las mansiones burguesas de media Europa. El purísimo aceite extra virgen de los olivos del Salento se almacenaba en las cisternas subterráneas de Gallipoli, hoy una simpática ciudadela mediterránea, entonces una mini metrópolis en cuyos muelles se hablaban todas las lenguas europeas. Era raro pensar que por cada lucecita de la frenética Londres finisecular había un inmutable olivo salentino.

De postre, damascos, higos, café, limoncello, la mesa no terminaba más, quizás porque en Italia comer, como tantas otras cosas,  es una pasión y no una necesidad, tema abordado por Lau en su reciente post. La mesa siguiente, todavía no lo sabíamos, iba a ser muy distinta…



                                                                          Ostuni, la ciudad blanca


Estos viejitos de pipa y boina, en el pueblito de Uggiano la Chiesa, donde fuimos invitados a una fiesta regional, llevan veinte años charlando en el mismo escalón.

Dejamos Ostuni para internarnos en el Salento, el sur profundo de Italia, tierra de gente orgullosa y expuesta a los vaivenes —o azotes— de la historia, ya que algunos de sus puertos, como Otranto, fueron durante siglos la puerta de Oriente. Desde hordas de turcos enfurecidos que procedían a degollar a toda la población hasta el mismísimo San Pedro, muchísimas cosas desembarcaron en Otranto. Hablamos de una tierra barrida por el viento scirocco, que proveniente de África, hace levitar y esparce las arenas del Sahara. De Otranto seguimos rumbo sur por la ruta que va bordeando el taco de la bota. Pronto estábamos en Santa María di Leucca, el mismísimo finibus terraede los romanos, donde Italia termina y donde se juntan los mares Adriático y Iónico. Como nos parecía poco probable que en un sitio tan turístico alguien nos abriera las puertas de su casa o jardín, decidimos hacer unos kilómetros más. Así fue que llegamos a un pueblo del que no voy a dar el nombre para proteger la privacidad de los involucrados…

Basta con saber que era un pueblito con mar azul que en las orillas se volvía esmeralda cristalino. Llegamos cansados, nos tiramos un chapuzón, y nos secamos mientras almorzábamos en modo picnic. Inmediatamente después, antes que oscureciera, salimos a buscar donde acampar. No esperábamos encontrar un ángel de la guarda, nos contentábamos con un pezzo di terra per fare il campeggio. En general, cuando a los italianos les preguntás dónde acampar, te indican dónde está el camping más cercano, y sonríen como si te estuvieran ayudando. Cuando les decís que no querés pagar dan un pasito hacia atrás, como si hubieran estado hablando con un leproso sin notarlo, te dicen que no tienen ni idea y cierran el caso. Pero Marco entendió nuestro mensaje al toque. Marco estaba parado afuera de su bar:

- Yo tengo un lugar para ustedes. También estuve de viaje, y sé lo que es estar lejos de casa.


Una de las torres que se encuentran por toda la costa, que antes servían para avistar las invasiones de los turcos.

Marco era un hombre fornido y de musculatura marcada, pero tenía siempre un aspecto cansado, aunque fueran las ocho de la mañana. Era como si hubiera vivido ya demasiadas vidas y estuviera esperando que una valquiria lo raptara y lo dejara piadosamente en un cielo de algodón. Había rayos de sangre en la tormenta de sus ojos y, a pesar de todo, siempre nos sonreía con ternura de bienhechor. Debajo de sus ojos llevaba tatuados dos lágrimas y una cruz, y en las falanges de los dedos había todo un alfabeto de runas indescifrables. Pospuse las preguntas, pues lo acabábamos de conocer. Mientras nos acompañaba a su casa largó algunas pistas: un hijo al que nunca había conocido en Brasil y mellizos en Rumania. Pensé que el trabajo era la  manera de refugiarse de sus propios pensamientos.

Esa noche estábamos invitados a cenar en el piso superior de la inmensa casa, que pertenecía a su tío. La mesa estaba preparada en una terraza que daba al sereno mar Jónico. Otra vez, una mesa puesta. No como cualquier otra, sino una mesa en Puglia. Y cuando esas son las  circunstancias, uno puede esperar cualquier cosa. El tío de Marco llegó en su auto escuchando ópera al palo, y se bajó del auto, pero no sacó la llave ni apagó la música. Parecía que era el mismísimo Fiat rojo el que cantaba La Donna e mobile en esa terraza. Salvatore, así se llamaba, había sido el chef de un restaurante italiano en Hamburgo durante 50 años, lo que compensaba ahora con un italianísimo retiro en sus pagos sureños. Era un personaje exuberante y goloso. Pronto enunció su credo, mientras Marco, su sobrino, lo admiraba embobado: “A mí me gustan el vino, las mujeres, y la ópera. El fútbol no es cosa mía. No creo en ningún Dios, sino en las estatuas modeladas por los hombres, admiro al escultor” Lo del vino se notaba, había un brillo perpetuo en su pómulo derecho, como una luna roja. Todo su ser parecía movido por un afán escultórico. Cada gesto —en especial cuando llenaba nuestras copas de vino Negroamaro rosatto con una sonrisa apretada que se saciaba a sí misma— era un acto que rozaba lo divino.


                                    En Italia, no po00díamos dejar de viajar en una Fiat 500


      En Uggiano la Chiesa, acampamos en la iglesia, y desayunamos sobre estos bancos viejos.

En la mesa, aperitivo primer round,  primer plato interminable que te hace olvidar que después viene otra cosa, que en realidad todo eso es un aperitivo, lo que en Italia puede constar de entrañas cocidas de caballo, anchoas, frise, tomates, quesos varios cada uno en su platito, y pimientos. Salvatore ensalzó el tamaño y calidad de los pimientos, ejecutando otra de esas poses renacentistas o barrocos (expertos en historia del arte comentar al pie del post), juntando los dedos de su mano sostenida en el aire, como preguntando desafiante al cosmos si acaso había pimientos mejores que esos, y sonriendo de forma lasciva y bajándose otra copa de negroamaro.  

A su lado, Marco seguí cada palabra de su tío, su rostro extenuado se iluminaba con una sonrisa cuando éste aseguraba que los napolitanos habían inventado el ferrocarril antes que los ingleses, o que el ajo como base de la fritura era una donación monumental del sur de Italia a la cocina europea. Si en algún momento se animaba a interrumpirlo o discutirle, el tío lo miraba incrédulo y burlón y enseguida Marco retrocedía: “Perdón zio,  tu eres Dios y yo soy el apóstol San Luca. Te escucho zio…” Pero detrás de esa dialéctica no había temor, sino un respeto y admiración cómplice por la experiencia y la biografía del tío exiliado.


                                       Poses centenarias, ancestrales, italianas....

Me vinieron a la mente esos cuadros en donde figuras rechonchas y semidesnudas se llevan a la boca racimos de uva con calculada pereza. Esa exaltación operística de la comida no hubiera estado completa sin la música. Demoré varias copas de vino en darme cuenta, pero la música no estaba allí como ruido de fondo, como esas radios que la gente sintoniza en Año Nuevo. La ópera era un agasajo que acompañaba a esos banquetes en su viaje final –tenedor mediante- hacia una nueva vida. En Italia, donde hay comida, todo lo demás es un satélite. A mí no me joden, lo que Leonardo Da Vinci quiso mostrar en la Última Cena es la universal algarabía de la patota de amigos reunidos para la picadita, en una época donde la religión era el único tópico aceptado. Observé lo mismo durante los partidos de Italia durante el Mundial. Los camareros se cruzaban con bandejas repletas de piadine y Spritz en medio a una jugada de Pirlo, y nadie chistaba, cuando en Argentina le hubiera puesto las piadine de sombrero.

La conversación parecía mecerse, navegar los tremendos océanos de voz que nacían de las gargantas enmoñadas de Plácido Domingo, Pavarotti o Enrico Carusso. Habían llegado el piato forte (principal) y aunque ya estábamos llenos nos rendimos ante unas costeletas de cerdo   y spaghetticon huevos de lombo (pariente del esturión). Marco y Salvatore comían, bebían, fumaban, bebían.   

Fue entonces que el tema fue virando de la ópera al hampa. Empezó como un leve escepticismo sobre las traducciones. Marco había osado traducir para nosotros una canción en dialecto, pero su tío lo reprobó:  

- Lo que nace en napolitano muere en napolitano. Es como la mafia ¿Cómo entenderla desde afuera del sur de Italia?

Noté que Marco miraba al suelo mientras su tío hablaba sobre la Cosa Nostra. Giani se fue a dormir, Laura hizo lo mismo. Eran las 2 de la madrugada y quedábamos sólo Marco y yo, hechizados por el negroamaro rosado.Tambaleamos como pudimos hasta el piso de abajo. Yo me tiré en la hamaca, Marco se sentó al costado, se refregó la cara, y comenzó a desinflarse. De sus hijos por el mundo ya sabía. Pero fue más atrás en el tiempo, contó que de joven se había dedicado al juego y al narcotráfico, transportando cocaína de Nápoles a Milano. Había ganado fortunas y las había derrochado de un parpadeo. Había tenido todas las mujeres, y había perdido un Rolex de oro en un mano de póker. Cuando llegamos a este punto hizo una pausa, y regresó con una jeringa y un frasquito minúsculo de vidrio que decía Valium. Comenzó a inyectarse. Los Doors, obviamente, habían reemplazado un rato antes a O Sole Mío.

No era nada que hubiera visto en el Centro Cultural Cortázar de Mar del Plata, pero me incomodé un poco, sobre todo porque no se me ocurría como  tirar una soga de armonía a esa vida de latigazos y recuerdos. Mantuve la calma y permanecí contra mi voluntad inmutable.


          La bandera de Sicilia: antes que pasara todo esto ya era mi bandera favorita....

Después de su dosis continuó su historia. Un día lo arrestaron. Pasó 5 años en prisiones de Nápoles y Sicilia. En Nápoles, los otros condenados no pensaban más que en sí mismos. Pero en Sicilia, los viejos mafiosos que llevaban décadas tras las rejas le enseñaron códigos, le dijeron que quizás tenía que pactar con sí mismo algunos objetivos en la vida, quizás, a veces valía la pena sentarse a hablar antes de disparar. Al salir de la cárcel estaba tan agradecido por la educación moral recibida que retomó contacto. No me dio detalles, pero me contó que debía tirar su teléfono celular al mar cada quince días, que le habían cancelado la licencia de conducir de por vida. Luego zigzagueó hasta su habitación y regresó con una bandera siciliana que ya había detectado, colgada detrás de la biblioteca. Las tres piernas flexionadas en el centro significaban, me dijo, la capacidad de caer siempre parado, de sobreponerse a todo obstáculo.

- Por eso, este es mi regalo para vos  dijo, y sacó un cuchillo.

No me iba a apuñalar. Tampoco era un cuchillo labrado en oro con símbolos mafiosos (como los que Marco tenía tatuados en sus dedos). Era más bien un cuchillo funcional y barato, con funda de plástico azul. La hoja, sin embargo, era contundente. Marca “Shark”, leí como pude a esa hora y en esas condiciones.

- Gracias pero ¿para qué quiero un cuchillo?
- Para que te protejas y protejas a Laura…


Cerca el mar Iónico murmullaba,  el extremo sur de Italia se deshacía en peñascos y yo en preguntas. Agradecí a Marco, quien reptó hacia su cama, y me quedé sólo, pensativo. Pensaba en cómo el cariño puede asumir todas las formas posibles, incluso, para alguien que luchó toda su vida, la de un cuchillo. Pensaba en lo fuerte que hay que ser para compartir las propias miserias, y en todas esas historias que ahora ya están sucediendo y quién sabe cuándo se van a cruzar con mi mochila… Le agradecí, también, a Italia, por haber compartido conmigo mucho más que sus monumentos.

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PRESUPUESTO MOCHILERO PARA VIAJAR A EUROPA

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presupesto mochilero europa

¿Qué presupuesto tenemos que manejar para un viaje de mochileros por Europa?¿Cuánto tendremos que gastar en transporte y alojamiento? ¿Se puede comer en la calle? ¿Vale la pena ir a un camping? Si estás preparando un viaje a Europa y ya te estás aprendiendo la tabla de multiplicar del 16, quedate tranquilo, preparate un mate y lee este post con info actualizada recién salida del horno, perdón, de la ruta.

Aunque Europa no es un sitio económico para viajar, lo opuesto también es un mito, es decir, que hay que ser millonario para viajar por Europa. Con un poco de constancia se puede viajar por Europa gastando muy pero muy poco. Siguiendo los consejos de esta guía no deberías gastar más de €8-10 euros por día para dos personas (Tal es el promedio registrado en los últimos 3 meses de viaje por Europa con Lau).  ¡No tienen excusa!


Viajar por Europa con €5 a €8 por día:

Antes de entrar en los detalles, la fórmula mágica que uso desde mi primer viaje a Europa (2001) es la siguiente:

Autostop (transporte, gasto 0) + Couchsurfing, camping u hospitalidad espontánea (Alojamiento, gasto 0) + comida €5-8 por día (para 1 o 2 personas) + eventuales (entradas a museos, internet, etc.)

Hay técnicas que permiten viajar completamente gratis por algunos países de Europa, sobre todo en Escandinavia, Alemania, Francia, Holanda, etc, donde es posible sustituir el gasto de comida por el dumpster diving y el table-diving. Aunque no los practico, los explico más abajo para dar una introducción a aquellos que quizás sí estén interesados en practicar esta filosofía.

¿Cuándo conviene viajar a Europa? En temporada baja, desde ya. Mayo y junio con buenos meses, ya que el clima ya es bueno, pero todavía no es el pico de turismo. Julio y Agosto son los peores meses, ya que los precios suben, es la época en que los propios europeos salen de vacaciones. De septiembre en adelante otra vez vuelve la normalidad, sólo que hay que tener en cuenta de que noviembre a marzo las bajas temperaturas (según las zonas) pueden restringir el camping y el autostop.

Esta guía habla de Europa Occidental. Si vas a viajar a Europa del Este, los precios pueden ser mucho más bajos, pero como todo es más barato, al menos a mí me pasa que me doy más lujos y mantengo el promedio de €5-8 euros.

1. EL TRANSPORTE: CÓMO VIAJAR GRATIS POR EUROPA

La respuesta es (lo adivinaron) a dedo. Viajar a dedo por Europa es mucho más fácil que en Argentina. Hay muchísimo más tráfico, muchas más rutas y conexiones para todos gustos, desde rutas regionales que te permiten —despacito—conocer el corazón de un país, hasta autopistas en las que se puede viajar 500-800 km por día si arrancás temprano. El tiempo promedio de espera ronda los 15 minutos. (aunque si no tienen experiencia las primeras veces van a esperar más hasta que le agarren la mano).


autostop en francia

       Apretujándonos en un auto con Laura y Aniko, haciendo autostop en Francia


Si estás pensando en recorrer Europa a dedo, te pueden servir los siguientes enlaces.

También es posible viajar utilizando Bla Bla Car, que está muy de moda. El sistema está diseñado para compartir los gastos de gasolina en el viaje de un particular.  Personalmente, no lo recomiendo, ya que te obliga a elegir un itinerario fijo y además es necesario pagar.  Por otra parte, depende de que haya o no alguien haciendo el tramo requerido justo el día en que queremos viajar. Más fácil salir a la ruta, hacer dedo, y llegar de forma gratuita y con las sorpresas y recambios de conductores que permite el autostop. Para chicas viajando solas que no se animen a hacer dedo, sin embargo, puede ser un buen sustituto.

Precio del transporte público en Europa:

Para el transporte interurbano. En las ciudades, los boletos de metro, autobús o tranvía cuestan en promedio €1-1,50, llegando a picos de €4,5 en Londres para el metro. En estos casos, conviene sacar pases semanales.

Recorrer Europa con Interrail o Eurail Pass: casi no tomo trenes, pero para quienes no les guste hacer dedo, es la siguiente mejor opción. Los residentes en Europa pueden sacar el pase Interrail, y los ciudadanos de otros países el Eurail Pass. Claro que de esta manera se van del presupuesto de los €8… pero para quienes prefieren ir sobre rieles, aquí unos precios para que les sirvan como guía:

Interrail por un mes continuo: €376/€568 (menores/mayores de 26 años)
Interrail 10 días de entre 22: €229/€339 


estacion de trenes de paris
                          

Aerolíneas Low-Cost: vale la pena revisar los precios de aerolíneas como EasyJet, Ryanair, Wow, etc porque a veces las tarifas pueden ser más baratas que los trenes. Para buscar, nosotros siempre usamos el buscador Skyscanner

Los autobuses en Europa son menos prácticos que los trenes, y por eso no los incluyo en esta guía práctica.

2. ALIMENTACIÓN: ¡AL SUPERMERCADO!

Este presupuesto mochilero para viajar a Europa con €5-8 por día implica ser constantes en la elección de opciones  económicas a la hora de comer.  Ya vimos que viajando en autostop eliminamos el gran gasto del transporte, el siguiente paso es desterrar el mito de que como Europa es caro, no hay opciones gastronómicas mochileras. La clave está, señoras y señores, en abastecerse de alimentos en los supermercados y almacenes en vez de sentarse en cafés y restaurantes.

Hay cadenas de supermercados baratos en toda Europa donde algunos artículos se consiguen a menor precio que en Argentina. Estas son Carrefour, LIDL (es alemana pero se encuentran en toda Europa, y deben ser los más baratos), TESCO (Inglaterra, Irlanda, Gibraltar, Malta), COOP (Italia), Penny (Alemania), etc

Básicamente nosotros compramos comida para el mismo día, aunque a veces algunas cosas sobran y se pueden conservar con algo de cuidado por un par de días. Cuando viajaba sólo, tenía calculado un menú básico y super cuadrado (es decir, compraba siempre lo mismo). Había calculado que esa era la manera de llenarme con menos dinero. Y en todos los países entraba a los supermercados y conseguía los mismos artículos, que a veces cambiaban de nombre.



                                  ¡Mi compra típica en un supermercado!


El menú ultra-rasca del Acróbata para sobrevivir en Europa consiste en:
  • Pan lactal: €1,00
  • Salame (200 gr): €1
  • Se comercializa muchas veces como Salame Danés, Dansk Salami, etc. Las fetas parecen cortadas con láser y se apilan en un envase de plástico.
  • Lonchas de queso (150 gr): €0,60 o en fetas gruesas tipo Gouda (200 gr): €2,20
  • Galletitas dulces (400 gr) marca Prince, Prinzen, etc: €1,00
  • Cambian de nombre en cada país pero se reconocen porque tienen el dibujo de algo que se supone es un príncipe medieval. Están rellenas con chocolate y son tan contundentes que las llamo “tortas”.
  • Jugo de naranja (1 litro): €1   
  • Yougurt saborizado (0,5 lt)   €0,95 (Si es de la marca del supermercado puede bajar a €0,55)

cenar en toscana

            Con una familia que nos invitó a acampar en su casa y cenar en Toscana

Aunque la cuenta da como resultado un número apenas mayor que €5, hay que tener en cuenta que muchísimas veces comía en casa de mis anfitriones,gente que me invitaba a comer mientras hacía dedo, gente de Couchsurfing o a quienes había preguntado dónde acampar y me terminaban invitando a su casa. Por lo tanto no vivo desnutrido a base de sándwiches de salame y queso (combinación divina, nada sea dicho en su contra) sino que voy mechando entre comidas supermercadiles y las nutritivas comidas invitadas por samaritanos.




                                        Sandwichito en una estación de servicio
Si están viajando a dedo por autopistas y no compraron nada antes de salir, los precios en los minimercados de las estaciones de servicio son más caros: baguette €1,3,  250 g queso Brie €3, ensalada hecha €5.

Después empecé a viajar (y vivir) con Laura, que es mucho más responsable que yo en cuanto a alimentación en general, y comencé a comer una dieta mucho más sana, pero no mucho más costosa.En vez de tanto fiambre, empezamos a comprar más verduras, ensaladas, sándwiches vegetarianos y no tanto de toda clase imaginable…

  • Latas de atún (pack de 3): €2
  • Lata de granos de choclo: €0,70-1,00
  • Tomates y pepinos: €1 el kilo
Los precios de la fruta varían según el país y son más baratos y frescos en el sur de Europa. En general, el sabor de la fruta –otro mito que se cae- en Europa es mucho más intenso que en casa, debido a que no usan semillas transgénicas, y hay una multiplicidad de pequeños productores en vez de grandes propietarios como en Argentina. Un ejemplo es la frutilla, que en Argentina es enorme pero tiene gusto a agua, mientras que las alemanas, cultivadas junto al Rin, son pequeñas pero super dulces. En España, Italia, Grecia, y los Balcanes, la sandía es lo mejor para quienes viajan en verano, ¡a razón de €0,20 el kilo!

Otros precios (esenciales, acá hablo del vino y de la cerveza):
  • Agua mineral 1,5 lt: €0,30 (aunque pueden rellenar una botella en cualquier fuente pública, porque casi toda el agua es potable)
  • Postrecitos de chocolate marca supermercado: €0,19
  • Baguette: €0,69
  • Vinos de €2,5 a €5    
  • Cerveza: la cerveza es muy barata, por menos de €1 podés conseguir botellas de Franziskaner, Guinness, cervezas belgas frutadas, y cualquier otra topetitud.
En mis primer viaje a Europa estaba tan seco, que llegué a límites absurdos. Por ejemplo, visité la Hofbrauhaus de Munich, la cervecería más antigua de la ciudad, y me senté para respirar ese aroma a madera tan antigua… pero en vez de pedir una cerveza le pedí al mozo una sopa porque era dos euros más barata…. Con esto quiere decir, que si bien se puede viajar con €5 euros al día sin pasar hambre, vale la pena, si tenemos resto en el presupuesto, probar comidas típicas, quesos, vinos, cervezas, dulces, embutidos, ¡Por Dios, Europa está llena de exquisiteces! Por eso, un día me transformé en un dandy con agujeros en el pantalón, para poder probarlas…

brutwurst


Snacks y comidas: para salir del paso y/o darse algunos gustitos.
  • Comer algo en la calle no es algo que hago frecuentemente en la Europa de la eurozona, pero muchas veces aplico un snack para salir del paso. Por poner un promedio, un plato de comida caliente en Europa, sin bebida, anda por los €7 a €10 euros. Aquí algunos ejemplos concretos:
  • Taza de chocolate en un café frente a la terminal de Gijón, España: €1,70
  • Focaccia €0,80 Uno de mis snacks favoritos en Italia, aceitosa, con aceitunas y tomates enteros, es una comida en sí misma.
  • Porcion de pizza:  de €1 (Bolonia) a €2,5 (Florencia, al lado de Ponte Vecchio)
  • Piadina rellena en Italia: €2,30
  • Cerveza con tapas en Madrid: € 2,50
  • Vaso de cerveza en Alemania: pequeño/medio litro  €1,50 /€2,90
  • Kebab en la calle en Berlin: €2-3
  • Aperitivo en Italia: €4-6. Un viejo truco. En Italia, después de las 6  pm, los bares sirven el aperitivo, lo que en términos prácticos quiere decir que con tu cerveza tenés derecho a servirte onda tenedor libre de una mesa repleta de platos, desde papas fritas hasta pasta, fiambres, etc.
  • Brutwurst con ensalada en un pueblo turístico sobre el Rin: €7,20
  • Buen plato de Schnitzel en Alemania: €11
  • Plato de pulpo en Barcelona €15
  • Cena para dos personas en un restaurante: si viajan con su pareja, alguna vez van a querer romper el chanchito en pos de San Valentíny sentarse en algún lugar “monono”. En ese caso calculen €20-30. 
Métodos extremos, dumpster-diving y table-diving. En Europa hay una gran comunidad de gente que por una mezcla de filosofía y deseos de ahorrar, opta por sólo alimentarse de lo que tiran los supermercados. Seguro que ya te imaginaste a alguien revolviendo un tacho de basura. Pero no es tan así. Muchos supermercados tiran los artículos próximos a vencer de forma prolija, sin mezclarlos con ningún otro residuo. Acto seguido los hippies van, saltan el muro del patio trasero del súpero, abren los containers y toman lo que necesitan. Lo hice una vez en Noruega, y tuve comida para toda la semana. Laura y Aniko lo hicieron durante su#DesafioIslandia.Podés conseguir más info sobre este método en la Ttrashwiki.El table-diving consiste en pedir permiso a los mozos para tomar la comida dejada en la mesa por los clientes de un restaurante.



3. ALOJAMIENTO: TO HOSTEL OR NOT TO HOSTEL

Para mantener el presupuesto mochilero de €5-8, es imprescindible no pagar ninguna noche de alojamiento. No, no me miren con esa cara. Mientras escribo esta guía estoy en Europa desde hace 3 meses, y sólo 2 noches recurrí a un hostel. Esto es posible utilizamos medios de alojamiento alternativos. El más famoso es Couchsurfing, aunque desde que se volvió algo “cool” se sumó tanta gente que casi nadie responde las solicitudes. Prácticamente he dejado de usarlo, o lo dejo sólo para las grandes ciudades. En el resto de los pueblitos es la gente local la que me aloja, o me indica donde acampar. No voy a campings organizados.En Europa los hay por doquier, pero son caros y están repletos de jubilados en motor-home y casas rodantes. Además, siempre se consigue donde acampar preguntando y preguntando (y no me refiero a acampar en una plaza o en una playa, cosa que rara vez hacemos, sino en la propiedad de alguien que te ha dado permiso previamente) ¡Sólo hay que animarse!

Precios de hostels y campings en Europa:
  • Hostels: de €15 a €20 en dormi.
  • Campings: a razón de €6 por pers + €4 carpa. Las duchas se suelen cobrar aparte, y funcionan con monedas (€0,50-0,70), lo mismo que la internet y a veces la electricidad.  En Italia, para dos personas, la cuenta no bajaba de €24-28 y por eso nunca elegimos esta opción.
4. LOS EXTRAS: INTERNET, MUSEOS, ETC

Internet

Es muy difícil encontrar redes liberadas en Europa, la mayoría tienen clave. En muchas ciudades, en plazas y autopistas, hay carteles de zona wifi, pero al intentan ingresar te pide que te crees un usuario y confirmes tu identidad con un número de teléfono móvil, algo engorroso par aquellos que no utilizamos teléfono. Los que nunca fallan son en los McDonald’s, Starbacks,  (aunque no consumas nada) y Quick (cadena de fast-food de Francia). En España y Reino Unido hay internet en todas las bibliotecas públicas. En Madrid, Mataderos es un centro cultural con mesas y todo donde uno puede trabajar cómodamente.

La manera más fácil es pidiendo la clave en algún café cuyo encargado tenga cara de buena onda, o sentarse y consumir lo mínimo. Los que usen smartphones pueden comprar en muchos países tarjetas prepagas con internet sin necesidad de contratos anuales, por poco dinero. (Esto cambia de país en país)

Museos

Viajar a Europa y no visitar ningún museo es perderse una parte de este continente. Algunos ejemplos: Museo de Louvre, €12. Castillos sobre el Rin, en Alemania, €4. Ruinas de Pompeya, Italia: €11

Espero que este concepto de presupuesto mochilero para viajar a Europa les haya sido de utilidad. SI fue así, no dudes en compartirlo en las redes sociales para animar a otros a viajar. ¡Si tenés algún aporte, porfa, dejalo a modo de comentario así aprendemos todos!

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HITCHGATHERING ALBANIA 2014: ENCUENTRO DE AUTOSTOPISTAS EN QEPARO

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                Foto del dibu-diario de viaje de Marie-Luise Kupka, participante del encuentro.


Cuando el  ferry Aureliaque nos cruzó desde el puerto de Bari, en el sur Italia, a Durrés, en Albania, hizo algo más que navegar 217 kilómetros a través del Mar Adriático. Lo que hizo fue cambiarnos de canal, sacarnos de la histérica Europa de la eurozona para liberarnos en un país donde las mujeres vendían botellones de aceite sobre paños en la vereda y los hombres relojes usados, donde los semáforos no funcionaban, los policías pegaban pitazos y señalizaban en vano y las marañas de cables colgaban desde las mamposterías descascaradas de los monoblocks. Es eso, Albania es un país con alma de monoblock, que todavía se despereza de los 40 años de dictadura comunista de Enver Hoxha, un megalo-paranoico que prohibió la libertad de expresión y  la propiedad privada y llenó el país de bunkers de concreto porque esperaba la guerra como a la lluvia.

Llegué a esas banquinas polvorientas y respiré satisfecho, hacía calor y me sentí abrazado por la gran madre del subdesarrollo. Después de tres meses en la Europa rica, acostumbrándonos a tener que pedir disculpas por la marginalidad, a estar siempre en offside, al fin podíamos cortarnos las uñas de los pies en la vía pública sin que nadie nos mirara por sobre el hombro. ¡Me sentía libre! Teníamos que ir a Qeparo, una aldea costera en el sur del país. Allí tenía lugar un encuentro europeo de autostopistas, el Hitchgathering 2014, autoconvocados por la sucursal europea de nuestra logia desde el grupo de Facebook de Hitchgathering así como de www.hitchwiki.org.




El camino al Hitchgathering:

Habíamos comprado un buen mapa y ubicado el pueblo. En la rotonda de las afueras de Durrés, los propietarios de furgons (taxis compartidos) se peleaban por nosotros. Los ignoré como siempre, pero por dentro casi les agradecía, porque ya extrañaba los países donde las viscisitudes han inculcado el acto de compartir. El segundo vehículo al que le hicimos señas frenó. Todavía no hablábamos una palabra de albanés pero él hablaba quizás unas veinte de inglés. “Today no coffee, no coffee!” – dijo el hombre, como si no haber todavía tomado un café esa mañana fuera riesgoso para la conducción. Pronto frenamos en un café, en dónde nos invitó unas latitas de jugo. En Fieri cambiamos a un Audi A4 de tres pibes que se iban a la playa de vacaciones. La carretera tenía baches aquí y allá, y cada tanto, había que esquivar vacas o rebaños enteros de ovejas, porque en Albania todavía hay pastores y bajan cuando quieren de las montañas con sus bestias. A pesar de esta ruralidad, de esta sencillez, la gran mayoría de los autos en la ruta eran Mercedes Benz. No he visto un solo concesionario de la marca en Albania, pero todos tienen uno, incluso el verdulero que te vende el kilo de sandía en 20 Leks (€0,20). Alguien luego me explicó que Albania es el principal destino de autos de alta gama robados en Europa. Albania me cayó más simpática todavía. 

Hitchgathering en Qeparo: campamento de la caravana de exiliados.



                                                       Nuestra carpita y al fondo el pueblo.

Si los mochileros-autostopistas fueran una nación, sus sesiones de parlamento se llevarían a cabo en parajes alejados o playas vírgenes. Y quizás los viajeros seamos una nación dispersa, una única caravana cuyos puntos de apoyo mutan, esplenden y desaparecen constantemente. No nos une la raza ni la lengua, pero sí un acuerdo sobre el valor del movimiento. Qeparo era una aldea a 4 kilómetros de la playa. Al llegar, nos encontramos con un pueblo de casas de piedra, la mayoría abandonadas durante la oleada migratoria de los noventa, cuando los albaneses se fueron en masa a trabajar a otros países. Detrás de las casonas con sus techos caídos, con vigas inclinadas y flores y enredaderas se abría un valle repleto de olivos, repartidos en escalonadas terrazas. Entre los árboles se divisaban las carpas coloridas, cada una calculada bajo un olivo para tener sombra toda la mañana. Al vernos llegar, un rubio de bandana nos dio la bienvenida. Era Mika, de Finlandia, uno de los colaboradores principales de Hitchwiki. A su lado, sentados en el suelo alrededor de un fogón, lo que había era una tribu multinacional. Éramos sesenta personas de casi treinta países distintos, convocados por la aparente singularidad de que nos gustaba pedirle a la gente nos llevara en sus autos.

Y sin embargo, se trataba de otra cosa. Lo que se compartía, lo que iba y venía en distintos formatos era una cosmovisión. Como si en realidad todos fuéramos otros posibles “yos” y estuviéramos compensando retroactivamente la desaprobación general al conversar entre víctimas de locuras similares. En el Hitchgathering, era normal que alguien admitiera que vivía sin dinero o que, a pesar de tenerlo, prefería comer de la basura para no contribuir a las emisiones de carbono. Nos quedamosuna semana, acostumbrándonos a otros relojes, a otros parámetros. Sabíamos que era hora de levantarse al escuchar el tintinear de las campanillas de las ovejas, que bajaban cada día a horarios regulares a pastar (y hasta un día fuimos despertados por dos hippies que serenateaban con voces espineteadasWake up, wake up, wake up… but only if you want to”). Pasábamos las tardes sobre aislantes, entre workshops de comida vegana para viajeros, clases de cultura albanesa dictadas por Besa, la única mochilera local participante, y filosofadas surgidas en torno a una ronda de sandías. Igor, el ruso hiperkinético y políglota, estaba aprendiendo español, y repetía las frases que consideraba más útiles para el uso cotidiano: “No tengo ninguna certeza”o “Mis zapatos están rotos”.




Era común que las personas cambiaran el idioma a media conversación, quizás después de darle un meditativo mordisco a una sandía. Aunque en general conversábamos en inglés, había además de nosotros dos argentinos más, un par de españoles y otros tantos que habían aprendido español en sus viajes. Otras veces era como si de pronto hubiéramos sintonizado una radio francesa y todo se volvía un capítulo de Rayuela. Lo que no variaba era la deliberada liviandad de las intenciones, de flotar muy lejos del sistema. Se hablaba de alquilar departamentos en países baratos con fondos colectivos, y ponerlos a disposición de los viajeros, a la manera de bases nómadas.

Lo primero que quiero decir es que conocí gente muy valiosa. Cristina, la alemana que había vivido un año en Uruguay (la misma que el primer día había recorrido el pueblo tocando el ukelele y golpeando puerta por puerta pidiendo una olla grande para el fogón, aunque sólo recibió a cambio abrazos de viejitas vestidas de luto y un montón de albahaca). En los pagos charrúas la habían apodado la gurisa indecisa. Como el resto de los viajeros, tampoco sabía bien qué hacer luego del Hitchgathering. Para casi todos los vagabundos europeos, el verano es una estación muy ocupada.Desde pisos compartidos, casas okupas y granjas, desde ciudades universitarias y asentamientos formados por contenedores, es una legión que arma sus mochilas para no regresar en varios meses, al menos no hasta que el invierno haga más difícil el ambulante ejercicio de la pobreza y sugiera una estancia más prolongada. Y van de festival en festival, de encuentro en encuentro. Gurisa Indecisa menciona un festival de trompetas en Kruja, una reunión sufí en las montañas Tomor y, por supuesto, el encuentro rainbow en Rumania. Todos al parecer, iban hacia allí. Ella, naturalmente, aún no lo sabía. Su alma universal tenía un límite. Cuando en el desayuno del tercer día descubrimos que el pan tenía hongos, le afloró el vitalismo teutón y dijo, pero en español, “lo que no te mata te fortalece”.




Pasar una semana acampando en Qeparo fue estar una semana fuera del tiempo, como los mayas.Lo importante no era la fecha, lo importante era encontrar la ducha, un manantial natural señalizado con piedras tres terrazas de olivos más arriba, un poco a la derecha de un tronco caído. Que por supuesto nunca encontramos. Lo importante era llegar a tiempo al único bar del despoblado poblado para las reuniones del atardecer entre cervezas “Tirana” de un euro el litro y frapé estilo griego, y regresar a tiempo al campamento para las cenas comunitarias.

Las comidas eran, naturalmente, grupales y vegetarianas. A decir verdad, creo recordar que Nico, el otro argentino y yo, cruzamos miradas nostálgicas que invocaban mugidos y chorizos siendo pinchados, pero lo reprimimos en pos de la consensuada paz y amor hacia el vacuno ser. Más que la carne, al menos yo, extrañaba el argentinísimo ritual de compartir un vino, y eso hicimos la segunda noche del Hitchgathering, apartándonos prudencialmente para no terminar tomando una gota de vino cada uno entre los sesenta asistentes (la riqueza se redistribuye, no así el vino). De misteriosa etiqueta “Kabernet”, lo había comprado a sabiendas de que Nico asistiría al encuentro, y no tenía otros beneficiarios. Si algo admiraba de Nico era su sinceridad. Mientras en el encuentro sólo era políticamente correcto decir que todos éramos apátridas que renegábamos de nuestras nacionalidades y pasaportes, y afirmar estoicamente y hasta con orgullo que no veíamos a nuestras familias más que una vez al año, Nico no tuvo pelos en la lengua y dijo, cuando le preguntaron: “No, para mí, Tandil es todo…”. Es que, como ya es sabido, también en la bohemia hay poses y fórmulas cliché.




                 Vistas desde el campamento, hacie el mar (arriba) y hacie el interior del valle.

Eran muchos los que tenían una historia interesante que contar. Lara era argentina, y también creía que nuestra voluntaria marginalidad nos reconciliaba con la conciencia del instante. Había escrito sobre el tema en Caminos Invisibles pero no siempre encontraba gente que se sentía abrigada por esas mismas palabras. La última vez que había estado en Buenos Aires todos los amigos le preguntaban con ansiedad por qué no buscaba un buen trabajo en Europa para ahorrar en euros. Pero Lara, como muchos otros, vivía minimizando el uso de dinero. Enseñaba en una escuela libre en Dijon, donde no había exámenes ni planes de estudio. En la comuna donde vivía se turnaban para hacer dumpster diving y abastecerse de comida para toda la semana. En Alemania solamente se tiran 14 millones de toneladas de alimento por año y hay normas fiscales que prohíben que esa comida se done a los necesitados. En los conteiners de los supermercados de todo el mundo hay todo tipo de manjares, higiénicamente dispuestos, botados por el sólo hecho de que están próximos a vencer.

- Una vez encontramos cajas de peras de la Patagonia. Y lo más cómico era que en la caja había fotos de supuestos campesinos patagónicos sonriendo y slogans que decían que esas peras habían sido producidas según las normas del comercio justo y respetando el ambiente.

Es decir, habían enviado las peras en un carguero desde la Patagonia hasta algún puerto europeo, Rotterdam probablemente, para luego meterlas en un camión hasta el supermercado, quemando diesel en toda la cadena, para luego tirarlas a la basura, disponiendo además medidas de seguridad para ocultar esa basura, no tanto por la materialidad de esos alimentos, sino porque los mismos encarnar la vergüenza más aciaga de Europa. La pulpa de la miseria de Europa es su abundancia.

- Había tantas peras que comenzamos a regalarlas por la calle. Pero claro, en Francia, nadie las aceptaba. Más cuando nos preguntaban de dónde habían salido y les decíamos que de la basura.



                                      Por las callejuelas del pueblo abandonado.

Viajar a dedo y hacer dumpster diving, es decir, reciclar las sobras de una sociedad gordinflona, son soluciones provisorias. Lo ideal sería que no hubiera automóviles impulsados por combustibles fósiles. Lo ideal sería que no se explotara la tierra para arrancarle alimentos destinados a un tacho con candado. Pero mientras, tenía sentido compartir esos automóviles y esas peras, aunque estuviera mal visto y hubiera que saltar algún que otro paredón en el proceso. 

- En Suiza conocía gente que ganaba diez mil euros por mes y que decía ay yo envidio cómo vivís la vida, así de simple… pero yo no podría, necesito cierto confort. Entonces jodete, les respondía yo - remató Lara.

Mientras hablábamos una vaca se había acercado y movía sus orejas como pidiendo permiso para masticar las cáscaras de sandía que habíamos dejado. Katjia, una chica que puede haber sido alemana o polaca, enfundaba su acordeón para emprender viaje hacia Uzbekistán. Medi y Simona hacían malabares. Tuve de pronto una visión, la de la generación neo-nómada acampando sobre los bastiones abandonados —o en proceso de abandono— de la agricultura tradicional. Para llegar a la bohemia es requisito haber abandonado la agricultura y haber pasado a la sociedad industrial para decepcionarse de ella. Por eso, nuestro campamento en Qeparo implicaba una nostalgia de lo jamás conocido, y también una reconciliación —¿no éramos acaso quienes rescatábamos los frutos de esos campos de los vertederos— , un abrazo casi imposible.



Naturalmente, viajar a dedo era lo que nos unía. Pero no todos viajábamos por el mismo motivo. Para algunos en el Hitchgathering, viajar a dedo era otra manera de boicotear el sistema, de protestar contra el exceso. Abandonar la propia cultura, llegar más lejos, aparecía como una consecuencia lateral, secundaria. Muchos de ellos no conocían Sudamérica porque, aunque vivían en los países más ricos del mundo, nunca trabajaban dos meses seguidos para ahorrar el dinero para el pasaje. Si un país les pedía visa, automáticamente lo eliminaban de su lista. Su rango de acción quedaba así más o menos limitado a la large Europe, como la definió Guillaulme el francés, la Gran Europa que incluía las periferias, desde Marruecos hasta Azerbaiyán.

Mi relación con "lo hippie" no siempre fue igual. Recuerdo que cuando en mis primeros viajes me cruzaba gente vestida con demasiados colores me sentía intimidado. Enseguida me comparaba y me encontraba demasiado convencional, con ese pelo tan corto y tan pocos viajes (a fecha 2001) a mis espaldas. Cualquiera que supiera hacer unos nudos con macramé o vistiera un pantalón boliviano me parecía un probable sabio. Con el tiempo aprendí a mirar a través de esas corazas de colores hasta que se hicieron invisibles a mis ojos. También yo tuve mi pelo largo y mis rastas, pero cuando ya había aprendido que eran adornos y no condecoraciones. Lo más importante es que hice mi propio camino, que no siempre aparece en el mapa de los lugares comunes del hippismo. Por ejemplo, muchos en el Hitchgathering, como ya expliqué, declaraban que vivían sin dinero y miraban con ojos extraños  -aunque siempre con muchísimo respeto- que yo le pusiera precio a mis libros y no los distribuyera gratuitamente a través de una licencia Creative Commons. Antes, me hubiera sentido mal. Ahora tengo mi relación con el dinero mucho más asumida. Aún así, por momentos, me costaba explicarles que no veía nada de malo en el dinero en sí mismo, porque lo obtenía a mi modo, gracias al oficio de escribir que es mi pasión y que veía genial y recomendable que todos los artistas vivieran de su esfuerzo y no a la gorra. Nadie me explota ni exploto a nadie. Bueno, tal vez alguna vez me explotaron un poquito cuando trabajaba 16 horas por día en una fábrica de queso en Irlanda del Norte, pero aún entonces estaba conforme porque gracias a eso pude echar a andar mi sueño. Creo que, al revés, estoy orgulloso de haber pasado por puestos de mierda como guardia de seguridad en el lento camino a la emancipación económica. Tal vez encontrar un lugar saludable en el sistema me parecía más importante que despotricar contra él. Pero quizás por miedo a ofender no le pregunté a algunos de ellos si no consideraban más cómplice del sistema vivir de la seguridad social de los países del primer mundo, es decir, quejarse del dinero y del sistema, pero aceptarlo del mismo sistema.

Y como tapiz de fondo ese pueblo descascarado, esas vacas que tiraban por tierra , como en todo Albania, cualquier esfuerzo de higiene europeizante, por más fuerte que Eros Ramazzoti cantara desde las pantallas de los bares. Algo era seguro, para nosotros, Qeparo fue la bienvenida a otra Europa. Ahora miro hacia atrás a los tres meses viajados en Italia, Alemania, Suiza… y por contraste descubro que todo ese tiempo estuve habituándome a una sostenida tensión —tan constante que al final pasaba desapercibida—, a saber que mis hábitos iban contra la costumbre y la corriente, que siempre había que justificar la "pobreza". Ahora, en Albania, me siento otra vez en la vida real, donde nadie tiene demasiado y por eso nadie nota si uno tiene poco, donde nadie juzga, donde todos pisamos las mismas baldosas rotas. Estamos ansiosos de explorar este país, el segundo más pobre de Europa según las estadísticas, y el que más sonrisas nos ha regalado hasta ahora. Vaya a saber por qué, cuando falta lo primero sobra lo segundo...

Para leer la visión de Laura del mismo episodio, leé su artículo Hitchgathering o qué tan hippie soy.

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CONVERSANDO CON LOS DINOSAURIOS: NOSTALGIA COMUNISTA EN ALBANIA

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¿Quiénes y por qué sienten nostalgia por el comunismo en Albania, un país que sufrió durante 40 años la feroz dictadura de Enver Hoxha? Esta es una crónica escrita tras un mes en el país, basada en una entrevista con ancianos miembros del sobreviviente partido hoy conversaciones con campesinos memoriosos de las miserias de la época.

Sali Muftare parece uno más de los ancianos de sombrero encintado que revuelven las fichas de dominó con aire soberano y beben café turco en pocillos con sus nombres. No es que sus nombres estén escritos, sino que la mujer que lleva treinta años atendiendo la antigua Eshtepía e Oficerave (Casa de Oficiales) de Berat, Albania, conoce las mañas seniles de cada uno de ellos. Sabe que si a Hasan no le dan la taza de ribete dorado con la inscripción “Regina”, esa tarde Hasan no beberá su café. Nadie puede decir con certeza cuándo este grupo de militares jubilados, antiguos perros guardianes de la dictadura comunista de Enver Hoxha, que gobernó el país desde 1945 hasta 1985, comenzó a demostrar semejante apego capitalista por una tacita. Quizás esas manijas de porcelana sean lo último de lo que la vieja generación puede agarrarse ante la caída libre de sus ideales, un último bastión entre la nostalgia y el vértigo.   


 La Casa de oficiales: una máquina del tiempo. A mi derecha, Sali no sólo se cree un iluminado del marxismo-leninismo, sino que además el sol le da literalmente en la pelada.

Sali Muftarees calvo y debe rondar los setenta años. Tiene los gestos pacientes de cualquier otro anciano albanés, pero cuando habla su retórica y sus ojos seguros y directos como trenes nocturnos lo delatan. Quien da sorbos mínimos y metódicos a la taza de café frente a mí es el secretario del buró político del Partido del Trabajo de Enver Hoxha. Cuando en 1992 el offside era evidente y el Partido Comunista renegó públicamente de sus principios y se autoproclamó como Partido Socialista —abriendo paso a las reformas y liberalización del país— los más acérrimos militantes se refugiaron en el Partido del Trabajo. Está acompañado de otro fiel camarada, coronel retirado y miembro del partido comunista desde 1954. Menos corpulento que Sali, tiene más aspecto de abuelo que del comandante que dice haber sido. De su bolsillo asoman dos pares de lentes, para ver de cerca y de lejos. Me pregunto con cuál mira a los jóvenes que festejan su nuevo teléfono celular sobre la calle peatonal, qué lentes usa cuando lo que está fuera de foco es el tiempo. Uno de los camareros del café hace de traductor. Markus es lo opuesto de los camaradas, un joven de 22 años nacido en democracia y ansioso de mundo, al que sólo le quedan tres libros sin leer de todos los que en idioma inglés dispone la biblioteca de Berat. 

—¿Qué es lo que extraña del comunismo?

Sali me mira y se reacomoda en el asiento. Lo hará tras cada pregunta, como un boxeador que espera un gancho sorpresivo de su rival.

—Ahora le voy a dar una información interesante para que reflexione. Cuando el Partido Comunista tomó el control de Albania, el analfabetismo era del 93%. A los campesinos no les alcanzaba para vivir ni tres meses al año. La industria no era conocida. No había casi escuelas ni un sistema de salud. Con planes quinquenales revertimos todo eso. En apenas cinco años había escuelas hasta en el último pueblo y en 1972 toda Albania tenía electricidad. Todos teníamos trabajo y había seguridad, eso es lo que extrañamos.


                       Mientras hablaba, Sali hojeaba el periódico -¿debo decir fanzine?- del partido.

Luego le clava a Markus una mirada periscópica, hunde un dedo pesadísimo sobre mi cuaderno y le ordena que me ordene que escriba lo que acaba de decir. El secretario del partido ha jugado las predecibles cartas fuertes en la primera ronda. Como en todo comunismo, tener la panza llena y saber escribir es lo más importante, más no sea para enunciar tu amor por el dictador de turno con ortografía correcta o componer himnos patrióticos. Como si hubiera adivinado los pensamientos tras mi silencio, Sali añade:

 Si hoy le preguntas a un joven qué es lo que más desea te responderá: quiero más dinero, libertad e independencia. ¿Pero de qué sirve la independencia cuando no encuentras trabajo?

No me sorprende en absoluto el canje extorsivo de pan por sumisión, y la confusión entre enseñar a leer y escribir y enseñar a pensar. Creo que la independencia en sí misma, es decir, la capacidad de hacer rentable tus propias ideas es madre de todo trabajo posible, pero prefiero callar para ver hasta dónde llegan. Están tan entusiasmados por esta exótica entrevista para un medio argentino que se pelean por hablar. Temo que si les pateo algunas columnas retóricas la hipertensión se los lleve en ambulancia.Además, acaban de pedir una ronda de café turco y raki, un licor de ciruela casero que desgarra esófagos a lo ancho y a lo largo de Albania, y sería muy poco polite, muy poco camarada ir al choque. 


  Berat, la ciudad donde tuvo lugar la entrevista, es Patrimonio de la UNESCO por sus casas escalonadas de la era otomana. En esta ciudad, nos quedamos 15 días.

El comunismo de Enver Hoxha era quizás el más radical y celoso de toda La Internacional. Nada debía entusiasmar a los corazones proletarios más que el glorioso futuro del partido y por eso, en vez de coquetear con persuasiones y medias tintas, en 1967 Hoxha declaró a Albania el primer país ateo de la historia. Cientos de iglesias y mezquitas en todo el país fueron destruidas. A los albaneses, portadores de un Islam nominal al que habían sido convertidos a la fuerza por las mismas hordas otomanas que tomaron Constantinopla, no les costó demasiado desarrollar la más laica de las apatías.

Cuando Hoxha estaba en el poder, Albania no se arrodillaba ante nadie Dios ni ante Moscú, ante nadie– culminó Sali como si Dios y Moscú hubieran sido las 
dos amenazas máximas de Albania.

Mientras Cuba y otros países, crecientemente boicoteados por embargos internacionales en los sesentas, se prendían a la gran teta soviética, Albania cortaba lazos con Moscú de forma voluntaria y buscaba ordeñar su propia vaca. “Los albaneses comeremos pasto antes que vendernos por 30 piezas de plata”–había declarado Hoxha. Ante sus ojos puristas, Kruschev era un revisionista, un derrotista que había acudido al parche del socialismo de mercado. Así, tras una fallida alianza con China, Albania fue quedando cada vez más sola incluso entre los aislados países del otro lado de la cortina de hierro, y Hoxha fue encaneciendo montado en su propia espiral de paranoia. Convencido de que lo iban a invadir, no importaba si los chinos o los norteamericanos, mandó a construir 700.000 bunkers de concreto que aún asoman por toda Albania. Fueron atacados por la maleza y por los grafities antes que por cualquier marine.


Incluso frente a una granja en un paraje olvidado, uno puede encontrar un bunker. La historia que vivimos con Lau en una de esas casas "defendidas" por bunkers, quizás se las cuenta ella en su blog. Aunque esa historia da para un libro aparte.

¿Alguna vez llegaron a usarse los bunkers? – pregunté sabiendo que no.

Fue entonces que Sali pareció hacer un gesto paternal de permiso y dejó hablar al camarada cara de abuelito. 

No, pero estábamos listos para pelear ante el último hombre. El camarada Hoxha había proclamado que nunca más nos volverían a conquistar…

Los bunkers eran desalmados iglúes de concreto con una mustia ranura pensada para contemplar el apocalipsis o para causarlo. El ingeniero que los concibió tuvo que probar su fe en el diseño permaneciendo dentro mientras el bunker era bombardeado por un tanque. Pero al parecer hubo un error de cálculo, y ningún invasor se presentó a la cita a reclamar sus reservas mundiales de yogurt y rebaños de cabras.  

El supremo camarada había pedido que todos los albaneses que pudieran erguirse sobre sus piernas debían armarse y defender el marxismo-leninismo desde un bunker. Teníamos suficientes bunkers para acomodar a toda la población, a razón de cuatro personas por refugio.

Markus me mira y revolea los ojos. No puede evitar traducir sin editar y agrega:

Dice eso pero es mentira, nadie se hubiera sacrificado. Ahora soy yo el que te voy a decir unos datos para que reflexiones: la gente vivía en la miseria y colgaban retratos de Hoxha por miedo a ser encarcelados por la Sigurimi—policía secreta—. Ellos asesinaron a más de 6 mil personas. ¡Ya ni siquiera buscamos sus huesos!  Los albaneses vivíamos en el terror, si te sorprendían escuchando una emisora extranjera, podían condenarte a trabajar en una mina de carbón durante 10 años. Tenías que atar a los perros para que ladren y recién ahí sintonizar con volumen mínimo los programas de la RAI italiana, que era el único canal del mundo exterior que llegaba.

Sali y su camarada, pensando que Markus seguía traduciendo su amor por la hoz y el martillo, sonrieron con todo el brillo de sus ortodoncias postizas.

Tampoco te lo van a decir —añadió— pero para lo único que sirven esos bunkers ahora es para que los albaneses más pobres tengan donde perder la virginidad. ¡Esa fue su única contribución al proletariado!


Este bunker quedó en medio a la ciudad. Me metí dentro para imaginarme que se debió haber sentido ser un soldadito de la Guerra Fría. Esto es lo que se veía desde la mira donde antes calzaría una Kalashnikov: ¡gente de shopping!

Hemos visto bunkers en los sitios más inusuales, junto a carreteras de montañas y en la misma playa, cerca de Himare. Su ubicuidad me recuerda algunos textos de Foucault y su idea de lo panóptico. Un gran hermano soviet de hormigón, un sutil recordatorio de que, ante todo, había que defender la revolución. Coherentemente, muchos edificios que parecen no mantenerse en pie cuentan —todavía—con refugios antinucleares en sus sótanos, y redes de túneles misteriosos se abren paso dentro de las montañas. Es curioso: tras sostener los puños en guardia durante 40 años en los que obtener una visa de Albania era imposible, hoy Albania es uno de los países más American-friendly del mundo. Los norteamericanos pueden quedarse hasta un año sin necesidad de tramitar permisos ni visados. 

Si la gente era tan feliz ¿por qué decidió cambiar de sistema? – me animo a preguntar luego de darle un sorbo profundo al raki.

La pregunta es un poco mordaz, y Sali me mira con cara de “te la tenías guardada”. Después traga saliva, mira a un punto fijo detrás de mí y con el aire filosófico que le confiere esa búsqueda de horizonte hace la prueba a responder:

Los pueblos son pueblos, son gobernados y confían en sus líderes. La población no fue consultada si quería o no cambiar de sistema. Los problemas económicos abalanzaron el cambio…

Su respuesta es completamente tautológica y no explica por qué había problemas económicos en el mundo de la abundancia proletaria. Pero lo alucinante viene después. Para remontar la situación, Sali se pone de pie y en tono castrense hace su propio plebiscito, dirigido a una población septuagenaria de jugadores de dominó.

¡Levante la mano el que quisiera que regrese Enver Hoxha!

Lo que queda de los camaradas levanta la mano hasta donde la artritis se los permite, sin entender muy bien la naturaleza del llamado pero respetando al antiguo coronel. Un hombre se acerca a nuestra mesa y susurra:

Si tuviera cuatro manos, las levantaría las cuatro.

En el mismísimo nido del águila, donde el tiempo es un insecto en formol, el referéndum comunista es un éxito. Tengo la sensación de que, en realidad, el comunismo es la máscara local de la universal añoranza que tienen los ancianos por su juventud. Quizás lo que extrañan sean sus años guapos, cuando lucían uniformes con galones y las damas consideraban el más grande de los honores poder acompañarlos en la otrora suntuosa eshtepería. Sobre todo, extrañan ser la clase detentora del poder. No veo jóvenes. Los jóvenes eran los primeros en ser reprimidos y encarcelados por cualquier idea o manifestación emocional o artística. Por sólo decir la palabra “Europa” te acompañaban a la comisaría. Como consecuencia de este deseo contenido, más de un millón de ellos emigraron de todas las maneras imaginables después de 1991. Aunque en Sudamérica la rebeldía de muchos consistía en soñar un comunismo para tirarle una piedra con el alma a las botas de derecha, al Este de la Cortina de Hierro no había guitarras eléctricas sino palas y trabajos forzados para los que soñaban. 


                       Los padres de Jimmy, nuestro anfitrión, en la aldea de Sharez

No veo tampoco  a nuestro alrededor ex granjeros ansiosos de regresar a las granjas colectivas. En los pueblos de Albania conversé con numerosos campesinos que habían vivido la época comunista y que recordaban muy bien lo que era vivir arriando vacas ajenas y poder tener, solamente, una vaca y cinco ovejas para usufructo familiar. Parece ser que eso de que “las penas son de nosotros y las vaquitas son ajenas”, es algo que infligieron los oligarcas capitalistas y los comunismos por igual.

Pobres, ellos no saben las miserias que pasamos.

Eso había dicho un anciano, antiguo mecánico de tractores en la aldea de Sharrez, a su hijo, quien nos estaba alojando. Mientras bebíamos café turco servido junto al infaltable copita de raki en una coqueta bandeja, me contó que había tenido una sola camisa por cuatro años, que pasaba el día en los campos sólo para regresar a su casa con un pan para cada integrante de la familia. En Vejze, otra aldea, Paulo, un hombre que había terminado emigrando en un gomón hasta las costas italianas, hizo una detallada catarsis. Me relató los gramos mensuales de manteca, de azúcar, de carne, que podía reclamar cada familia sin ir a la cárcel.

¿Y no podías tener animales sin que se dieran cuenta?
- Sí, algún que otro chanchito de más teníamos. El problema es que el gobierno mandaba soldados a controlar que no hubiera chanchos escondidos en los patios. Y era un problema, porque los chanchos hacen mucho barullo.
¿Y qué hacían?
Los emborrachábamos, les dábamos raki con una mamadera.



De regreso en la cafetería bolchevique, un hombre calvo y de camisa impecable pasa repartiendo una mirada severa pero perdida entre las mesas, se choca con la camarera que se deshace en mil perdones, y continúa con paso inspector. Markus le ha servido café mil veces:

Era un hombre muy importante, durante el comunismo había en toda Albania 28 mil oficiales del ejército, pero sólo 100 tenían rango como él.

Empiezo a entender a la casa de oficiales como el último reducto de una jerarquía, la última pasarela donde aún se respetan los antiguos títulos y medallas de quienes pregonaban la igualdad.  Todos tenían  las mismas oportunidades, es decir, ninguna. La oportunidad personal, la capacidad de hacer rentables tus capacidades e ideas y de obtener un rédito económico en base a tu esfuerzo personal, era algo así como un pecado en un sistema más preocupado por la homogeneidad que por la felicidad. Pero parece que el ser humano no es feliz cuando se siente apuntado con un arma para vestirse como su vecino, sino cuando puede echar a volar su imaginación, crear una obra de arte o una empresa. Por eso, tampoco hay jóvenes en la cafetería. 

¿Cuántos afiliados tienen?
Muchos… — Neo intenta hacer trampa y esquiva las preguntas como balas.
Dígame un número. ¿Cuántos cree Usted?

Acorralado, Sali parece estar midiendo mi cara de zonzo para ver hasta dónde me puede mentir. Obligado a responder, murmura que unos ochenta mil, dice algo sobre un dos por ciento y relojea como va la partida de dominó en una mesa cercana. Sin embargo, pronto se olvida de los votos. En el giro, la calle peatonal cercana, un grupo de chicas muy coquetas se ha puesto a ensayar un esquema con música de Britney Spears. Markus me dice que son chicas locales que participan de una actividad del Cuerpo de Paz, una ONG norteamericana. Las chicas bailan en la vía pública con pancartas contra la violencia de género. Lo hacen en una ciudad albanesa de provincia donde las mujeres adultas lucen ochentosos vestidos estampados y las jóvenes pasan de la virginidad adolescente al compromiso matrimonial tras el primer beso. Sali y el resto de los camaradas se desinflan por un segundo de tanto marxismo leninismo y dejan caer la mandíbula. Su vista ya no advierte el futuro del proletariado sino la suspensión plástica de la belleza sobre el pavimento del giro. The final day when leaders met cheerleaders.


Similares contrastes nos roban los ojos en Tirana. El bloku, antiguo barrio residencial de la cúpula comunista donde ningún albanés corriente podía aspirar a entrar, es hoy una zona de bares chill out, donde no faltan locales de Swarowski y más de uno llega en Porsche. Dicen que cuando el bloku abrió sus puertas al público en 1991, los albaneses lloraban de rabia al constatar que quienes los alentaban al sacrificio vivían rodeados de lujos. No tardaron en bajar las estatuas de los próceres soviéticos de sus pedestales. Todo bronce incorrecto fue descatalogado y relegado a oscuros galpones. En el patio de un ministerio (foto de apertura) divisamos un grupo de estos héroes derrocados compartiendo el olvido y custodiados por un guardia de seguridad que no nos deja acercarnos a menos de cien metros. Se puede reconocer a Stalin con su reciedumbre y su capa al viento, a dos pasos un Lenin con su brazo mutilado ya no señala ningún rumbo. Lo más intrigante es un busto embalado y asfixiado por una sábana blanca, que se encuentra entre los dos primeros. Es una de las últimas estatuas de Enver Hoxha. ¿Fue cubierta para que nadie más la vea en una maniobra de aniquilamiento simbólico, por alguien cansado de verlo en todos los segundos, en todas las visiones? ¿O habrá sido el gesto piadoso de un viejo correligionario, que prefirió vendarlo para que no notara los cambios que ocurrirían, inevitablemente, en Albania? Markus me cuenta de un pueblo de montaña donde los ancianos escondieron la estatua de su líder en el sótano y la taparon de paja, confiando en que futuras generaciones volverían a apreciar el comunismo a la vez que dando un ejemplo de cómo hacer compost y criogenia al mismo tiempo.




Cerca del ministerio hay una pirámide de vidrio y hormigón, una rara cruza de Louvre y plan de viviendas. Fue construida en 1988 como museo dedicado al difunto dictador, pero terminó siendo una discoteca llamada “La Momia”, nombre muy apropiado para alguien cuya memoria sería honrada en una pirámide. Hoy, clausurada y repleta de esténcils, sirve para que los adolescentes trepen sus aristas y miren por un minuto a esta ciudad de promesas desde arriba. Un resto fósil del comunismo paradójicamente reciclado como simulador del ascenso social. Pero del rojo no se pasó al rosa. La gente perdió todos sus ahorros en 1997 cuando unos extraños planes de ahorro colapsaron dejando la economía en la ruina. Hubo saqueos en todo el país, surgieron mafias dedicadas al tráfico de cigarrillos, de autos de alta gama robados en Alemania, de personas. Muchas granjas colectivas se convirtieron en plantaciones ilegales de marihuana. Ahora, sin bunkers ni prohombres de hierro, Albania busca aprender las reglas del juego e integrarse en la Unión Europea. Eso sí, una Europa con vendedores de choclo en sus aceras y vacas que vagan libres por las carreteras bacheadas. Me pregunto si lograrán hacerlo sin perder la dignidad y la simpleza en el camino, o si pasarán —a la europea— de la miseria al materialismo, de montar a pelo un burro a quejarse de que el Mercedes Benz es usado. 

Nadie tiene las respuestas porque, claramente, estas son mis preguntas, no las de los albaneses. Los adolescentes trepados a la Pirámide sueñan con emigrar a Italia si algún día su país ingresa en la eurozona. (Las remesas de los emigrados son uno de los principales ingresos de Albania). 

Sali Muftare y su fiel camarada piden permiso para retirarse de la entrevista y volver a jugar al dominó con sus amigos, casi confiando en que algún encastre jeroglífico de sus fichas les revelará un antídoto contra ese otro dominó viscoso que los acecha a ellos, a sus estatuas y a sus pocillos de café.


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CONSEJOS PARA VIAJAR A AFGANISTÁN: SEGURIDAD Y RIESGOS

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Este post intenta compilar consejos, datos útiles y recomendaciones para viajar a Afganistán, teniendo en cuenta las zonas de riesgo y la precaria seguridad del país. Para las almas aventureras, este desértico país montañoso es sinónimo de desafío y adrenalina. Como autor de Vagabundeando en el Eje del Mal- Un viaje a dedo en Irak, Irán y Afganistán, recibo consultas con frecuencia: ¿Es seguro visitar Afganistán? ¿Cuáles son los riesgos? ¿Me van a secuestrar? ¿Dónde saco la visa?    


¿Por qué escribo esta guía? Tuve la oportunidad de cruzar el país a dedo aldea por aldea a lo largo de 1385 km. El motivo de mi viaje fue documentar la hospitalidad e ir más allá de los estereotipos mediáticos que sólo hablan de guerra y terrorismo. Nunca me imaginé que el libro con dichas crónicas llegaría a su tercera edición y a los 8 mil ejemplares vendidos. Mi libro no niega la existencia de grupos terroristas, sino que demuestra lo solidarios que son los afganos comunes y corrientes, a pesar de los primeros. Esta guía es un complemento práctico al contenido humano y filosófico del libro. Escribirla no fue fácil, porque me veo en la obligación de describir peligros y situaciones complejas que disuaden más de lo que animan a viajar… pero sería irresponsable subestimar los riesgos. Afganistán es, actualmente y más que cuando yo lo visité, una zona de guerra.

Creo sin embargo que viajar a Afganistán podría ser posible para viajeros intrépidos, con experiencia y versatilidad para lidiar con zonas difíciles, sin infraestructura, y con mucha rapidez para la adaptación intercultural. Es fundamental aprender a hablar farsi o pashto y contar con información de último momento. Más allá de esto, cada uno sopesará sus capacidades.

Quiero agradecer al viajero boliviano Alfredo Paredes, quien después de leer "Vagabundeando" se animó a recorrer Afganistán y pudo salir vivo para contarlo y enriquecer esta guía.


+ Visado de Afganistán:



Como la mayoría de las nacionalidades, los argentinos necesitamos visa para entrar en Afganistán. Obtuve mi visado en la Embajada de Afganistán en Ankara, Turquía. Era válido por 30 días, y pagué por él U$S 30. No me solicitaron ninguna prueba de fondos, billetes aéreos ni seguro médico. Sólo dije que entrarían al país por tierra desde Irán y que saldría hacia Pakistán. Eso sí, me pidieron una Carta de Invitación. No entren en pánico, es sólo una carta que tramitan en la Embajada Argentina en Ankara donde ellos le piden a la de Afganistán que te asistan en la solicitud de visa. Si la embajada argentina no les hace caso, deberán pagarle a una agencia de viajes para que les emita una carta, en inglés conocida como letter of invitation (y abreviada LOI). Es posible extender la visa por única vez en Herat, Kabul y Mazar i Sharif, por un precio que va de U$S 10 a 50 según la honestidad del funcionario de turno. La visa es usualmente negada a las mujeres que viajan solas. Ultimo momento: en Estambul dicen que no están pidiendo carta de invitación.

Al entrar al país, por aire o tierra, deberán presentar dos fotocarnets y llenar una Foreign Registration Card que les van a pedir cuando salgan. Este nuevo requerimiento es vago, y no queda claro en cuales fronteras aplican y en cuáles no. (en la frontera de Irán a Herat no es necesario)  

Otros sitios para conseguir la visa afgana: Si vas a entrar desde Tajikistán se puede obtener en un día en el consulado de Khorog. Si entrás desde Pakistán, antes se podía conseguir en Peshawar, pero ahora parece que solamente se realiza el trámite en Islamabad. En la India, se puede tramitar en Nueva Delhi, pero es posible que les pidan una autorización de una agencia de viajes. También es posible obtenerla fácilmente en Dubai.

+ Cómo llegar a Afganistán: fronteras.

Por tierra: no todas las fronteras que aparecen en los mapas están abiertas para extranjeros, y la situación puede cambiar de un año para otro.

Desde Irán:

De Mashhad (Irán) a Herat (Afganistán): es el cruce más usado para los que vienen desde Irán. La ruta está asfaltada a ambos lados de la frontera, situada en Islam Qaleh. Desde allí, son 2 hs en taxi compartido o dedo hasta Herat. Esta frontera cierra de noche. Es quizás la más segura para ingresar al país y la que yo usé. Un taxi desde la terminal de Masshad hasta Herat cuesta u$s 30. Salen a las 5 am y llegan a la 1 pm. 



De Milak (Irán) a Zaranj (Afganistán): Ni se les ocurra. Las provincias del sur de Afganistán deben ser evitadas a toda costa.

Desde Turkmenistán:

De Tawraghudi (Turmenistán) a Serkhetabat (Afg): Se trata de una buena ruta de asfalto. Por seguridad conviene cruzar a la luz del día.  Un taxi compartido hasta Herat debería costar alrededor de 5-10 dólares.

Desde Uzbequistán:

De Termez (Uzbequistán) a Hayratan (Afg): esta entrada te deja a sólo una hora de Mazar-i-Sharif.

Desde Tayikistán:

De Dushanbe (Taj) a Kunduz (Afg) hay una buena ruta, con transporte público disponible a ambos lados de la frontera, en la que se encuentra el Friendship Bridge.

De Khorog (Taj) a Shegnan (Afg):  en esta frontera hay un puente que abre de lunes a viernes de 9 a 12 am y de 1 a 4 pm. De junio hasta el comienzo del invierno se puede continuar hasta el Lago Shiva y Baharak.

Desde Ishkashim (Taj.) a Eshkashim (Afg): en el Corredor Wakhan: Este es, junto con el de Herat, una de las formas más seguras de entrar a Afganistán. Además de la visa afgana van a necesitar un permiso específico para el Corredor Wakhan si quieren ir más alá del pueblo de la frontera. El permiso se tramita en Eshkahim, en una agencia de viajes y cuesta unos U$S50.

Desde China:

En los mapàs van a ver que hay frontera, pero el Paso de Wakhjir (4923 m) no está abierto para extranjeros. Nadie cruzó por este paso desde 1940.

Desde Pakistán:

El Paso de Khyber que usé en mi viaje está actualmente cerrado para extranjeros por motivos de seguridad, lo que cierra completamente la posibilidad de cruzar de Afganistán a Pakistán o viceversa. Por ende, si entraron desde Irán, van a tener que salir por algunos de los “stans” del norte o tomar un avión a Pakistán, en el caso de que tengan una visa de ese país, cosa que es difícil ya que sólo te las dan en tu país de residencia y no en terceros países. Es triste, porque esto complica muchísimo la posibilidad de llegar a la India por tierra.

En avión: Kam Airvuela a Kabul desde Delhi, (India) por U$S 350 ida y vuelta,  Dushanbe (Tayikistán) por U$S 200 ida, Hangzhou (China). Moscú y Dubai. Desde Islamabad se puede volar con Safi Airways por u$s 150 ida.  También pueden revisar Ariana Airlines (la aerolínea nacional, conocida como Imshallah Airlines, por la liviandad con que cancelan o demoran vuelos sin previos aviso)


+ Mejor época para visitar Afganistán

Los mejores meses son abril, mayo y septiembre. Durante el verano, las temperaturas en Kabul y las zonas centrales y del norte anda por los 30ºC. Durante el invierno las temperaturas llegan a 0ºC y la nieve cubre buena parte del país.  Los 21 de marzo es Novruz, año nuevo según el calendario persa, y todos los hoteles están al tope. SI van para esas fechas van a tener que reservar.

+ Dinero.

La moneda de Afganistán es el afghani (AFA) y el cambio es de aproximadamente de 57 AFA por un dólar. Miren el cambio exacto por internet y cambien en la primera ciudad grande a la que lleguen. Es casi imposible cambiar dinero en zonas rurales. Aunque hay monedas de 1,2 y 5 AFA lo único que se ve en circulación son billetes. Sólo hay cajeros en las ciudades principales, y pagar con débito o tarjeta de crédito es imposible salvo en establecimientos de lujo, que pos cierto sin escasos. En Afganistán el costo de vida es bajo, se puede comer por U$S 1-2.  El regateo es un costumbre nacional. Cajeros automáticos en Afganistán: Sólo en Kabul funcionan al 100%, especialmente en la zona de Shar-e-Now. 

+ Idioma

Los idiomas oficiales de Afganistán son el pashto y el dari, un dialecto del persa. Si venís de Irán y aprendiste algo de persa, te va a servir perfectamente. El dari se habla más en la mitad norte del país, por las etnias tayika, uzbeca, hazara, etc. En el Sur y el Este del país, pashto es la lengua predominante. Algunos afganos pueden hablar hindi básico porque vivieron en campos de refugiados en Pakistán, y por la popularidad de las películas de Bollywood.

+ Seguridad y riesgos al viajar a Afganistán:



                                        En un campo minado a las afueras de Herat.

Contexto histórico: Afganistán se encuentra en un estado de permanente conflicto desde la caída del régimen talibán en 2001 y, en realidad, desde hace 30 años. Los milicianos se retiraron a las provincias del sur del país (Helmand, Qandahar, Paktika) desde donde realizan incursiones y ataques contra las bases de las ISAF (International Security Assistance Forces) establecidas por los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, así como contra la policía, el ejército, y las autoridades civiles afganas en el resto del territorio nacional. Los extranjeros (personal humanitario, periodistas y viajeros) han  sido también blanco de ataques, secuestros y asesinatos. Aún así, se pueden minimizar estos riesgos siguiendo los consejos de esta guía. Atención: la coalición liderada por EE.UU planea retirar sus tropas hacia finales de 2014, por lo que se espera que la situación más violenta de la mano de una revancha talibán, como explica este reciente artículo.

¿Debería viajar a Afganistán? Esa es la pregunta que nunca les voy a responder. Visitar este país implica un riesgo pequeño pero potencialmente enorme. Si su corazón viajero les dicta tomarlo, allá vamos… Tienen que estar absolutamente seguros de por qué van a Afganistán, y estar preparados para la eventualidad de que no regresen. Lo más seguro es que entren y salgan tan rápido que con su ángel de la guardia bastará, especialmente si se trata solo de una rápida visita a Kabul. Pero la realidad es que una vez que entren, no hay ningún itinerario o ruta completamente segura, y deberán guiarse por una combinación de información actualizada e intuición. En la mayor parte del país el control de las autoridades es relativo o sólo nominal. Yo soy un optimista que cree en el ser humano, y por eso hice mi viaje y sólo encontré gente buena, pero es mi deber en esta guía contarles el panorama lo más objetivamente posible. En Afganistán todo puede cambiar de un minuto para el otro. Por eso, no les puedo garantizar nada, usen esta información según sus propios criterios y a su propio riesgo.

¿Cómo se siente estando en el país? Afganistán parece el sitio más pacífico del mundo hasta que algo sucede. En Sudamérica, uno puede ver al peligro acercarse, al menos nosotros los latinoamericanos estamos curtidos en eso, detectamos los indicios, desde la edificación y las calles y zonas donde no te late caminar,  hasta las distintas clases de miradas, porque conocemos las deformaciones que injerta la pobreza en el alma humana. Pero en Afganistán sucede lo opuesto. No hay manera de saber que el peligro se aproxima. Si están siendo vigilados para ser blanco de un secuestro, no lo sabrán hasta que sea demasiado tarde.

Los riesgos, uno por uno:


                                 De Kabul a Bamiyan tomamos, por error, la ruta más peligrosa.                          
* Robos. Los robos no son un problema en Afganistán, que de hecho tiene una tasa baja de criminalidad, como todo país musulmán.

* Atentados suicidas: es lo que a la gente más se preocupa pero a la vez lo más raro. Hay que tener demasiado mala suerte para estar en el lugar y momento justos en que explota una bomba. Esto suele suceder, por lo general, en Kabul o las ciudades del norte. Si van a pasar demasiado tiempo en la ciudad conviene evitar pasar mucho tiempo en pasar demasiado tiempo cerca de edificios gubernamentales y embajadas extranjeras. Eviten las aglomeraciones de gente, y si escuchan una bomba, no se acerquen por curiosidad, porque suelen ser atentados secuenciales. Si hay un alerta y los trabajadores extranjeros son evacuados, dejen la ciudad con ellos.

* Secuestros y atracos ruteros: es el riesgo más serio que enfrenta un viajero. Abajo está la posición oficial de los talibanes frente al tema de los turistas. En teoría Argentina queda fuera del lote, pero no queda claro hasta qué punto el ser parte de Occidente no nos mete en la misma bolsa.

“Es parte de nuestra estretegia de guerra secuestrar ciudadanos extranjeros cuyo país tenga presencia militar en Afganistán, y que hayan ingresado sin el permiso del Emirato Islámico de Afganistán” dijo hace poco Zabiullah Mujahid, el portavoz de los insurgentes del norte, por teléfono en una ubicación confidencial.

Ruta Sur (Herat-Kandahar-Kabul): como el sur es bastión talibán, está ruta es la boca del lobo, incluyendo las grandes ciudades. Cualquier sitio debajo de la línea imaginaria que une Herat con Kabul es suicidio. Sólo conozco de un mochilero que la cruzó disfrazado de campesino sordomudo. Si me lo presentan le beso los pies.

Ruta Central (de Herat a Kabul via Chaghcharan): aunque la zona está poblada por tajiks y otras etnias contrarias a los talibanes,  aquí hay riesgo de secuestro por parte de mercenarios pagados por estos. Cuando crucé el país por la Ruta Central desde Herat a Kabul, hace algunos años la gente ya me decía que no lo intentara, que las mismas autoridades no podían hacer esa ruta sin recibir varios balazos. Yo no tuve inconvenientes, pero según distintas fuentes, la situación ahora es realmente complicada.


                                 La Ruta Central, 1460 km mitad mirando el mapa, mitad al cielo.

Ruta Norte (de Herat a Kabul via Mazai Shariff) Mazar es segura pero la ruta que la conecta con Herat es riesgosa. Hay que investigar el tema minuto a minuto. Hace pocas semanas, los talibanes estaban realizando controles carreteros ilegales en la provincia de Kapisa, en el Noreste del país. Una vez fusilaron a todos los integrantes de un bus. Estas acciones insurgentes son impredecibles, pero tampoco suceden todo el tiempo. Digamos que es la opción menos peor. Duración: 2 días. 

En la ruta de Kabul a Bamiyan, y en toda la zona del Hazarajat el riesgo es mediano. El pueblo de Bamiyan en sí es en general seguro, lo mismo que los lagos Bande Amir a los que se puede llegar por tierra desde Bamiyan. De Kabul a Bamiyan hay dos rutas, la que va por el sur a través del paso Hajigak en la Provincia de Wardak es la generalmente usada por el transporte público. Es más corta pero más peligrosa que la variante por el norte. (Una pareja canadiense desapareció acá en 2013) Lo recomendado para los que se animen a viajar por tierra es cubrirse el pelo, boca y nariz con un pañuelo al estilo afgano, no hablar y mantener un perfil bajo. Una vez en Bamiyan están a salvo. La ruta por el norte parte desde Charikar, pasa a la provincia de Parwan y usaq el paso Shibar (2900m). Es más segura pero no hay transporte público.

* Minas antipersonales: son una gran amenaza a nivel nacional pero no deberían ser un riesgo para el viajero si se observa un mínimo de precaución. Las zonas propensas son alrededor de los complejos de la Policía  Nacional, al costado de cualquier ruta, en canales de irrigación o lechos de ríos secos. Según mi opinión, no hay tanto peligro si uno anda por sendas marcadas, sin alejarse más de dos metros de los caminos o banquinas en zonas no urbanas. Lo torpe sería hacer caminatas por las montañas fuera de los pueblos o en zonas agrestes. Las siguientes rutas son seguras, debido al gran tráfico.

Algunas rutas casi 100% libres de minas antipersonales por su gran tráficoson:

Kabul- Mazar i Shariff
Pul i Kumri  - frontera con Tayikistán.
Islam Qaleh – Herat

Un secreto para viajar seguro: mi estrategia durante mi cruce de Afganistán fue moverme rápido. Es decir, nunca me quedé más de 3 noches en ningún sitio y por lo general una sola noche. Al viajar a dedo, siempre a bordo de vehículos distintos, mi presencia era siempre repentina e impredecible, y esa rapidez era mi único blindaje. Se supone que detrás de un secuestro hay un mínimo de planeamiento… Por esta misma razón hacer un viaje en bicicleta es una opción suicida. En tu propio vehículo, de dos o cuatro ruedas, vas rápido, pero te volvés demasiado visible.

+ Las opciones más seguras para viajar a Afganistán.




Como regla, la mitad norte de Afganistán es relativamente segura en relación a la actividad de los talibanes. Las ciudades más seguras de Afganistán (a fecha agosto 2014) son Mazar-i Sharif, Balkh, Herat, Bamian y alrededores, y el Wakhan Corridor. Pero las rutas que conectan estos sitios son muy inseguras y sujetas a impredecibles controles de comandos talibanes. Si querés darte una vuelta por Afganistán sin arriesgar casi nada, aquí algunas ideas.

- Volar a Kabul, de allí tomar otro vuelo a Bamiyan para ver los Budas y explorar los lagos de Band-e-Amir por unos días y todo viceversa hasta Kabul.

- cruzar la frontera desde Tayikistán en Ishkashim y pasar unos días en el hermoso y aislado Corredor Wakhan, que es la única zona de Afganistán sin influencia talibán. Luego regresar por donde vinimos. Será grande la tentación para ir a Kabul, pero la ciudad con aeropuerto más cercano es Fayzabad, y la ruta de Ishkashim a Fayzabad es campo de batalla de la insurgencia talibán que tiene focos en la zona de Warduj. El problema del Corredor Wakhan es que, al no haber carreteras ni población civil con vehículos, los jeeps de quienes se dedican al turismo están cobrando de U$S 200 a 400 por un tramo de 100 kilómetros. Y no es que te ven la cara de gringo, realmente esa es la tarifa.

- cruzar desde Uzbequistán y visitar Mazar-i-Sharif, y volver sobre tus pasos.

- hacer lo mismo desde Irán hacia Herat.


+ Transporte público:

Si deciden viajar por tierra, hay múltiples opciones de transporte público. Este consiste normalmente en minivans Toyota Hi Ace o taxis Corolla, aunque también hay viejos colectivos Mercedes.Las primeras cobran a razón de un dólar cada hora de viaje, y los primeros un dólar cada tres kilómetros. Ejemplo: la minivan de Kabul a Bamiyan vale unos 400afghanis (después de regatear) por unas 8 horas de viaje, mientras que el viaje de Kabul a Mazari Shariff en taxi puede costar unos 100 dólares. (y en bus, de u$s  12 a 20)  No hay una sólo estación de buses en Kabulsino varias plazas de partida con los choferes gritando sus destinos y saliendo una vez llenos (sino horarios). Los buses y minivan que salen hacia el norte salen desde el Serai Shomali Transport Depot, ue queda en el distrito Khair Khana, a 20 minutos de taxi del centro. Los que van para el lado de Pakistán, salen del Begrami Motor Park en las afueras de Kabul ya en ruta hacia Jalalabad. Si vas a Bamiyan, tenés que llegar a Kote Sangi en el oeste de la ciudad.

Prepárense para viajar como sardinas, porque cuando en Afganistán dicen que los taxis son compartidos realmente lo son, he visto gente viajando hasta en el portaequipajes de los Corolla rural.


                   La palabra "Moderno" se puede aplicar a cualquier artefacto posterior a 1970...


                             Claro que siempre hay opciones para los viajeros "vintage"

Vuelos internos: lo único seguro en este momento es tomar vuelos internos, aunque mata la aventura.  Aerolíneas como East Horizonsvuelan a muchas ciudades, por ejemplo,  de Kabul a Bamiyan por U$S 200 (ida y vuelta). También están Safi Airways (Herat, Kandahar, Mazari Shariff), Pamir Airways (Fayzabad, Herat)  y por supuesto las dos aerolíneas más grandes del país, Kam Air y Ariana Airlines (la de bandera).

+ Hacer dedo en Afganistán

Aunque Afganistán es el país con menos automóviles per capita (1/000) fue así como hice el 100% de mi viaje. El tiempo promedio de espera es de 45 minutos. Los camioneros pueden pedir dinero, por lo que hay que aclarar antes que no tenemos dinero (pul ne daram)Lo más común es viajar en camiones Kamaz de fabricación rusa, o en camionetas de ONG (que es lo ideal, porque si van en rutas de ripio, los camiones van a 20 km/h. En algunas ocasiones, la policía me escoltó mientras hacía dedo, quedándose a mi lado haciendo nada, pero mostrando su fusil. Los policías que yo me crucé fueron educados. Una vez me dijeron que entre a su “oficina” que era una carpa al costado del camino, pidieron mi pasaporte por curiosidad más que nada, y cuando pensé que me pedirían una coima, me trajeron una lata de gaseosa y me regalaron un dólar en moneda pakistaní (estaba yendo a la frontera y aún no había cambiado dinero).  Para consejos generales para viajar a dedo, lee esta guía práctica.



+ Comida

La base de la comida afgana es el arroz y la carne de cordero, que generalmente viene en formato “kebab”, es decir asada a la parrilla y servida en pan. El pan (naan) es uno de los más perfumados y crocantes que probé en mi vida. Los afganos podrían escribir un catálogo o un himno con las distintas modalidades de preparar el arroz, pero el más tradicional es el qabali palau, preparado con cordero, azafrán, zanahorias y uvas. También vale la pena probar los postres, confeccionados con frutos secos.


                           Algo que no van a necesitar en Afganistán son cubiertos...

La bebida nacional es el chay, el te servido a toda hora y lugar. Las bebidas alcohólicas están prohibidas por las leyes islámicas, pero son toleradas en algunos restaurantes caros de Kabul.


+ Alojamiento en Afganistán

Con un bajo presupuesto (aprox. U$S 5) se pueden conseguir habitaciones privadas con baño compartido  y comodidades básicas que apuntan más a viajantes y comerciantes locales que a turistas. En los pueblos más pequeños las pensiones tienen a ser más básicas todavía, llegando a constar a veces de colchonetas en el suelo. A veces ni siquiera hay pensiones sino una chaykhana, casa de té, en la que se puede dormir por la noche también sobre colchonetas por poco dinero. En las grandes ciudades hay hoteles para todos los bolsillos. EnBamiyan, por ejemplo, el Silk Road Hotel es un hotel con todas las letras, pero yo me quedé en uno llamado Marco Polo, por poco más de cinco dólares. En Herat, es muy recomendado el hotel Mowafaq (céntrico y con wifi, por u$s 12) que tiene agua caliente, desayuno incluído y wifi) y entre los más “baratones” está el Jam Hotel. Los locales son muy hospitalarios y al menos en las aldeas, si ya aprendieron un poco de idioma local, van a conseguir sin mucho problema que alguien los aloje. Muchas veces, también, fui alojado por extranjeros que estaban en  Afganistán como voluntarios, médicos, maestros, ingenieros construyendo escuelas, etc.

+ Vestimenta apropiada en Afganistán

 Aunque la etiqueta local dicta que los hombres deben vestir su shawar camise (túnica larga) con un chaleco. En la cultura afgana no vestir chaleco es el equivalente a andar en calzones en la cultura occidental. Yo preferí que mi approachfuera desde la sinceridad de mi extranjería, y vestí pantalón cargo y remera o suéter todo el viaje. Pero esto fue en 2006. Como están las cosas ahora, yo recomendaría estrictamente vestir a la manera local para camuflarse al máximo.  Las mujeres deben invariablemente cubrirse el cabello con un hejab y vestir ropa holgada.

Un detalle: me había dejado crecer la barba los últimos tres meses y esto jugó mucho a mi favor, ya que la barba es algo muy importante para los afganos, y de hecho mucho gente celebró y me levantó los pulgares al verme tan arbóreo.

+ Fotografía.

Si sos hombre no deberías fotografiar mujeres adultas a menos que sus maridos o familiares hombres te autoricen.  Es una malísima idea fotografíar instalaciones militares, cuarteles, edificios gubernamentales, etc. Si ves convoyes militares, tampoco les saques una foto a menos que lo hagas con mucha carpa, ni saques un teléfono e su presencia, ya que van a suponer que estás accionando una bomba por control remoto y van a abrir fuego sin preguntarte ni hablarte. Lo mismo, si vas en un vehículo, no te acerques a ningún vehículo militar norteamericano o extranjero.



Fuera de esto, los afganos son super curiosos. En la foto de arriba, mi idea original era hacer una toma del tanque de guerra, en un cementerio militar, ¡pero en menos de 1 minuto tuve todas estas personas posando!


+ 10 cosas para ver y hacer en Afganistán:




Los marcadores señalan puntos de interés y vías de ingreso terrestres, ya mencionadas al comienzo del post.

1. La capital Kabul es a lo máximo que llega Afganistán en cuanto a espíritu urbano. Recomendadas la mezquita Shah-e Doh Shamshira y las ruinas del Palacio Darul Amán, de estilo europeo, a 16 km a la afueras de Kabul (quizás sea necesario pagar una coima a la policía para que te deje entrar). Además se puede deambular pos los mercados y apreciar las artesanías locales como el lapislázuli y las alfombras.

2. Contemplarlos Budas de Bamiyan: A 230 km al NO de Kabul. Aquí estaban los famosos Budas, cavados en la ladera de la montaña en el s.VI en estilo greco-budista, de 55 m de altura. Los  talibanes los declararon anti-islámicos y los demolieron usando dinamita y artillería en 2001, pero quedan sus nichos en la montaña. La entrada vale 300 afghanis, y un guía (U$S 15) es necesario para recorrer y descubrir las cuevas monásticas donde aún sobreviven frescos. El ticket incluye las vecinas ruinas de Zohak y Gogola. Todo el conjunto es Patrimonio de la UNESCO.

3.Los lagos de Bande Amir: un grupo de seis lagos azules en medio del paisaje árido del Hindu Kush, a 3000 m de altura y lugar favorito de relax en el Hippie Trail de los 60 y 70s. Desde 2009 la zona conforma el primer parque nacional del país.

4. Intentar ver un juego de bushkashi, deporte donde 40 jinetes se disputan una cabra degollada a manera de pelota. Dicen que su brutalidad es un retrato del alma afgana.

5. Visitar Herat, con su ciudadela y fortaleza fundada por Alejandro Magno en 330 AC, la mezquita Masjid-e Jami, la madrasa Gawhar Shad y las ruinas del complejo Musallah.

6. Mazari Shariff, famosa por la Mezquita Azul, en estilo persa.


                                                        Foto: Steve Evans

7. Balkh: era el antiguo centro del imperio bactriano y aún está rodeado por sus murallas antiguas, y tiene mezquitas interesantes.


                                                       Foto: Steve Evans

8. Minarete de Jam: un minarete decorado exquisitamente y erigido en medio del desierto, nadie sabe bien por qué. Es uno de los pocos lugares de Afganistán incluidos en la lista del Patrimonio de la UNESCO. Se encuentra cerca de la localidad de Jam, en el distrito de Shahrak, en un valle abrupto y encajonado, a 1900 m, en total soledad.

9. Hacer trekking en el Corredor Wakhan, en la zona de las montañas Pamir.

10. Regresar a casa a salvo.

Espero que esta guía les haya servido. SI tienen algo para aportar, ¡háganlo a modo de comentario, que seguro que a alguien le va a servir el dato!  ¡Buen viaje!

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LAS MONTAÑAS MALDITAS DEL NORTE DE ALBANIA

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valle de kelmendit


Habíamos escuchado muchas cosas del norte de Albania. En el hostel de Berat, todos los extranjeros que desfilaban por allí venían de hacer la caminata de Valbona a Theth, un pueblo envuelto en mística desde que la viajera inglesa Edith Durham (1870-1944) lo definiera como “la tierra del pasado viviente” y dijera que el valle de Shala era el sitio más remoto que quedaba en Europa. Las montañas del norte de Albania también fueron conocidas como las Montañas Malditas, por la cantidad de sangre derramada durante las guerras contra el Imperio Otomano y en los ciclos de agravios y venganzas entre clanes que duraban generaciones. Por algo Ismail Kedare, premio Nobel de Literatura albanés, dijo que los rumores de guerra podían crecer con el chisme de un cochero o de una prostituta, o con la fluctuación de la tasa de cambio del ducato veneciano, pero se volvían irreversibles cuando los montañeses del norte se ponían impacientes. 


Quería visitar la zona, ¿pero por dónde empezar? Theth me generaba desconfianza. Un mochilero que había andado por la zona me había dicho que en Theth cada casa funcionaba como hostería. Cuando abría el mapa de Albania me daba cuenta que había cientos de aldeas en las montañas ¿Por qué ir a las más emblemática, a la más picture-perfect, y hacer el trek espectacular y pintoresco, en fila junto al resto? ¿Por qué someter a mis ojos a ese rodillo predecible? Miramos bien el mapa y, en otro valle arrinconado contra la frontera de Montenegro vimos el circulito casi escondido y el nombre “Vermosh”, y el nuevo rumbo estuvo echado.

Shkoder y las doncellas de nadie

Salir de Tirana a dedo fue fácil. Tomamos un bus por €0,20, que aún tenía las inscripciones que probaban que antes había servido en el servicio público alemán. Ya en las afueras, esperamos 12 minutos y se detuvo el Mercedes Benz de un geólogo que, a falta de empleo, trabajaba en Western Union, la principal religión albanesa gracias a la cual llegan las remesas desde el más allá. El hombre nos dejó en un cruce donde nos frenó un Focus. El conductor de este segundo vehículo era uno de los tantos albaneses emigrados que regresaba a casa por las vacaciones. Vivía en Nueva York. Estaba tan entusiasmado por llevarnos que frenó el auto en medio de la calzada sin echarse a la banquina, y 50 metros más adelante, debió coimear a la policía de tránsito para que no lo multaran por su falta. Nos dejó en Shkoder, que es una ciudad grande, por lo que nos eyectamos de ella con la táctica clásica: hacer dedo hacia el pueblito más cercano.  

albaneses cristianos


El auto que nos frenó —justo cuando Lau ya estaba evaluando la posibilidad de hacer squat en un hotel abandonado— era de un hombre que hablaba italiano perfectamente. Se llamaba Sokol, y había vivido muchos años en Italia. En el asiento de al lado iba su cita, una rubia que se había vestido como para el restaurante paquete que cambió su sonrisa por indiferencia cuando Sokol nos invitó a su casa. Sobre todo porque la invitación implicaba cancelar la salida, comer una pizza al paso, depositarla a ella en su casa como un paquete  y pasarnos a buscar a nosotros en un punto acordado. Nos dijo que lo esperáramos una hora y media pero a la hora ya estaba de vuelta, sonriente e hiperactivo. 

En su casa, su madre nos recibió con bendiciones y un pañuelo blanco en la cabeza —parece que la madurez femenina se señaliza con una bandana— en una sala. Sus hermanas enseguida ejecutaron el programa de la hospitalidad  albanesa tradicional, y trajeron una bandeja con café turco y raki. Hacían todo en un silencio sacramental y se retiraban y aparecían de la nada cada vez que una taza se vaciaba con una precisión que tenía algo de macabra. Una de ellas, contó Sokol, no era su hermana, sino la novia de su hermano, quien trabajaba en Suecia. La combinación de la tradición albanesa de mudarse y vivir con la familia del esposo y las migraciones modernas genera esto: doncellas de nadie que sirven el café mientras esperan meses o años por el regreso de su amor en el exilio. Otra nota al pie: un enorme tapiz con Jesucristo y María nos recordaban que habíamos cruzado una línea y estábamos en el norte católico de Albania.  

furgon albania


Al día siguiente enfrentamos la ruta de montaña que nos llevaría  a Vermosh. Luego de varios tramos cortos con conductores que nos obsequiaron jugos y aguas minerales encontramos un “furgón” —como llaman en Albania a los minibuses— que llegaba a Selce, un pueblo ya en el corazón de las montañas. Era un Mercedes viejo que cargaba bártulos de todos los tamaños e incluso una oveja maniatada en el techo. Los pasajeros se quedaron atónitos pero no callados. De inmediato, Laura fue solicitada por una maestra de escuela que había aprendido inglés pero nunca lo había usado en una situación real. Yo me senté al fondo y ligué un profesor de francés que, entre visiones del precipicio y postales de un río color esmeralda, me explicó que su sueño era vivir en París. En cambio, vivía en Tamara, un pueblo de mil habitantes en las montañas de Albania.

Una casa más alta que la de los vecinos

Juliana, la maestra, no tardó en invitarnos a dormir a su casa. Antes, eso sí, se disculpó en varias ocasiones por su pobreza. No era la primera vez que alguien abría ese paraguas sin saber que éramos capaces de componer elogios de las goteras. Obviamente aceptamos, y zigzagueaban con ella entre casas, granjas, mugidos y mujeres recogiendo las ciruelas silvestres con que se prepara el raki. Junto al camino había una casa de dos pisos con una camioneta nueva estacionada. “Es de una familia rica. Vivieron en América 15 años hasta que los deportaron”. La explicación de Juliana incluía una mezcla de admiración y envidia. En muchas coordenadas del mundo habíamos observado como las remesas de los emigrados hacían crecer como hongos casonas en medio de paisajes rurales económicamente deprimidos. Es lo que Laura definió con maestría como “la arquitectura Western Union”, gente que cuando el arquitecto les pregunta que casa quieren construir, responden: “Más alta que la de los vecinos”.

familia albanesa


Sin embargo, por más que Juliana se castigara comparándose con sus vecinos, su casa no era la de una familia pobre. Ni siquiera era una vivienda “sencilla” o “humilde”. Estaba alfombrada, comprendía todos los electrodomésticos contemporáneos y hasta una portátil con conexión a internet traída por un sobrino que estudiaba en Grecia. Quizás había en la cena una opulencia compensatoria de esta sensación de pobreza padecida en silencio.Hacía mucho nadie ponía delante mío tantos platos con salame y jamón crudo, además de papas horneadas y quesos. El esposo, policía de fronteras, sacó de la heladera latas de cerveza importada y brindó conmigo cada tres tragos a pesar de casi no poder comunicarse. Muchos de esos alimentos procedían de la misma casa. Había en el establo adyacente una vaca, un par de chanchos y media docena de gallinas, cuya producción era curada por la suegra de Juliana. La mujer ordeñaba la vaca cada mañana y cada noche abría el Skype para chatear con sus nietos for export.

pareja de ancianos albaneses hablando por skype


Llegué a pensar que quizás era la posesión de animales lo que hacía que aquella raza montañesa se declarara a sí mismo como pobre. Paralelamente, en la Europa “rica” la onda bio hace furor y los alimentos orgánicos se cotizan al doble que los producidos industrialmente. En definitiva ¿qué era la pobreza? ¿Cómo se decide que una persona es pobre y otra no? ¿Dónde está el límite? A veces es otro el que te dice que sos pobre, a veces es una percepción propia afectada por el contexto. Antes de empezar mi vuelta al mundo trabajé en Irlanda del Norte durante más de un año para ahorrar. Trabajaba 12 horas por día y, aún así, no podía superar las £200 de ingreso semanal, con lo que quedaba oficialmente por debajo de la línea de pobreza. Claro, mi pobreza me permitía vivir en una casa amueblada y ahorrar para irme de mochilero por un año. Entonces la pobreza puede también ser creada por la misma mirada —rica— que la denuncia.

Lepushe


Nos quedamos esperando a la salida de la aldea. El valle era angosto y las cumbres empinadas y cubiertas de bosques. El dueño de un hotel nos llevó en su Land Cruiser hasta la aldea de Lepush. Disfruté el camino, y la tracción del 4x4 sobre el ripio desparejo, que por momentos era una huella junto al río. La aldea era idílica. A lo largo del río, sobre el terreno verde y ondulado se veían las casas, y junto a cada una, las montañas de heno y las vacas. Pensé que me había teletrasportado a la Suiza de otro sigo. Ya nos dábamos cuenta de algo:las montañas del norte son el secreto mejor guardado que Albania tiene para ofrecerle a los viajeros. Nos tentó quedarnos pero decidimos seguir hacia Vermosh, nuestro objetivo. 

Un funcionario de aduanas nos llevó a Vermosh. Los últimos kilómetros, que llevaban también a la frontera con Montenegro, estaban pavimentados. Había algo raro, porque esa limosna de infraestructura pública no cambiaba el hecho de que la mitad de las casas estuvieran en ruinas. Pusimos nuestra carpa en el alero de una sala médica en desuso y nos sentamos a observar el movimiento del pueblo. Algunos personajes en 4x4 daban vueltas como buitres, ofreciéndonos hotel, pero no encontramos un carozo al asunto, una "zona cordial habitada". 

A la mañana siguiente, decepcionados, decidimos regresar a uno de los caseríos que habíamos visto en el camino. Emprendimos a la mañana siguiente una larga caminata para alcanzarlo.  El único detalle era que no recordábamos qué tan lejos estaba el sitio.

wild camping


Esa luz ámbar en la ventana...

Caminamos con las mochilas a la espalda por el valle estrecho. Mientras el camino siguiera encañonado, no había esperanzas de encontrar ningún pueblo. Cruzamos un puente custodiado por un antiguo búnker, y entonces recordé que en la época de la Guerra Fría, ningún extranjero tenía el privilegio de husmear las fronteras del más cerrado de los países comunistas. Al final el valle se ensanchó y a ambos lados del río aparecieron casas. 

El poblado se llama Budoce, y fue allí donde comenzamos a entender el delicado balance entre belleza y “pobreza” que había en todos esos idílicos asentamientos. Llegamos alrededor de las cinco de la tarde. Ya habíamos bajado las mochilas y debatíamos dónde acampar cuando se nos acercó una chica. Yo había notado la luz ambarina brillando detrás de la ventana empañada y había imaginado y saboreado el calor de hogar dentro. Me había dejado ver siguiendo un hilo de intuición, porque cuando llegás a un lugar nuevo cualquier señal, una luz, un anciano que enciende un cigarro y te dirige una mirada amable, puede ser la pista ganadora. 

Y esa pista terminó siendo acertada. De la casa salió una adolescente menuda que nos encaró sonriente en un inglés quebrado. Cuando vio que la cosa no prosperaba probó otra cosa: “¿Hablan español?”  No lo podíamos creer. Linda tenía 17 años y había aprendido el idioma mirando telenovelas mexicanas.



bunkers en albania


Linda nos invitó a su casa. La construcción de piedra maciza y techo a dos aguas de chapa colorada estaba defendida por dos búnkers. En otra época la casa había sido una comisaría. Aunque alguna vez habían pensado en pintarlos como hongos para darle un fin decorativo, ahora esos fantasmas de cemento sólo juntaban yuyos. 

Dentro, la media penumbra del pequeño ambiente común era acogedora, con sofás entorno a la mesa pequeña y la estufa. En esa mesa, la madre de Linda ayudaba con las tareas a su hermanita menor. No fue muy sociable al vernos entrar en la casa, y eso me hizo dudar. ¿Qué tanta autoridad tenía una chica de 17 años para invitarnos a dormir en su casa sin consultarle a su padre? Linda nos aseguraba en un español bien conjugado que no había problemas. 

Cuando el padre, un hombre hosco, llegó cansado tras todo un día de preparar lotes de heno para la venta, se mostró amable pero discreto. Sacó dos copas de raki, las llenó, y brindó con nosotros antes de encender la pequeña televisión. Como sus padres no entendían una jota de español, Linda  contó a todo volumen cómo estos consideraban ridículo que ella aprendiera un idioma tan lejano. Por eso, nuestra presencia le servía para demostrarles que existían personas en el mundo que hablaban la lengua de Arlt y Cortázar (basta de la frase hecha de la lengua de Cervantes). Del otro lado, los padres pensaban que Linda había forzado la situación para que nos quedáramos.

Budace


Al segundo día esa tensión se disipó. Entrevistar al padre sobre su vida de granjero bajo el régimen comunista le hizo entender que estábamos allí por propio interés. También nos hizo comprender lo dura que puede ser la vida en estas remotas montañas para una chica que sueña con otra cosa. Linda se levantaba cada mañana a ordeñar ovejas, arriar vacas y vigilar que todo estuviera en orden en el establo. No iba al colegio. En primer año del secundario un compañero se le había aparecido al padre para pedirle la mano y éste lo había corrido varias leguas. Para asegurarse que su hija no recibiera más propuestas indecentes la había sacado de la escuela, confinándola a los quehaceres rurales. La única evasión posible para Linda eran los culebrones latinos, donde los magnates galanes que tenían hijos ilegítimos con sus sirvientas y los secretos escuchados tras las puertas se volvían el mejor consuelo para la falta de una vida sentimental propia.  

vida rural albania

El invierno es sin dudas la etapa más crítica. Toda la zona se cubre de nieve y la familia queda refugiada entre cuatro paredes, durmiendo todos en el mismo cuarto, sin poder siquiera salir afuera, sin electricidad que haga funcionar la televisión o el agua caliente. Deben trabajar duro todo el año para juntar alimentos, para ellos y para los animales que permanecen en el establo. Una vez al año viajan a Shkoder para comprar todo lo que no producen. Algunas familias con parientes en esa ciudad optan por pasar allí los meses de invierno, pero no todos pueden hacerlo. La zona nos dejó una impresión muy fuerte, y durante horas, mientras caminábamos de regreso, no dejamos de recordar a Linda y su familia.

Meditaciones sobre la pobreza en el Valle de Kelmendit



Una antropóloga francesa que habíamos conocido en Shkoder había catalogado a esta gente como tan pobre como los habitantes de las zonas más pobres de África. Pensé en la filosofía “Western Union” y recordé a la familia de Juliana que se definía pobre por no vivir en una casa de dos pisos. Y otra vez ¿qué es ser pobre? Para la antropóloga de Estrasburgo, la pobreza parecía ser la vulnerabilidad natural de depender de tu huerta y animales. Llevaba en sus ojos la abundancia como estándar inconsciente y me pareció que, aunque hacía voluntariados en la región, ayudaba también a propagar el muy europeo virus de la crisis y su hipocondría asociada, el siempre necesitar más y más cosas materiales. Toda esa vida rural rudimentaria era algo que en su Francia natal se había superado en el siglo XIX —y que debía ser reparado.

Para mis ojos sudacas, la pobreza se parecía más a una villa de casillas donde ni siquiera tenés la oportunidad de hacer crecer tus alimentos, donde el invierno son las balas perdidas, el paco, la policía o el gobierno. Linda merece las oportunidades académicas que sueña, y no sólo ordeñar en el establo familiar. Pero fuera de los casos particulares, no sé hasta dónde es correcto desear que el progreso llegue tocando bocina y empujando al consumismo. 

Siento que los habitantes del valle de Kelmendit llevan un estilo de vida más sustentable ecológicamente que el de toda la Europa aprobada por las normas ISO 9001, y que la antropóloga no anda por allí previniendo la pobreza de la desnutrición, sino fomentando la riqueza de las casas producidas con planos de arquitectos y los desayunos con cereales Kellogs. 

El camión que nos llevó de regreso hacia Shkoder era también la prueba de que la región tenía su propio equilibrio más allá de las varas con que se la mida. Lo conducía una familia de gitanos sonrientes que nos dejaron trepar arriba de una montaña de sacos repletos de latas compactadas y otra chatarra que venían recolectando. Los gitanos limpian los valles más remotos, a dónde no llega el sistema de recolección de residuos.


gitanos en albania



El viaje a las Montañas Malditas nos hizo pensar mucho. Allí vimos a la belleza bailar mano a mano con la supervivencia como habrá sido en los primeros tiempos de la civilización. Sobre todo, aprendimos por qué algunos ojos ven pobreza en todas partes y que quizás la artesanía más difícil del alma humana es el agradecimiento. 

Datos útiles para visitar Vermosh y el Valle de Kelmendit:

Cómo llegar a Vermosh: se puede tomar un furgón desde Shkoder y bajarse en Selce, Lepushe o cualquiera de las aldeas del camino. También se puede hacer dedo. 
Cuando ir: de mayo a septiembre. Durante el invierno la región queda bajo nieve.
Dónde alojarse: hay hospedajes en cada aldea, que se encuentran tutelados por una fundación italiana. A la fecha de nuestra visita manejaban una tarifa de €25 por día que incluían tres comidas. En Albania eso es caro. 
Dónde comer: Si, como nosotros, no se van a quedar en esos hoteles con comida incluida, deberán sobrevivir a base de sandwiches o enlatados. No hay restaurantes que preparen comidas. Quizás puedan pagar por comida sin alojamiento en las hosterías. En las aldeas hay comercios que venden alimentos, pero es una buena idea llevar cosas muy puntuales porque la variedad es poca.
Mapas de trekking: los que hagan senderismo pueden encontrar mapas con los circuitos habilitados en las hosterías. Dicen que no todos los caminos están bien marcados. Para dar una idea, en 2009 se descubrieron cuatro nuevos glaciares en la zona que no estaban científicamente catalogados... Más info sobre senderismo en el norte de Albania  

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SEGURO DE VIAJES: QUÉ CUBRE Y COMO ELEGIRLO

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                     Recibiendo tratamiento por una Infección en el pie en Albania. 

¿Es necesario contratar un seguro de viaje antes de salir de viaje? Esta es una de las preguntas más frecuentes que me hacen, y por eso ya es hora de dedicarle un post en el blog. Para empezar, ¿qué cubre un seguro de viaje? ¿sirve para un viaje de mochilero? Al margen de cómo viajemos, es importante analizar varios factores para tomar la decisión correcta.  

¿QUÉ CUBRE UN SEGURO DE VIAJES?


Un seguro de viajes es una póliza que cubre eventualidades médicas y logísticas, que van desde la cancelación de un vuelo hasta gastos por una apendicitis inesperada o una fractura sufrida al hacer escalada. Se contrata por un lapso que puede ir de una semana al año, y  funciona con un sistema de cobertura directa o reembolso, según el caso). Es importante remarcar que el fin del seguro de viajes es cubrir emergencias, y no gastos médicos como consultas, chequeos, o debidos a enfermedades preexistentes. Normalmente, un seguro de viajes competitivo cubre los siguientes casos:


  • Emergencias médicas en el extranjero: tanto accidentes como enfermedades repentinas y medicamento requerido para ellas. Por suerte, viajando con Lau nunca nos sucedió nada demasiado grave, pero me sobran ejemplos de viajeros amigos que tuvieron problemas serios, y que son la prueba de que una pequeña inversión te puede salvar cuando algo grave efectivamente pasa. Sin ir más lejos, Aniko Villalba, de Viajando por Ahí, se agarró un dengue nada simpático en Centroamérica.   
  • Emergencias odontológicas: no te va a cubrir si querés hacerte un chequeo, ni una limpieza de caries, ni nada de rutina. Pero si, por ejemplo, si te sale la muela del juicio
  • Evacuaciones en caso de necesitar un traslado para recibir atención médica. Típico: te partiste el alma haciendo escalada en medio del monte, y el hospital más cercano está a 100 km. ¿Te parece un gasto irrisorio? Pensá que según donde estés, en un caso extremo este traslado puede requerir un helicóptero, como le sucedió al uruguayo que finalmente falleció de síndrome de alta montaña haciendo el trekking de los Annapurna en Nepal.
  • Repatriación sanitaria o funeraria: si tenés que volver a tu país para continuar el tratamiento, o directamente para descansar por la eternidad.
  • Vuelos cancelados, y gastos ocasionados por dicha cancelación.
  • Pasajes aéreos: cuando fallece un familiar cercano y, en algunos casos, los pasajes para reanudar el viaje.
  • Pérdida u robo de equipaje. Gastos ocasionados por la demora del equipaje. Caso típico, te vas a Europa pero la aerolínea mete tu mochila por error en el primer vuelo a Tokyo y te deja con lo puesto.
  • Robo de equipos tecnológicos: las opciones más “Premium” cubren el robo de tu laptop, I-phone, cámara, etc.
  • Asistencia legal o psicológica: si te acusan de espía en la frontera entre Mauritania y Senegal o si un policía tailandés te planta droga en la Full Moon Party y te pide una coima para liberarte, tenés acceso a un abogado.
  • Accidentes por deportes extremos: si hacés alguna actividad que supone un poco más de riesgo, muchos seguros no incluyen cobertura para casos de accidente. Consultá ese punto antes de comprar.


                    Cartel de un dentista en Kashgar, China. Parece que también atiende zombies.


PARA QUÉ PAÍSES ES NECESARIO


Desde 2001, los países  europeos de la zona Schenguen exigen seguro al viajero con una cobertura mínima de 30.000 euros. El límite de tu cobertura lo podés leer en la póliza, y varían por lo general desde los 15 mil a los 100 mil dólares. Parece un límite inalcanzable, pero si te tienen que hospitalizar en Estados Unidos, es cifra se puede ir en una semana.

Si estás aplicando a una visa Work and Holiday de Nueva Zelanda, Australia o cualquier otra, uno de los requisitos es justamente tener seguro médico.

Importante: fijate bien qué países te cubre el plan que te ofrecen y cuales no. Si vas  viajar a países considerados peligrosos, como Medio Oriente o muchos países africanos, pueden o bien no cubrirte o solicitarte un extra.

¿Puedo contratar un seguro médico ya estando en viaje? Sí. También, incluso podés prorrogar el que ya tenés comunicándote con la compañía unos días antes del vencimiento del voucher.

TIEMPO DE COBERTURA


Mientras que los costos son económicos para viajes cortos, el asunto se convierte en un pequeño presupuesto si pensás irte por más de seis meses o un año. También hay planes que cubren determinada cantidad de días en un año, para la gente que hace muchos viajes cortos, por trabajo por ejemplo.



En Italia, Lau me cerró la puerta de un auto en el dedo, ¡justamente en el pulgar con el que hago autostop! Aunque no lo parezca, chorreó sangre. En vez de un día de playa, terminamos en el pronto socorso de un pueblito italiano cuya médica tuvo tanta buena onda que nos alojó en su casa. ¡Todo sucede por algo! ¿no?


¿CÓMO USAR EL SEGURO DE VIAJES?


Cada empresa tiene sus reglas, pero normalmente tenés que llamar a una central de asistencia que atiende los 365 días del año a toda hora. Ahí te piden tu número de voucher y otra información y te van a orientar con el inconveniente que haya. Si es una emergencia y ya fuiste por tu cuenta, ellos te lo reembolsan (tenés que guardar todos las facturas y comprobantes). Si los llamás primero, son ellos los que directamente te derivan a un hospital o profesional médico donde el seguro asumirá los gastos.

Una buena idea: tener en la nube (Dropbox, etc)  una copia virtual de estos documentos en caso de robo. Las compañías normalmente envían esta documentación via e-mail, así que no es ningún esfuerzo extra.

Mi consejo, no dejen de viajar por no poder contratar uno. Pero si el dinero les alcanza para incluirlo en su presupuesto, no dejen de hacerlo. Yo viajé mucho sin seguro de viajes, y la atención básica en cualquier país que no sea del primer mundo, la verdad, no es cara. Nunca gasté más que 5 a 20 dólares por consultas sencillas, para enmendar algún raspón o deshidratación. Pero en los casos más graves, que como relaté en los ejemplos son más frecuentes de lo que uno se entera, realmente un seguro es un ángel de la guarda.

¿QUÉ SEGURO DE VIAJES PARA MOCHILEROS RECOMIENDO? 


Hay muchas opciones en oferta. El que yo uso y un lugar razonable para comenzar la búsqueda es Assist-Med, que tienen planes con distintas segmentaciones según tiempo y destino, y pueden cubrir robo de tecnología (importante para viajeros digitales) según el plan que elijas. A la gente que conozco y que lamentablemente necesitó usarlo, le respondieron al toque y se hicieron cargo, aún con traslados internacionales.

¿ALGUNA VEZ TE PASÓ ALGO GRAVE?


Viajando solo, yo nunca fui de enfermarme mucho, pero si tengo un par de pintorescas piruetas hospitalarias en mi haber. Como antes no tenía seguro de viaje, cuando tuve problemas debí hacer malabares para recibir atención médica . Les cuento si no se ríen. (A mi vieja siempre le cuento una semana después, porque la pobre se la pasa soñando que tengo cinco años y me llevan las olas y me pregunta mensualmente si tengo al dí la antitetánica)

En Adana, en el sur de Turquía, me caí en el foso de un ascensor en un edificio en construcción, mientras buscaba un sitio para dormir en un edificio en construcción. Tuve mucha suerte de que alguien oyera mis gritos y mucha más suerte aún de poder convencer a los médicos del hospital, gracias a un amigo turco que llegó volando e hizo de traductor, de que no me cobraran la atención ni las radiografías. Si no, hubiera tenido que desembolsar algunos dólares. Como los médicos habían mirado las placas con desgano, para tener una segunda opinión le pregunté a una veterinaria de caballos que conocí días después si podía echar un vistazo. De última, huesos de mochilero, huesos de caballo, son huesos al fin.




                                              Y en ese estado salí para Irak.

Otra vez, en India, me mordió un perro de la calle. No era un perro de la calle cualquiera, sino el perro más pulgoso y ostensiblemente sarnoso de Paharganj, a su vez la calle más hedionda del centro de Delhi. No sé por qué caminaba a esa hora, entre parias hindúes que dormían en los rincones. El perro vino decidido como un torpedo nocturno, me dio un tarascón, y se fue. Como no tenía seguro médico, tuve que a usar el ingenio para consultar a un profesional, y que me recetara un refuerzo de la vacuna antirrábica. Al final fui a un hospital privado donde logré hacerme pasar por un diplomático español que me prestó su documento. Por suerte, el Gonzalez de la foto carnet se me parecía bastante y para los indios los occidentales somos todos iguales.

En el viaje por Sudamérica, como sabrán los lectores de Caminos Invisibles, nunca sucedió nada grave, pero con Lau nos la pasamos reseñando las salas de atención pública del continente. Uno de los tantos insectos del Chaco paraguayo que se colaban cada noche por todos los burletes de la casa, le dejó una roncha que cada día duplicaba su tamaño. Debió ir a un hospital privado, donde un médico que se enorgullecía de haber estudiado gratis en Argentina le presentó amablemente la factura.

Esperemos que el post les haya servido para aprender un poco más sobre cómo funciona un seguro de viajes, y puedan tomar la decisión correcta. Yo siempre digo la frase: Todo sucede por una razón, el universo cuidará de tí, pero siempre mejor tener un as bajo la manga.

CONFESIONES DE OTOÑO

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                                  La casa rodante donde viví una semana. Yablanitza, Bulgaria.

Desde que viajo, busco construir en este blog un reflejo compartible de mi aventura, de los avatares de ser nómada y vivir en el camino tanto tiempo como sea posible. Quiero que llegue a otros como un conspirador de sus propios instintos de fuga, que patee tableros, que ametralle oficinistas que reencarnen en sus sonrisas. Entonces aliento a viajar, a no tener miedo al mundo, y escribo sin premoniciones posts sobre la hospitalidad, sobre lo rico que sirven el cafecito turco los campesinos albaneses, en bandeja, para cumplir con la más accesible expresión de nobleza. Pero en esa dictadura del propio estilo, en esa carrera por estar al día con el ritmo —voraz— del viaje, me dejo atrás a mí mismo. Nunca encuentro el tiempo o el párrafo adecuado para colarme entre mis propias líneas, me quedo siempre atrincherado de éste lado de las letras, que se vuelven así pájaros vacíos.


Por eso hoy no quiero escribir sobre ciudades, culturas o episodios espectaculares, sino sobre asuntos que me parecerán mundanos tan pronto salga de este trance de sinceridad. Sobre el otoño, por ejemplo. Empiezo con el otoño porque esta escritura imita su danza nudista, su elogio de la liviandad, y va descargando sentimientos en palabras-hojas. Desde hace un mes vengo cruzando este otoño balcánico. Empecé este viaje en mayo con una mochila preparada para el verano europeo y tengo que admitirlo, los primeros escalofríos me tomaron por sorpresa en Kosovo.


                                             ¿Les gustó la foto? ¿Y si les digo que es Kosovo?

Tenía sólo mi pulóver peruano comprado en Chinchero y una pashmina que me había prestado Laura. Cada vez que caía la tarde, entre estornudos, yo me prometía comprar una campera. No es que no me gustara la pashmina— tenía círculos ocres, carmesís y dorados intercalados, era como meterme un fresco bizantino al cuello— pero no alcanzaba. Y entonces llegamos a la casa de nuestro anfitrión de Hospitality Club. Era un cuarto en desuso carcomido por  los hongos y la humedad. Ahí lo ví, sobre el sofá-cama, al lado de la estufa: un espléndido y huérfano saco gris, a cuadrillé y con botones dorados. Él no tenía dueño y yo no tenía saco. Me calzaba justo. Lo miré y me dijo: ya nos conocemos.Recordé el otoño en Tíbet, cuando también tuve que salir a carroñar mercados de segunda mano y encontré esa chaqueta color caqui con la que aparezco en la foto de cabecera de mi blog. Un honor deberle el abrigo al descuido de un croto kosovar.

Lo que me gusta del otoño es que pone la vida en movimiento, la despabila de la comodidad estival de vivir en sandalias y remera, obliga al trotamundos a buscar una campera y al campesino a vigilar su stock de heno y leña. Nos arrodilla hasta la humildad primordial de adaptarnos al clima. Y parece una pavada, pero redescubrir que hay algo que limita a esta humanidad de topadoras y eternidad binaria es un salvavidas de optimismo. Qué joda el día que realmente podamos controlarlo todo. Me gusta el otoño porque sabotea una independencia imaginada.



                                                       Koprovshtitsa, aldea en la Bulgaria profunda.

Hay muchas señales en el ambiente, además del frío incipiente, de que la estación está cambiando. En Mitrovica, ciudad donde el río evita que serbios y albaneses se maten unos a otros (les cuento en el próximo post) las mujeres asan en plena calle los pimientos con los que prepararán conservas de paprika para el invierno. Los Balcanes huelen a pimiento, como la India huele a curry y los domingos argentinos a asado. Calles enteras los venden por lote como si el resto de las frutas y hortalizas no hubieran sobrevivido al apocalipsis vegetal. En Pristina los hombres compran castañas asadas tan sólidas como sus facciones y sus imperios, y las degustan una por una, camino a mezquitas cuyas piedras arrullarán. A pesar de su historia de masacres, Kosovo es capaz de albergar castañas y hojas secas.




El cambio de estación me hace tomar conciencia de la longevidad del viaje, de que el tiempo pasa y mis pies acompañan a la tierra. Es ya momento de ir meditando los pasos, porque en diciembre habrá que dibujar en el mapa alguna chicana para esquivar el crudo invierno. Estoy en medio de un viaje por los Balcanes que nunca planeamos, sino que surgió para llenar el vacío resultante de la decisión de posponer el viaje a Asia Central para el marzo próximo. Por eso no hay objetivos pretensiosos. La brújula quedó temblando en la bifurcada y lo que resultó fue un viaje slow.

Dicen que el Movimiento Slow tuvo su piedra fundacional en las protestas contra la apertura de un McDonald’s en la Piazza di Spagna de Roma en 1986, pero la expresión slow travel la escuché hace relativamente poco. Es increíble como el packaging de una actividad le puede dar una reputación totalmente renovada a algo que no la tenía. Antes, si viajabas lento y relacionándote con la gente local eras un hippie idealista y punto.  Ahora somos slow travellers en el universo hipster.

La cuestión es que en los Balcanes nosotros liberamos pasos despistados, perdimos las ambiciones de grandes itinerarios. En vez de ir tachando mezquitas y ciudades-museo de una lista como locos, declaramos un estado de no sitio, de flotación distraída, nos desnudamos del viajero y nos dedicamos a leer escritores locales y escribir en nuestro diario foráneo, a tomar té con miel en tardes frías como dos abuelos que se lo juraron al tiempo, o a mirar series por internet desde la cama. Cuando el viaje dura toda la vida, uno sigue donde puede con esas pequeñas cosas que haría si estuviera en casa. Incluso, dediqué varias tardes a pensar sobre posibles viajes que aún no afloran bajo mis pies.

Hubo días donde mis pensamientos anduvieron por Etiopía, acompañando en espíritu a Richard Burton en su ruta a Harar en 1854. Para eso, compré su libro First footsteps in East Africa, que todavía saboreo, y que empecé a leer en el bazaar de Skopje, Macedonia, mientras sorbía chai en vasitos de té con forma de tulipán, es decir, como se debe beber el té turco. Otras veces, sobrevolé con el pensamiento la taiga de Tuva y busqué en vano las obras de Nikolai Roerich en una librería local. Hubo días donde estuve y no estuve donde estaba, al mismo tiempo.




           En la campiña búlgara donde vivimos tres semanas, se veían cielos como estos.


Pero los Balcanes te perdonan estas infidelidades del pensamiento. Sus ciudades no están en pose ni buscan acaparar la atención como niñas con vestido nuevo. No hay parises ni barcelonas ni pragas. Esa clase de ciudades tiene merecida su fama, pero ello las ha vuelto pesadas y estresan a los viajeros con el desafío de abarcarlas. En los Balcanes, por el contrario, hay ciudades sorpresa que se visitan sin místicas aprendidas, que se dejan recorrer con la curiosidad súbita de quien baja una fruta del árbol. Uno no asocia capitales como Belgrado o Sofía a nada en particular. Ni hablar de los países nuevos. En Pristina, capital de Kosovo, nos encontramos con Bill Clinton y a la Madre Teresa compartiendo los pedestales de los monumentos, con un país tan joven que la selección de fútbol juega de local ante tribunas vacías mientras la gente sintoniza en su casa los partidos de los países vecinos. En Macedonia, otro país perdido en la neblina, el gobierno decidió llenar la ciudad de estatuas de próceres ajenos, con tal de fingir orígenes como orgasmos. Los Balcanes están en estado de creación y mutación constante, son un flujo como la sangre y la miel encriptados en su nombre, acuñado a los gritos por los invasores turcos que llegaron blandiendo espadas y coranes en el siglo XIV y allí conocieron la victoria pero también su precio.



Yo estaba feliz caminando por las calles de Sofía, fotografiando tranvías y puestos de flores. Habíamos descubierto que los búlgaros ataban nudos de lanas a las ramas bajas de los árboles, y recorríamos la ciudad en busca de esa clase de tesoros. Creo que amé a Laura más todavía cuando me confesó que ella también encontraba trofeos en la basura, que podían ser desde diapositivas viejas hasta un diccionario de arameo. También era feliz tirado con ella en el césped de un parque, acariciándonos para entretener a la vida, mientras dos trompetistas deformaban melodías kitsch en monedas de lástima. Pero todo otoño necesita nidos.

Entonces Ramiro, un amigo que estaba cuidando una casa en un pueblo de Bulgaria llamado Yablanitza, nos invitó a visitarlo. Como es programador, decidimos contratarlo para rediseñar nuestros blogs (sí, después de nueve años con una plantilla cuadrada de Blogspot). Ramiro es un sacerdote del wordpress ortodoxo que amanece a las siete de la mañana tecleando código html y vive descalzo. Una vez a la semana caminamos dos kilómetros hasta el pueblo para abastecernos en el mercado, verduras para la salud, chocolate para los caprichos, y algún vino búlgaro para una picadita. A este monje digital sin suelas los niños gitanos del mercado le corren alrededor con una mezcla de burla y empatía trazada de pueblo descalzo a hombre descalzo.



Desde hace tres semanas vivimos en su casa. Pasamos el día cada uno en su computadora, solicitando pausas de té con chocolate y mirando una película por noche. Tal vez, lo mágico del otoño es que obliga a los nómadas a rozar la paradoja de sentirse cómodos en una casa, aunque ésta mute de forma y ubicación en reencarnaciones algorítmicas. Me volví feliz propietario de rutinas que sé efímeras, líneas de tiempo ucrónicas, reescritas desde la experimentación de saberme otro y, barajado entre tantas capas, quizás nadie. 

Así soy feliz cada mañana cuando camino hasta el cobertizo con un canasto de mimbre para buscar leña. Desde la cocina de piedra y vigas de madera, con el fuego encendido, disfruto mirar por la ventana y darme cuenta que la niebla sembró azules en los campos o que la luna indecisa de la tarde nos ama desde lejos con su miel fría. El día que nevó como dentro de una fantasía, llevábamos cuatro años sin ver nevar, exactamente desde nuestro viaje a Antártida (2010). Ese día dejamos de dormir en la casa rodante y armamos un colchón dentro, procesión seguida por los tres perros de la casa con amplios movimientos de cola. Lo que siguió fue una semana de frazadas en los pies y gatos en el regazo. Lau horneó tortas de mandarina, banana y chips de chocolate —el otoño te vuelve glotón—  y preparó almuerzos de pimientos rellenos y guisos de lenteja.  


¿Y por qué terminamos hablando de gatos y nevadas? Supongo que me aburre la urgencia de náufrago con que, cada vez más entre los blogs, se escribe con una obediencia perruna a los criterios del SEO (Optimización para motores de búsqueda) sobre temas predecibles que la gente buscará en Google. No digo que esté mal hacerlo de vez en cuando, pero la tendencia actual es preocupante (aunque al menos marca la clara frontera entre la literatura de viajes y la producción en serie de contenidos). Prefiero los lectores a los clics. Me importa infinitamente más posicionar mis artículos en los corazones y no en los rankings de un robot. Lo segundo es, lejos, más fácil, pues para ello hay reglas mecánicas. Comoescuché decir a otro colega, prefiero viajeros sin blog que blogueros sin viaje. Menos SEO y más visas en el pasaporte. Lamento ver cómo algunos pares consumen su talento en esa lucha por el espacio virtual-vital, y cada vez me convenzo más que necesitamos una oleada de blogueros malditos. Cuando me siento muy solo, leo la poesía de Magalí Vidoz, o las andanzas quasi monásticas de Antonio Aguilar.





También hablo del otoño, del frío y de los guisos de lenteja porque son minucias excluidas del discurso idealizado y copypasteado de la realidad viajera, que bien criticó Aniko Villalba en su post “El lado oscuro de los viajes o elsíndrome de París”. Creo no necesitar apelar a tus pasiones básicas para que me leas. Si llegaste hasta acá leyendo es porque no tengo que sacarme fotos con la camiseta argentina y una cultura exótica de fondo para capturar tu atención. Ni poner la cámara en automático y dar un saltito para quedar fotogénicamente congelado en el aire, en lo posible con un salar de Uyuni de fondo. Paso de ello, por el amor de Jehová con guarnición de qué otra cosa sino de pimientos rellenos, porque no sería real a menos que los brincos marsupiales fueran mi modo de transporte habitual.

Entonces, si me bancaste hasta este último párrafo, puedo por el contrario dar rienda suelta a esta sinceridad de otoño y confesar los detalles no espectaculares de mi vida, lo que no vende. Como el hecho de que estoy intentando tomar jugo de naranja cada mañana y viendo la manera de llevar un exprimidor plástico en la mochila. O que estoy pensando seriamente en cargar una bolsa de granola para mezclar con leche, yogur o miel según lo que el azar haga disponible. Por primera vez en mis viajes busco alimentarme a consciencia dentro de lo posible. Eso no es fácil, porque a la vez busco no perder peso. Hace un mes caí de la línea límite de los 70 kg, como si mi cuerpo estuviera buscando un ascetismo himaláyico. Tuve que perforar un nuevo agujero a mi cinturón, porque los pantalones se me caían por la calle. Imagínense si además anduviera a los saltos para sacarme fotos fashion. Como si esto fuera poco, tengo un par de botas que me apretan los dedos, porque mis pies son una canoa tamaño 46 y las Quechua que compré en Barcelona me quedaron chicas.

Termino de escribir este artículo, esta libreta abierta, sobre el tren que une las ciudades búlgaras de Plovdiv y Veliko Ternovo. Espero, lector humano, que hayas sentido una pizca de este otoño con la punta de los dedos del alma. Y tu  robot, que nunca entenderás una bufanda, te lo pierdes.

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TRIPDA O COMPARTIR AUTO Y SER INTERDEPENDIENTES

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Cuando en una entrevista me preguntan por qué hago dedo, se imaginan que me voy a dar vuelta los bolsillos frente a la cámara. Entonces les hablo del autostop como instrumento de exploración sociológica y modo de transporte sustentable, y por lo general emprenden la retirada hacia la siguiente pregunta. Supongo que quienes leen este blog también disfrutan de viajar a dedo, o al menos —no mientan— coquetean con la idea, pero no pueden concretarla por diversos motivos. Si entrás en este color del arcoirís, seguí leyendo, porque esta nueva iniciativa te puede abrir un mundo, ayudándote a ahorrar y conocer personas al  mismo tiempo. Me refiero a las plataformas web para compartir coche...


Los automóviles son responsables del 32% de las emisiones de carbono que causan el efecto invernadero.  Entonces surge la pregunta de si realmente necesitamos un auto por persona o familia. Como los fabricantes de vehículos desean de corazón que haya varios vehículos por domicilio, al estilo americano, la publicidad  suele asociar el automóvil al status, e instala su necesidad como una cuestión de autosuficiencia. Entonces, lo que falta son redes eficientes que nos animen a compartir los vehículos ya existentes, apasar de la autosuficiencia a la interdependencia.

Por suerte, desde hace algunos años, la idea de compartir auto viene cobrando fuerzacomo alternativa ambientalmente amigable y socialmente deseable. Pone en contacto a los conductores con asientos vacíos con viajeros que se dirigen al mismo lugar. Esa alternativa cambia de nombre según el país. En inglés le dicen carpoolingo car-sharing, y en Alemania, desde hace más de una década se la conoce como Mitfahrzentralle. Actualmente, Blablacar ha alcanzado en Europa una popularidad record, y es usada como primera opción por viajeros de todas las edades. En Argentina –estoy feliz por la noticia—una nueva plataforma web promete extender el uso de esta práctica saludable. Se llamaTripda.




¿Cómo funciona Tripda?

Básicamente se trata de una comunidad de viajes compartidos,  donde los conductores anuncian el itinerario que tienen planeado, y donde los potenciales viajeros pueden ponerse en contactopara acordar detalles a través de la página web o la aplicación para móviles.  El sistema sugiere al conductor un precio por pasajero basado en el total del costo de nafta por kilometraje y dividido por pasajero. El conductor puede ajustar el precio hacia arriba o hacia abajo pero dentro de un rango.  El servicio de la página en sí es gratuito para ambas partes. En Argentina ya había plataformas similares, pero estaban más orientadas a los viajes de corta distancia, de casa a la oficina, o dentro de las zonas metropolitanas. Esta nueva opción contempla los viajes a la oficina, pero se enfoca en viajes de larga distancia, de provincia a provincia, e incluso a países limítrofes. Una ventaja adicional es que permite a las empresas usar la plataforma para organizar viajes compartidos entre sus empleados de forma gratuita. Creo que en este video (gracias al cual me enteré de la plataforma) redondea la explicación.

Nuestra misión es hacer que el viaje compartido sea un método sustentable, económico, seguro y divertido"– me contó Magdalena Szuszkiewicz, la representante de Tripda en una breve entrevista virtual.

¿Es seguro compartir auto?

La plataforma utiliza un sistema de usuarios y comentarios que permite regular la seguridad de la plataforma y purgar a los usuarios con fines deshonestos.Compartir el auto con las plataformas web es tan seguro o más que viajar a dedo. ¿Y qué tan seguro es viajar a dedo? Desde 1998 llevo 64 países recorridos y más de 140.000 km, y sólo he tenido dos robos. Eso, en comparación con el promedio de un robo al año para viajeros que usan transporte público, es una buena estadística. Es muy fácil sufrir robos de equipaje de las bodegas de los buses durante un viaje nocturno, o el 

En Tripda los conductores incluso redactan una breve descripción de sí mismos, donde pueden incluir hasta la música que les gusta escuchar en la ruta. Así, los viajeros saben qué tipo de persona y conversación esperar. Conocer gente es tan importante como ahorrar en el viaje, y esto lo hace pariente del autostop.


El uso compartido del automóvil no es un invento de esta década. Ya durante la Segunda Guerra Mundial había campañas que alentaban a compartir el vehículo, pero no por motivos ecológicos, sino para reservar el uso del petróleo para fines militares. Así, el autostop y el carpooling se volvieron actos patrióticos. Más adelante, durante la Crisis del Petróleo de 1973, aparecieron carteles en las carreteras norteamericanas con la leyenda “Pool it!” (compártelo). En Holanda, lo ví con mis propios ojos, hay banquinas espaciosas o pick up points,  para que los autos puedan frenar a recoger pasajeros. Y es que técnicamente, el autostop es un car-pooling espontáneo.Muchos gobiernos incentivan a ocupar asientos implementando carriles exclusivos para vehículos con múltiples pasajeros (carriles HOV, del inglés high occupancy vehicle) y hay empresas que organizan calendarios de viaje entre sus empleados. 




El afiche data de 1943, y muestra cómo el transporte compartido se consideraba patriótico. Hace poco, hubo un caso inesperado de alusión a la historia. Los nuevos modelos de Mercedes Benz vendrán con una tecnología llamada CarTogether, que también conecta a conductores y pasajeros. EL detalle fue que en la campaña de lanzamiento se usó la imagen del Che Guevara, y dio bastante que hablar. 


Ventajas de las plataformas de los viajes compartidos

- Es ideal para las personas que no se animana viajar a dedo por cuestiones de seguridad.  Recibo muchos mails de mujeres que viajan solas, o personas mayores. Esta es una buena alternativa.

- Cuando tenés unafecha u horario límite para llegar a destino. Por ejemplo: si estás viajando a un festival, concierto, o tenés sólo un fin de semana largo para aprovechar , o cualquier otro factor limitante. Hacer dedo con apuro y bajo presión es algo que, como amante del autostop, detesto. Es como hacer el amor apurado.

-Permite reducir la emisión de carbono. La gasolina no se evapora, sino que la combustión de un litro de petróleo genera 2,3 kg de CO2. Por ello, estos sistemas serán un éxito cuando incluso quienes tienen su propio vehículo prefieran de vez en cuando viajar en el de otro.


¿Por qué escribo este artículo?  Las plataformas para compartir auto me parecen una tendencia emergente en Europa que recién ahora está tomando fuerza en Argentina. Y no es un formato aislado, sino otra herramienta más de consumo colaborativo, como Couchsurfing y Airbnb (alojamiento) o Blablacar (transporte) en Europa. Si tenés una experiencia personal utilizando Tripda u otra plataforma colaborativa te pido que la compartas a modo de comentario, seguro le va a ser útil a otros lectores. 

¡Buenos —y compartidos— caminos!

   

VIAJAR DE MOCHILERO AL NORTE - GUIA PRÁCTICA

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viajar al norte de mochilero


Viajar al norte de mochileros en veranoes un rito iniciático en la vida de muchos viajeros argentinos, siguiendo un itinerario que normalmente comienza al tomar el tren de Buenos Aires a Tucumán, para luego abordar todo el NOA, visitando Amaicha, Tafí del Valle y Cafayate antes de trepar por los Valles Calchaquíes hasta empalmar con la Quebrada de Humahuaca. Para muchos, es la alfombra roja, la rampa de despegue para recorrer toda Latinoamérica de mochileros. El NOA es una región mágica. La recorrí por primera vez en 2002 y desde entonces regresé cinco veces. Allí tomé la decisión de ser nómada. Allí conocí a Laura y decidimos ser nómadas juntos. Todo lo que se puede aprender sobre el arte de viajar puede aprenderse en el Noroeste: es una maqueta de situaciones ruteras posibles, con todo tipo de climas, relieves, valles y altiplanos. Y lo más importante: a uno se le cae la costra de stress urbano, y entra en contacto con la esencialidad del camino…



Esta guía contiene datos prácticos, consejos e itinerarios para organizar un viaje al Norte Argentino. Si pensás seguir por Bolivia, Perú, Ecuador y hasta donde la mochila te lleve… lee nuestro libroCaminos Invisibles – 36.000 km a dedo de Antártida a las Guayanas, basados en nuestra experiencia como mochileros recorriendo todos los países de Sudamérica durante 18 meses, con historias, mapas, reflexiones culturales y sociales, ubicaciones de comunidades, caminos incas y playas perdidas del Caribe. Podés pedir tu ejemplar a tienda.acrobatas@gmail.com


Esta guía se divide en tres partes:

1. Consideraciones generales, Tucumán, y el circuito de los Valles hasta Cafayate.
2. Provincia de Salta
3. Provincia de Jujuy (aún no tuve tiempo de escribirla)


EL TREN DE BUENOS AIRES A TUCUMÁN.

La forma más barata de llegar al norte es tomando el tren desde Retiro a Tucumán. El viaje dura 18 horas y, en comparación con el precio de los micros, es extremadamente barato, rondando los $70 (verano 2014). La dificultad reside en conseguir pasajes. Los mismos se venden tan rápidamente que para conseguir un lugar en enero es aconsejable acercarse a la boletería en septiembre. Para info actualizada del servico, entrá acá.

A DEDO DESDE BUENOS AIRES

Para viajar a dedo de Buenos Aires al norte, conviene tomar la ruta 9-34, que es la que toman los camiones. El colectivo 60 te deja en el Peaje de Lima, kilómetro 33,4 de la Panamericana, y desde allí, un cartel que diga “Rosario” es un buen punto de partida. Más de una vez conseguí tramos directos a Tucumán y Salta. Dos días de viaje deberían ser suficientes. Otra opción es buscar un coche compartido en una plataforma como Tripda.


MEJOR ÉPOCA PARA VIAJAR AL NORTE

El viento norte empieza a soplar y mover los pies viajeros sobre todo en verano, que es cuando la mayoría tienen vacaciones, pero no hay que subestimar la primavera. Las temperaturas son más templadas durante el día, sin tanto calor, y los precios son más económicos por la temporada baja. Claro que las noches serán más frías, por lo que si estamos pensando en un viaje a pura carpa, mejor el verano. Tanto en primavera como en verano las noches en la Puna pueden ser heladas, por lo que se recomienda llevar buena bolsa de dormir y abrigo.


CONSIDERACIONES GENERALES: EL TRANSPORTE EN EL NOA


Ruta 68 de salta a cafayate

    
Saben que soy muy predecible y les voy a recomendar viajar siempre a dedo, pero como a mucha gente le da igual o prefiere usar transporte público intentaré anotar cuando en algún tramo no haya transporte público. En esos casos, tengan en cuenta que es muy fácil hacer autostop en el NOA, y no deberán esperar mucho hasta que los lleven. Consejos para viajar a dedo en este post.

Los remises compartidos y otras aberraciones. En el NOA pueden llegar a encontrarse con vehículos particulares que ofician de taxis compartidos y van levantando gente en la ruta y camioneros que les van a querer cobrar por el tramo. No le veo el sentido a aceptar salvo que estén en un tramo dificilísimo, como en la zona de La Poma (Ruta 40) o algunas zonas de la Puna.

¿QUÉ EMPACAR EN LA MOCHILA? 

Una carpa es esencial. Si bien hay hostels en todos los puntos turísticos del itinerario, hay muchos sitios que no tienen preparación alguna para el turismo. Si llegás a un lugar, y no hay campings ni hospedaje, date un premio a vos mismo, significa que estás viajando bien. Y en esos casos, la carpa es lo que hace al viajero autosuficiente. Muy recomendado también llevar aislante, ya que por las noches la temperatura baja y el suelo se enfría. Una buena campera técnica, abrigada pero liviana, es lo ideal porque ocupa poco espacio en la mochila y sirve como comodín para las tardes frescas o como rompeviento. Botas de trekking: indispensable para las caminatas. Olvidate del calzado urbano con suela plana, necesitás algo con dibujo y agarre o vas a sufrir mucho tratando de llegar a las cascadas del Río Colorado… Lentes de sol (en las Salinas el reflejo del sol puede ser cegador) sombrero (sí, van a parecer gringos, pero mejor que ser patriotas con ampollas) y kit de primeros auxilios (como en todo viaje).

SAN MIGUEL DE TUCUMÁN – PUNTO DE PARTIDA


centro historico san miguel tucuman


Supongo que si te acabás de bajar del tren (o del camión) y tenés la mente puesta en los Valles Calchaquíes o en la Quebrada de Humahuaca desde hace meses, no vas a querer dar muchas vueltas en una ciudad grande como San Miguel de Tucumán. Por eso no te voy a recomendar una lista de museos y peñas, sino apenas unos consejos básicos de alojamiento.

Los hoteles más baratos se encuentran cerca de la terminal vieja (aunque son bastante básicos). Un hostel muy recomendado es el Tucumán Hostel (Buenos Aires 669.  Está ubicado en una casa antigua reciclada y tiene cocina común  Si la idea es pasar la noche y salir hacia los valles, podés hacer noche en el Camping Municipal, que es el más cercano a la terminal y queda en el Parque 9 de julio. Es gratuito pero las condiciones no son de lo mejor, sólo para zafar y seguir viaje.  Otra alternativa es el Camping de la Policía, queda 5 cuadras al sur de la terminal.

¿Cómo seguir camino de San Miguel a Tafí del Valle? La mega-terminal de San Miguel queda en Brígido Terán 350 (Tel 422-2221). Desde ahí salen micros de la empresa Aconquija a Tafí del Valle (3 horas, ocho micros al día) y Amaicha del Valle (4 horas). Precio (verano 2014): $55.

A dedo de San Miguel a Tafí del Valle. Las dos accesos a la ruta de los valles son, si vienen desde Buenos Aires, Monteros. Desde San Miguel, en cambio, conviene bajarse en el pueblo de Acheral. Ahí van a notar cómo la ruta comienza a subir y el norte que tenían en sus expectativas comienza a materializarse.

Desde Acheral,  la Ruta Provincial 307 (45 km, asfalto) asciende por la Quebrada de los Sosa hacia Tafí Del Valle.

En este mapa se puede apreciar la ubicación de cada pueblo mencionado en esta guía para viajar de mochilero al norte.




TAFÍ DEL VALLE(2100m) es la primera de las escalas en la ruta mochilera hacia el norte. Si bien se trata de un pueblo de 4.000 habitantes, está muy preparado para el turismo, y en enero el pueblo es literalmente “invadido” por lo que muchos prefieran quedarse en Amaicha, pueblito con onda más “mochilera”. Si es la primera vez que viajás al norte, el camino a Tafí será un bautismo en los paisajes del NOA para tus ojos: el río de los Sosa, que venía encajonado entre una selva subtropical de alisos fue dando paso a un valle amplio custodiado por las cumbres nevadas de las Sierras del Aconquija.

Actividades en Tafí del Valle: no está demás una visita al Museo Jesuita de la Banda, anexo a la Capilla del S.XVII con objetos religiosos de la Escuela de Cuzco.

Caminatas: los treks más clásicos son al Cerro El Matadero (3800m,  cinco horas) y al Cerro El Pabellón (3800m, seis horas). Cerquita del pueblo se puede ir a los miradores del Cerro La Cruz y del Cóndor. La Casa del Turista, en la Av Miguel Critto, puede ser un buen sitio donde contactar guías para las caminatas más exigentes.

Alojamiento en Tafí del Valle: Hostel La Cumbre (Av. Presidente Perón 120). Cuartos básicos, baños compartidos, algunos incluso dicen que es un lugar algo sucio, pero claro, muy barato. Un hostel más pro sería el Hostel Nómade(Los Castaños s/n). A cuatro cuadras de la terminal, es de la cadena HI, y tiene agua caliente, wi-fi, y carne de llama con papas en el menú.

Camping: Autocamping del Sauce (Av Palenques). También tienen bungalows . Los que quieran tranquilidad pueden acampar en el cerro El Pelado, solo hay que llevar agua. Otra opción es el Camping Los Palenques. Precios (verano 2014): $20 la carpa + $30 por persona.

CONFESIONES I: En mi primer viaje al norte en 2002 olvidé la carpa en al caja de una camioneta que me llevaba. Me esperaban 20 días de viaje, en los que tuve que aprender a encontrar un techo, en iglesias o en casa de campesinos. La primera de esos actos de malabarismos (acrobacias en el camino, y de allí el nombre de este blog) fue ir a la radio en Tafí del Valle y contar que me había quedado sin carpa. A los 15 minutos, el intendente había mandado un delegado con un voucher por dos noches de alojamiento.

En El Mollar, 13 km al sur de Tafí se puede visitar el Parque Arqueológico Los Menhires, monolitos de piedra que los nativos eregían a sus dioses. Los menhires están reunidos en un conjunto artificial ya que originalmente estaban diseminados por todo el valle.” En verano hay boliches que se llenan de gente de San Miguel. Mejor seguir para Amaicha!

La distancia de Tafí del Valle a Amaicha del Valle es de 55 Km por la RP 307. Hay colectivos de la empresa Aconquija, aunque se puede ir fácil a dedo. La ruta pasa por el Abra del Infiernillo, a 3050 m. Quizás ahí vean sus primeras llamas…

AMAICHA DEL VALLEes una localidad que en virtud de una donación de tierras del gobierno se organizó como cooperativa aborigen, una de las más antiguas del continente. El pueblo promete 360 días de sol al año y está ruta adentro. Muchos pasan de largo pensando que Amaicha es lo que se ve dede la ruta. La gente saluda al pasar, y la plaza parece la Plaza Serrano de Buenos Aires 20 años atrás. En Amaicha, el principal atractivo es caminar por el pueblito. Algunos recomiendan el Museo de la Pachamama, pero con ese nombre lo que se muestra es en realidad una colección de obras del artesano local Héctor Cruz, personaje muy discutido, por haber explotado las vecinas Ruinas de Quilmes sin consenso de la comunidad.

Hospedaje en Amaicha: Hostal Amancay (A cinco cuadras de la plaza, por la RP 307) Es la casa de Sebastián Pastrana, guía local que ofrece desayuno con pan casero en una casa que no por ser tradicional deja de tener wi-fi.

vista de las ruinas de quilmes

                      Foto cortesía de Juan Manuel Lere, de www.rumbeandoporahi.blogspot.com

De Amaicha a las Ruinas de Quilmes son 22 km.  Podés tomar un colectivo de la empresa Aconquija a Cafayate y bajarte en el cruce a las ruinas y caminar 5 km o hacer dedo y conseguir viaje con algún turista que también esté en plan de visitarlas. Hay que pagar entrada. Estas fortificaciones defensivas de la cultura diaguita son imperdibles, y además puede recorrerse con guías locales. 

Desde las ruinas de Quilmes, camino a Cafayate, estarás viajando un tramo por la mítica Ruta 40 ¡Bienvenido!

Antes de cruzar a Salta, un desvío interesante hacia la izquierda que va desde Colalao del Valle a El Pichao. Es un pequeño poblado de fincas que cultivan nogales y duraznos. Se trata de una comunidad aborigen y tiene un trazado de calles muy peculiar. No es un lugar turístico, la forma más de llegar es caminar los 8km desde la ruta de noche 

¡Y bienvenidos a la provincia de Salta!

Subiendo desde Tucumán por la RN 40, se llega a Cafayate, luego de pasar por algunas poblaciones camufladas como Colalao del Vale y Tolombón. 

CAFAYATE (1700m) es el pueblo de más importancia en la zona, con 9200 habitantes, y a 1700 m de altitud. La confluencia de los ríos Santa María y Calchaquí han hecho de la región una zona más que apta para la industria vitivinícola. No solamente para visitar bodegas, si no por la cuidada arquitectura y la oportunidad de realizar espectaculares caminatas en las cercanías, es recomendable reservar varios días para Cafayate en el itinerario.

Visitar bodegas en Cafayate. Domingo Hermanos (Nuestra Señora del Rosario s/n) es la única en manos nacionales. Pero además está la Bodega Etchart (por RN40), la bodega La Banda (al norte del pueblo), y bodega La Rosa (por RN40). En la mayoría de las bodegas hay que pagar para la degustación. La excepción: Vasija Secreta (Ruta 40, s/n). Ver también el “Museo de la Vid y del Vino” (Güemes Sur esquina Fermín Perdiguero). Antes de pasar a otro tema, debemos mencionar que en Cafayate se pueden probar helados de vino en la Heladería Miranda. Una bocha de cabernet, otra de torrontés, y así.

Pasando a la arqueología es imperativo visitar el Museo Arqueológico (Colón 191, de 11 a 20 hs)  que tiene una excelente colección de cerámicas calchaquíes y otros artefactos.   

Caminatasen Cafayate: no lejos del pueblo estánlas cascadas del Río Colorado, cerca de un viejo molino de piedra. Hay que caminar hasta el Camping El Divisadero, desde allí son 3 hs de subida en las que se cruza el río varias veces. En el camino se ofrecen guías locales con los que se pueden ahorrar algunas horas. El salto mayor tienen unos 20 mts. Me han dicho que recientemente han comenzado a cobrar una tasa para mantenimiento de $10.

Es lindo ver los atardeceres desde el Cerro Santa Teresita. No muy lejos está el cerro San Isidro, dónde no es difícil hacer cumbre y explorar una cueva con pinturas rupestres.

viñedos en cafayate

Fiestas: Cafayate es la capital folclórica del Noroeste, en cuyo cielo se inspiraron poetas y músicos como Cuchi Leguizamón y Manuel Castilla. En febrero tiene lugar un fiesta folclórica llamada la Serenata a Cafayate, que se viene haciendo desde 1978. Para esa fecha, la plaza hotelera se agota y cuesta más encontrar donde dormir. A fin de año está la Fiesta del Vino Torrontésy la Peregrinación a la Virgen de la Falda Grande, que culmina en un cerro a 3.500 mts de altura.

Donde comer en Cafayate: Muchos viajeros han recomendado  el Restaurante El Quincho frente a la terminal de Flecha Bus.

¿Qué probar en el NOA? El NOA es el sitio ideal para salirse del menú automático argentino, de la milanesa, del plato de ravioles o el pollo con ensalada. Es en las provincias de Tucumán, Salta y Jujuy donde podemos degustar tamales, humita, locro y carne de llama. Es una buena manera de incorporar en las fibras íntimas la tierra por la que uno viaja. Si querés leer una teoría molecular de la Pachamama, hacé clic en este delirio.


donde comer tamales en el norte


Alojamiento en Cafayate: Cafayate Backpackers Hostel (Córdoba 155) Tiene un hermoso jardín con hamacas, una cocina equipada y viajeros de todos los países. Habitaciones privadas y dormis. Huayra Sanipy (Nuestra Señora del Rosario 285) tiene dormis, lockers, cocina y una linda biblioteca. Opción económica: me informan de un hostel en Calixto Mamaní 72, lo atienden José María y Leticia, con desayuno incluido, muy limpio y tranquilo. A fecha verano de 2014, los precios para un dormi en un hostel andaban por los $70/80.

Camping en Cafayate: Camping Lorohuasi (tel 421051 por RN40)  A 10 minutos de caminata del pueblo, tiene pequeña proveduría. Tiene pileta. Camping El Divisadero, queda a 6 kms del pueblo. Bien céntrico, recomendamos el camping Río Chuscha, en el acceso norte.  Por la ruta 40 está el camping Luz y Fuerza.

Desde Cafayate el camino se divide. Elige tu propia aventura rutera. La RN 68 parte hacia la Quebrada de las Conchas, también conocida como la Quebrada de Cafayate. Faldeando la cordillera, en cambio, la Ruta 40 atraviesa los Valles Calchaquíes por poblados detenidos en el tiempo.

Para seguir armando el itinerario para viajar de mochilero al norte, seguí leyendo en el próximo post con toda la información de la provincia de Salta.

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SALTA: QUEBRADA DE CAFAYATE Y VALLES CALCHAQUÍES POR RUTA 40

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puertas esquineras salta


Esta guía contiene datos prácticos, precios, itinerarios para ayudarte a organizar tu viaje mochilero por la provincia de Salta, recorriendo la Quebrada de Cafayate y los Valles Calchaquíes por la ruta 40 hasta San Antonio de los Cobres. La primera parte de esta guía cuenta el camino desde Tafí del Valle, en la provincia de Tucumán, hasta Cafayate.  

Desdeallí, tenemos dos rutas posibles:
  • La ruta 68 que, tras 190 km de asfalto, nos lleva a Salta capital atravesando la Quebrada de las Conchas o Quebrada de Cafayate.
  • La ruta 40, que con sus 160 km casi todos de ripio une Cafayate con Cachi, por el circuito de los Valles Calchaquíes.


Hacer dedo en Cafayate: en ambos casos, hay que caminar 2 km desde la plaza, hasta donde el camino se divide. La zona está arbolada, lo que en verano protege del sol.

Si pensás seguir por Bolivia, Perú, Ecuador y hasta donde la mochila te lleve… te puede ser útil leer nuestro libro Caminos Invisibles – 36.000 km a dedo de Antártida a las Guayanas, basado en nuestra experiencia como mochileros recorriendo todos los países de Sudamérica durante 18 meses, con historias, mapas, reflexiones culturales y sociales, ubicaciones de comunidades,  caminos incas y playas perdidas del Caribe. Podés pedir tu ejemplar a tienda.acrobatas@gmail.com





Casi todos los lugares que recomiendo en esta guía están marcados en este mapa de Google. Muchos no he podido encontrarlos, debido a que cartográficamente hablando los mapas de Google son incompletos. Para llegar a los sitios más alejados, compren un Atlas de Rutas Firestone.


DE CAFAYATE A SALTA POR LA QUEBRADA (RUTA 68)



excursiones quebrada de cafayate


Hacia el este, es la Sierra de Carahuasi la que ha sido modelada por la erosión y ofrece las formaciones conocidas como Garganta del Diablo, El Anfiteatro, El Sapo, El Fraile, El Obelisco, y Los Castillos. Cada formación rocosa está a unos pocos kilómetros de la otra. Aquí, la lluvia y el viento han dado formas fascinantes a la roca. Mientras el valle de Lerma en Salta recibe abundantes precipitaciones, más al sur, la altitud de las montañas impide que esas mismas lluvias subtropicales lleguen a esta zona. En algunas áreas, los ríos que bajan de los Andes han cavado profundas quebradas, que se conocen en conjunto como Quebrada de Cafayate. Los momentos ideales para la fotografía son el atardecer o la mañana.

Es muy fácil hacer dedo en esta zona, y muchas veces los que frenan son turistas en autos alquilados que también irán frenando en cada formación rocosa para sacar fotos, o gente local, que muchas veces también muestra su provincia orgullosa y banca unos minutos a que hagas foco. Si no, hay excursiones a la Quebrada desde Cafayate. Una opción interesante es alquilar una bicicleta en Cafayate y  tomarse el micro hasta Alemanía y bajar pedaleando y acampando en la misma Quebrada. Si tenés poco tiempo, quizás te interese esta web con precios actualizados de excursiones en Salta (en toda la provincia me refiero).


pueblo alemanía


A 60 km de Cafayate, el camino pasa por Alemanía, pueblo ferroviario fantasma (habitado por siete familias) nombrado así en honor a obreros alemanes que dejaron su aliento en la construcción del ramal C-13.  El tren pasó desde 1916 hasta 1971. Desde entonces la población fue en descenso. Cerca hay dos puentes: uno para autos sobre el río Calchaquí (por donde pasa la ruta) y uno ferroviario sobre el río Alemania. Es allí el punto de inflexión del paisaje: de ahora en más todo es verde y fértil, y por eso se lo conoce como “El portal de los valles”. En verano, algunos turistas llegan al poblado, y la estación de trenes abandonada funciona como mercado de artesanías. Pidiendo permiso, es posible acampar no lejos de allí. Hay una despensa, y muy cerca una acequia de piedra donde bañarse en agua cristalina.

Dos anécdotas que me marcaron en Alemanía. En 2002, me frenó una Rastrojera, que iba repartiendo leche en polvo desde Cafayate hasta Coronel Moldes. El salteño de sombrero que conducía hablaba mientras acomodaba como podía un gran bolo de coca. Me dio permiso para bajar y fotografiar todas la Quebrada. En una de esas paradas, detuve mi cámara frente al pueblo ferroviario fantasma de Alemanía. En ese momento los miedos y sueños dentro mío (Aún no me animaba a dejar todo y vivir viajando) coexistieron por primera vez en armonía: en Alemanía decidí ser nómada. Ocho años después, tras habernos conocido pocos días antes, Laura y yo decidimos, en ese mismo pueblo dijo el destino, ser nómadas juntos.


camping en alemanía

Más adelante encontramos La Viña, de donde sale un desvío hacia Guachipas. Allí, si se hace de noche y aún nadie nos ha alzado, hay camping municipal, y el pueblo es bastante antiguo. En todos estos pueblos es interesante ver las viejas casas con galería de columnas en el frente, reproduciendo a veces en adobe columnas jónicas o dóricas.


la viña

A 24 kms de La Viña está Coronel Moldes: este pueblo queda cerca al Dique Cabra Corral, donde se puede pescar, hacer bungee-jumping o rafting en el Río Juramento (en cuyas orillas Belgrano juró la bandera). Hay agencias de deportes extremos que coordinan estos desboques de adrenalina que no termino de comprender. También se puede caminar sobre el Cerro Peñas Blancas con destino a un observatorio indígena.  El rafting se practica de enero a enero, y es de grado de dificultad  III, lo ideal para que resulte divertido sin ser peligroso. El camping está a unos cuantos kms del pueblo, sobre el dique. Para hacer dedo, en Coronel Moldes, hay una loma de burro donde los autos reducen la velocidad, cerca del puente.

Anécdota: La iglesia es un lugar accesible: una vez dormí adentro, tras haber caído en plenas fiestas patronales y jugado al bingo junto a señoras con facciones colgantes que cantaban línea como letanías a Santa María.
A partir de allí se entra en el Valle de Lerma, en el que se encuentra Salta. (La información de Salta la encontrarán al final de esta guía) Ahora volvamos a Cafayate para saber qué nos espera si tomamos la ruta 40.
DE CAFAYATE A CACHI POR LA RUTA 40:



pueblos en la ruta 40

Si viajás a dedo: El poco tránsito puede provocar esperas prolongadas, no es lo normal. Con Laura, de hecho, esperamos apenas 10 minutos por una camioneta que llevaba un somier a San Carlos. ¡Eso sí que es viajar cómodos! (podés ver el video de ese tramo aquí)
Si viajás en micro: Sólo hay un servicio diario hasta Angastaco por la mañana, de la empresa El Indio. De Angastaco a Cachi hay sólo un micro por semana de la empresa Marcos Rueda que hace la ruta Cafayate - Salta via Cachi.    
A 13 kms de Cafayate se pasa por Animaná.(Camping Municipal) Desde allí hay un camino de tierra de 8 kms que lleva a Corralito, pueblito al que Federico Kirbus caracterizó Periplos de ensueño como un “pueblo perdido y olvidado, porque queda del otro lado del río....”
A 9 kms está San Carlos, donde termina el asfalto. Hoy un pueblo de 1200 habitantes, en el siglo pasado era la segunda ciudad en importancia de toda Salta. Aun conserva muchísima arquitectura colonial, especialmente por la calle Güemes, donde destacan muchas puertas esquineras. El museo está frente a la plaza y tiene una simpática mezcla de objetos apretujada en una casa de reducidas proporciones. (A colaboración) La iglesia antiguamente estaba techada con cuero de vaca.

Alojamiento en San Carlos: Residencial Incahuasi (Rivadavia s/n). Además hay varios hospedajes familiares. El camping municipal es gigante y tiene pileta.   
Siguiendo camino por la 40: Para salir para el lado de Cafayate a dedo hay una estación de servicio “Service del Valle” a la salida del pueblo. En dirección a Cachi simplemente hay que esperar en la ruta. Como el tránsito es escaso, puede ser útil averiguar en la plaza si hay algún vehículo saliendo. Los micros que van a Angastaco y Cachi salen desde la plaza y se llenan rápido en verano.  
Mi experiencia a dedo: tuvimos que esperar 45 minutos hasta que un camión que cargaba ladrillos de adobe nos subió a la caja. Iba hasta Angastaco.
A 27 kms de San Carlos está Payogastilla, diminuta localidad con una pequeña estación de servicio a mano derecha.


quebrada de las flechas

Camino a Angastaco la ruta 40 atraviesa la Quebrada de las Flechas, donde la erosión crea uno de los monumentos naturales más extraordinarios del país. El camino se vuelve muy sinuoso, llegando al antiguo Angastaco.
Angastaco es un poblado de apenas 650 habitantes, otro de los oasis situados a intervalos regulares por los valles calchaquíes, con viñedos, campos de pimiento, y las ruinas de un pucará. Hay un museo arqueológico. 
Alojamiento en Angastaco: Pensión Cardón. Hay además una Hostería Provincial en la entrada del pueblo y es posible hospedarse en casa de familia. La Hostería Angastaco está en Av. Libertad s/n. Los acampantes pueden dirigirse al camping municipal. A la entrada a mano izquierda, la estación de servicio puede ser útil para conseguir viaje hacia Cafayate.
Desde Angastaco salen caminos de ripio hacia parajes realmente olvidados, como Hualfin, Guasamayo y Jasimaná.Más lejos de la ruta, menos nombrado en los circuitos mochileros clásicos, más cerca de la Pacha. En el albergue municipal de Angastaco compartí asilo  con un personaje que llevaba días caminando entre los cerros para llegar al poblado a visitar a su hijo…

angastaco

Será por eso que en Angastaco este cartel da la bienvenida a los caminantes…
A 6 kms de Angastaco se encuentra la iglesia más antigua de los Valles Calchaquíes, la iglesia de El Carmen, que data de 1783, junto al paraje del mismo nombre.

45 kms más adelante está Molinos, antiquísima localidad cuyo atractivo es el haber sido el último bastión realista en territorio argentino. Aún queda en pie la Casa del Gobernador Isasmendi, de 1692, último gobernador español en el país. La zona antigua del pueblo, que fue martirizado con planes de vivienda sin gracia y con poco respeto por las técnicas de construcción nativas, queda cerca de la iglesia. Cerca de Molinos hay un criadero privado de vicuñas en semicautiverio llamado Coquena. Algunos artesanos venden ponchos de esa fina lana (hasta 3000 dólares cada uno. Una cosa es respetar a la Pachamama, la otra es ser boludo.)

Alojamiento en Molinos. Hay camping municipal y un Albergue Municipal con pequeñas habitaciones con baño compartido y dormis para 24 personas. Las monjas agustinas fundaron un albergue para estudiantes junto a la iglesia y alojan por poco dinero. Tienen agua caliente y cocina a disposición. Hay un Hostal Provincial, con tarifas más elevadas.
Una ruta muy poco visitada: el camino de Molinos a Colomé (ripio) hacia el sur. Tras 18 kms llega al paraje, donde un suizo apellidado Hess tiene una bodega y una hostería de cuyos precios mejor ni preguntamos. Hasta aquí el camino es bueno. Son 12 kms más hasta Amaicha (no confundir con Amaicha del Valle en Tucumán) y 2 kms más hasta Tacuil. Estos 14 kms son malos: cornisa de una sola mano. Al llegar a Tacuil un cartelito de madera anuncia que estamos ante los viñedos más altos del mundo (2.597 mts).

El próximo punto de interés es Seclantás, 16 km al norte de Molinos, y no menos antiguo. Seclantás es el único pueblo que se desarrolla del lado Este del río Calchaquí, por lo que siempre quedaba aislado en tiempos de crecidas, hasta que en 1980 se construyó el puente. Alojamiento en Seclantas: Camping “Finca Montenieva”. Hostería La Rueda ($150 la doble con desayuno). Cabañas y camping municipal a la entrada del pueblo.
De Seclantas sale un camino de tierra (la RP56) hacia el Oeste que tras 12 kms lleva a Brealito, poblado a pocos kms de una bella laguna de altura. Hay un insólito camping en terrazas donde acampar. El mismo camino (que está en pésimo estado) lleva a parajes valle adentro muy poco visitados. Ellos son: Cuchiyacu, La Puerta, Luracatao y Alumbre.  
12 kms al norte de Seclantás está San José de Escalchi. Antes funcionaba un monasterio (a la entrada) de la Congregación de los Discípulos del Señor, donde una vez me dieron hospedaje unos monjes que andaban a caballo y  entonaban cantos gregorianos por la mañana…  Allí funciona un antiguo molino de agua, antes más comunes en esta zona.   
A 5 kms de San José está el yacimiento arqueológico de La Paya y, 10 km más al norte, llegamos a Cachi.


cachi


CACHI: (2280 msnm. 1800 habitantes) Esta población de  estilo colonial, con calles de empedrado y una espectacular iglesia del siglo XVIII, es uno de los sitios de os valles calchaquíes que no me perdería. Hay un mercado artesanal en el lado oeste de la Plaza 9 de julio, que además es la oficina de turismo. Del lado Este de la plaza está la Iglesia San José (1796) con mucho mobiliario dentro hecho de madera de cardón. Al sur de la iglesia está el Museo Arqueológico Pablo Diaz ($10) en un edificio con galería neogótica de 1920.
Alojamiento en Cachi: Sobre una colina 1 km al sudoeste del pueblo está el camping municipal. En el mismo sitio está el Albergue Municipal ($50 por cama). Otra opción es el Hotel Nevado de Cachi. Otros recomiendan el Hospedaje Don Arturo (Calle Bustamante s/n). Se nota en Cachi una preparación para el turismo, pero en niveles tolerables.
11 kms al norte llegamos a Payogasta, con callecitas cuyas pendientes parecen estrellarse contra el Nevado de Cachi (6100 mts) y secaderos de pimiento que son su marca registrada. Opción de hospedaje: Hostería de Payogasta.
Desde acá tenemos la opción de ir a Salta Capital por la Cuesta del Obispo, o de seguir hacia La Poma y San Antonio de los Cobres. Atención, ésta última es una ruta muy difícil. Las chances de conseguir alguien que los lleve a dedo son muy pocas. Si tienen un límite de tiempo, ni lo duden, encaren para Salta.
DE CACHI A SALTA POR CUESTA DEL OBISPO (RP 33):


cuesta del obispo

¿En micro o a dedo? Hay buses de Cachi a Salta, de empresa El Indio. Para hacerlo a dedo primero hay que llegar a Payogasta y cruzar el puente, y ponerse a hacer dedo antes de la primera curva.
El espectacular camino de montaña une en 118 km los Valles Cachaquíes (Payogasta) con el Valle de Lerma (Chicoana). Si contamos de Cachi a Salta son 157. Voy a relatar cómo es el viaje viniendo desde Salta. Para hacerlo a dedo, tomar el colectivo 8 D que lleva a la rotonda de Limache. Allí ya se está en la RN 68, junto a una estación de servicio en la mano apropiada. Se pasan los pueblos de Cerrillos y La Merced. Después de 37 kms se llega a El Carril, desde allí hay que llegar a la rotonda de Chicoana, y si uno tiene tiempo, darse una vuelta por ese pueblo. Es un sitio tranquilo, con una hermosa plaza con tranquera y con varias casonas en sus alrededores. La plaza y la Iglesia fueron declaradas monumento histórico por haber sido sede de la Batalla de Chicoana entre unitarios y federales (1827). Hay un camping municipal gratuito a una cuadra de la plaza, con baños. Para ducharse hay que ir al Complejo Municipal. Toda la zona es de gran producción tabacalera.
El camino es muy sinuoso, y se demora un par de horas para cruzarlo  El zigzageante camino tiene su punto más alto, Piedra del Molino, a 3340 msnm. Su construcción se inició en los años 20, y ya ha sido asfaltado casi en su totalidad, salvo el tramo de 25 km de Agua Negra a Piedra del Molino.  El trazado entero es denominado Quebrada de Escoipe. La Cuesta del Obispo en sí tiene 21 kms en los que se asciende 1300 mts, siendo la vista desde lo alto realmente impresionante.  El nombre viene porque en 1622 un tal Monseñor Cortázar tuvo que hacer noche en el camino. Después de Piedra del Molino hay un desvío de tierra que luego de 10 kms se bifurca en horquilla, llevando la primer variante a la Mina Don Otto, productora de uranio, y la restante a Amblayo, un pueblo perdido en un valle alto y casi inaccesible, 40 km montaña adentro, famoso por sus quesos de cabra.  
A seguido la ruta atraviesa el Parque Nacional Los Cardones. El Parque ocupa 65.000 hectáreas a ambos lados de la ruta, y ganó su estatus de parque nacional en 1997. Ante la ausencia de bosques en esta zona cordillerana, el cardón siempre ha sido un material de construcción (se lo puede ver en muchas iglesias del NOA) La entrada es gratuita, ya que no hay centro de visitantes. Hay un guardaparques en Payogasta. Aveces, el Backpacker’s Hostel de Salta (Buenos Aires 930) organiza excursiones. Antes de Payogasta está el tramo conocido como recta de Tin Tin, de 12,3 kms. Trazada por los pueblos prehispánicos, el trazado sólo era parte del Camino Inca, y fue pavimentado al comprobarse, con mediciones satelitales, que era el más lógico. El asfalto nos escolta hasta Cachi.
 DE CACHI A SAN ANTONIO DE LOS COBRES POR RUTA 40:
Los que en vez de volver a Salta se animaron a seguir viaje desde Payogasta hacia el norte, si están a dedo, afrontarán uno de los tramos más difíciles de su vida. De Cachi a La Poma hay transporte público una o dos veces a la semana, pero más adelante, entre La Poma y San Antonio de los Cobres ya no hay nada. Dos veces lo había intentado sin éxito (2002 y 2005). En 2010, al fin tuve suerte y me frenaron dos franceses locos que habían comprado un Falcon viejo en Córdoba. No se pierdan el video.
15 kms al norte de Payogasta está el acceso a Palermo Oeste, un poblado con mucha población boliviana, con casas esparcidas entre pequeños sembradíos conocidos localmente como “rastrojos”.
30 kms adelante llegamos a Campo Negro, señalizado. Es una planicie de rocas negruzcas (lava solidificada) originada por la erupción hace siglos del Volcán Los Gemelos. Siguiendo un km llegamos a Puente del Diablo. Aquí el río Calchaquí forma un cañón que perfora la montaña durante unos 70 metros. Por esta caverna repleta de estalactitas, se puede caminar con el agua por debajo de la cintura, si es que el río no está crecido (como suele suceder). Es un buen lugar para acampar. De la ruta sale un camino a izquierda de unos 400 metros hasta el sitio. Después hay que descender por una senda hasta el río, el que se puede cruzar por un puente natural.
Un par de kms más adelante está otra atracción de la zona: Los Graneros. Dentro de una enorme cueva hay silos circulares y rectangulares. Servían fundamentalmente para almacenar maíz. En algún lugar se encontraron marlos, y por el tipo de arquitectura se los considera incaicos.  


la poma imagenes

Si seguimos 5 kms más está La Poma. La voz deriva del quechua puma. El pueblo está enmarcado por quebradas sinuosas, cumbres aterciopeladas y serranías erizadas de cardones, exactamente a 3.015 m. La Poma fue destruida por un terremoto el 24 de diciembre de 1930. Un sector del caserío de adobe fue reconstruido, hoy conocido es como Poma La Vieja. Aún habitado y es un sitio increíble. Allí, buscar a David Garrós, quien les hará con gusto un tour de la zona con lujo de detalles, mostrándoles, por ejemplo, las antiguas campanas de la vieja iglesia, hoy inexistente, fundidas en Potosí en el S.XVII. Hay un espacio designado para camping libre, sin servicios, al lado de la Hostería El Acay.
Alojamiento en La Poma: Hostería El Acay (Tel 03868-491003) Hostería de la Poma (frente a la Plaza). Hosteria Inti Huasi (tel 03868- 491003) En el Pueblo Viejo: David Garrós da hospedaje familiar.(Calle La Capilla 115 Tel 03868-491003)


campanas antiguas


¿Cómo salir de La Poma a dedo? Cuando la RN40 hacia San Antonio de los Cobres está abierta tiene algo de sentido salir a hacer dedo a la ruta, aun así, hay que caminar algunos kilómetros hasta salir a la ruta, por lo que tampoco es mala idea averiguar en el pueblo, alrededor de la plaza si hay algún móvil yendo en nuestro sentido. Incluso a la tarde salen camionetas a veces rumbo a Salta, llevando mercadería.  
Siguiendo hacia el norte se pasan los últimos nevados calchaquíes, la Puna aparece y se llega al Abra del Acay, que a 4895 msnm es la ruta más alta de Argentina. Esto puede producir apunamiento: para combatirlo mascar coca, comer poco y moverse lo menos posible. En unas horas o en un día el organismo se acostumbra. Quedan 80 kms de ruta 40 antes de encontrarse con la RN 51 que lleva (tras 13 kms más) a S.A. de los Cobres.  

Nuestro viaje en este tramo en un Falcón modelo 60 fue duro, pero uno de los más lindos de nuestra historia rutera... (video abajo)






San Antonio de los Cobres (3800m) La atracción de este pueblo es el simple hecho de que exista. Es normalmente visitado para observar el famoso viaducto La Polvorilla, el famoso puente de hierro que se ve en las fotos del Tren de las Nubes, se encuentra siguiendo 13 kms por la RN 51 y doblando 6 hacia la dcha por el camino que va a Sey. No hay colectivo. Lo ideal para hacer dedo es hablar con los turistas que por la mañana salen de la Hostería y   con los que se detienen al mediodía a almorzar.  El viaducto tiene 224 m de largo y 63 de alto. Es el fin del recorrido turístico del Tren a las Nubes.  
Hospedaje en SAC: Hospedaje Belgrano (tel 490-9025, por calle Belgrano) cobra $100 por persona, y hospedaje Los Andes, por la misma calle y por el mismo precio. La opción más cara es la Hostería de las Nubes (tel 490-9059, en la entrada al pueblo por RN51. $400 la doble). Aunque anden con carpa recuerden que de noche y hasta pasada el alba la temperatura es bajo 0.  
Desde San Antonio de los Cobres también se puede conectar con Purmamarca por la ruta 40, cruzando parte de las Salinas Grandes. Casi nadie, solo turistas y 4x4, toman esa ruta.

Otra manera, más turística pero con onda de llegar San Antonio de los Cobres es con el Movitrack. Básicamente una excursión en un camión tuneado y simpático. Si algún lector viajó con ellos, porfa cuente su experiencia como comentario.
Y FINALMENTE: SALTA
Salta es quizás la ciudad más linda del noroeste y un destino mochilero por excelencia. Para los que viajan solos, sus hostels son sitios ideales donde cruzarse con viajeros de todos los países e intercambiar planes, consejos e inspiración. En Salta merecen la atención la Catedral, y la Iglesia de San Francisco (tomarme una cerveza Salta negra en el bar frente a esa iglesia es parte de mi ritual). Está en calles Caseros y Córdoba, y es una típica postal salteña. En la ciudad hay cantidad de museos, como el Museo Histórico del Norte (Caseros 549) con su colección de arte religioso y moderno, muebles antiguos, artefactos coloniales y hasta una galera postal. El edificio del museo en sí es el Cabildo del siglo XVIII. El Museo de Bellas Artes (Florida 20) tiene pintura antigua y contemporánea. Pero el que no se pueden perder es el MAAM - Museo de Arqueología de Alta Montaña, muestra todo lo relacionado con los hallazgos de las momias incas en el Llullaillaco (6739m), cerca de Socompa. La puesta en escena de las momias, conservadas en una atmósfera artificial que reproduce el clima a seis mil metros de altura, es emocionante. El museo (martes a domingos de 11 a 19:30 hs) está frente a la plaza 9 de julio
Pero no todos son museos. Sobre la ciudad reina el Cerro San Bernardo, desde el que se tienen excelentes vistas de Salta. Se puede subir en teleférico desde el Parque San Martín ( de 10 a 19 hs. $35) Una actividad urbana es sin dudas caminar por la calle Balcarce. Es por ahí que está la movida de las peñas y los bares. De 10 a 21 hs la calle se vuelve peatonal, y los puestos de artesanías lo cubren todo.

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VIAJAR A TIBET: GUÍA PRÁCTICA

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Esta guía práctica para viajar al Tíbettiene la intención de ayudarte a organizar tu viaje, obtener el permiso de entrada, y pensar un presupuesto e itinerario. Recibo muchas consultas de lectores que tras leer Un Tango en Tíbet, me piden consejos para llegar a este teritorio, uno de los más aisladas del mundo y una  figurita difícil en cualquier lista. Más allá del romanticismo alrededor de su nombre, viajar al Tíbet hoy implica cierta preparación y algo de dinero invertido en agencias y permisos. Esta es una guía para saber a qué nos atenemos cuando declaramos que queremos conocer Tibet.


guia para viajar a tibet



El permiso para viajar a Tíbet:

No es posible (o es extremadamente improbable) ingresar al Tíbet de forma independiente. Es necesario, además del visado chino, un permiso extendido por el Tibet Travel Bureau (TTB) en Lhasa (organismo oficial) y que sólo se puede obtener a través de una agencia de viajes. Atención: los chinos controlan que tengas este permiso antes de que puedas abordar el tren o el avión hacia Lhasa. Hay controles carreteros en la Friendship Highway que une Katmandú con Lhasa, en la ruta 219 que va hacia Ngari (Tíbet del Oeste) y en otros pasos fronterizos con el resto de China.  

¿Cómo tramitar el permiso?

El permiso sólo se puede obtener a través de una agencia de viajes, y éstas sólo lo otorgan cuando contratás con ellas un tour de siete, diez o quince días. Este tour incluye vehículo, conductor y un guía que está obligado a acompañarte durante toda tu estancia en Tíbet. A menos que, por supuesto, sólo vayas a visitar Lhasa, lo que sería bastante tonto.

Para obtener el permiso, debes facilitarle a tu agencia una fotocopia de tu pasaporte y otra de tu visado chino.

Pedirle a tu agencia que te sume a un grupo de 4 viajeros es la forma más barata de entrar al Tíbet, porque disminuye el precio por persona de todo el paquete. Es decir, si te sobra dinero, puedes viajar sólo, aunque no hay manera e zafar del conductor y del guía.

Puedes solicitar a tu agencia que te proporcione un guía y conductor tibetanos. Conocerán más la cultura del lugar. El guía tampoco estará encima de ti todo el tiempo, sino que organizará el alojamiento y las comidas y, sobre todo, las visitas a los monasterios, donde los extranjeros tienen prohibido entrar por su cuenta. El tiempo libre lo puedes negociar con tu agencia.

Los extranjeros no pueden abordar transporte público fuera de Lhasa, y los conductores locales se arriesgan a castigos ejemplares si son descubiertos transportando a los viajeros.

Es aconsejable tramitar el permiso y el paquete con tres semanas de anticipación. Puede realizarse por internet a través de la agencia en cuestión.

Hay períodos políticamente sensibles en los que el gobierno chino le prohíbe al TTB la emisión de permisos. Del 10 al 14 de marzo son fechas críticas, por el aniversario de la Rebelión Tibetana de 1959 y también de las protestas durante los Juegos Olímpicos de Beijing. En general, el Tibet permanece cerrado en marzo y abril. No hay manera de saber de antemano en qué fechas el TTB decide interrumpir o reanudar la emisión de permisos, ya que se debe al clima político de la región.

alien travel permit

                                                          Pegado en la contratapa del pasaporte.

Permisos adicionales: Si vas a viajar a Tsedang, Shigatse, Gyangtse, Ngari (Tibet del Oeste, Kailash, etc), Nyingchi o Chamdo necesitarás un Alien Travel Permit (ATP) emitido por el Public Security Bureau (PSB).

Es MUY importante no mencionar que vas a ir al Tíbet en tu solicitud de la visa china.

rutas en el tibet

                         Los primeros 100 km de esta ruta eran asfaltados, los siguientes 2000 eran de ripio...


¿Por qué yo no hice nada de todo esto? La antigua ruta a Tíbet desde el Oeste.

Cuando viajé en 2006, antes de los Juegos Olímpicos, toda esta burocracia ya existía, pero había un par de trucos mágicos. Personalmente, Tíbet era una parte no negociable de mi itinerario. Como parte de la documentación previa al viaje me había enterado de un par de fisuras en la caparazón policial china. Kinga Freespirit, la eminente autostopista polaca, me había recomendado entrar por tierra desde Zhongdianen Chna, al este de Tíbet. Allí vigilaban menos, pero si lograbas pasar, tenías que andar a las escondidas cada vez que aparecía un uniformado. Griselda Moreno, viajera argentina, también intentó usar esta ruta, siendo encarcelada dos veces en el intento. Finalmente, me enteré que si entrabas desde Xinjiang, por la Western Tibetan Highway (que era una ruta polvorienta a 4500 metros de altura) podías tomar un bus desde Kargilik (Yecheng) hasta Ali, la única ciudad de Tíbet del Oeste, y allí autodenunciarte ante el PSB chino y pagar una multa/coima de 30 USD y obtener un Alien Travel Permit.De esta manera, tu viaje se volvía deliciosamente legal durante la marcha y eso fue lo que hice. Mi ruta fue, entonces: Pakistán -> Karakorum Highway hasta Kashgar, y desde allí Tíbet. Ya no es posible hacer esta ruta, o eso dicen. ¿Prueban y me cuentan?


Entrar a Tíbet desde Nepal

La manera tradicional es obtener una visa grupal en Katmandú. Esta visa es un documento que combina una visa china con el permiso para Tíbet y es válida por la duración de tu itinerario más dos semanas, usualmente 21-28 días en total, contando desde el día del ingreso a Tíbet. No es posible extender este tipo de visa una vez en China. Si sacaron un visa china estándar en otra parte, la embajada en Katmandú la anulará como condición para emitir tu nueva visa grupal.

El precio de los paquetes de 7 días de Katmandú a Lhasa arranca en los 450 USD e un grupo de cuatro personas. Lo primero que hay que hacer es contactar una agencia de viajes en Katmandú, pagar por el paquete, y darles una copia de tu pasaporte y el itinerario. Luego solicitarán la visa grupal a la embajada china y te pedirán el pasaporte original para ir a recogerla. El proceso demora unos 4 días.

Entrar a Tíbet desde China

La opción más popular de viajar a Tíbet es quizás volar a Lhasa desde Chengdu. Para poder comprar el pasaje, deberás tramitar con una agencia el permiso, adquiriendo, en esa misma instancia el tour dentro de Tíbet. Los vuelos andan por los 150 USD ida. Para embarcar, necesitarás el permiso original, por lo que debes pedirle a la agencia que te lo envíe a tu hostal en China. Aquí hay tarifas actualizadas.



                                 A Tíbet entré a dedo pero tuve que salir en avión, porque mi visa expiraba...


Una opción es comprar un itinerario de 10días de Lhasa hasta Katmandú, con parada en el Campamento Base del Everest (CBE). En promedio, estos tours, incluyendo comidas, pero no transporte de/hasta Lhasa, rozan los 700 USD. Esta opción te ofrece una manera heroica de conectar el Sudeste Asiático con India, via Laos – China – Tibet – Nepal – India.

Si tienes vuelves hacia China, tu mejor opción es un tour de 10 días hasta el CBE ida y vuelta desde Lhasa, que costaría unos 570 USD en base cuádruple, que incluye por lo general 4 días en Lhasa, con visitas al Jokhang, al Palacio Potala y al Norbulingka, y paradas en Gyantse, Shigatse, monasterio de Shialu, Tashilompo y Sakya, y una noche en el CBE, con un épico amanecer con vistas al Monte Everest.

tren de pekin a lhasa


El tren desde Pekín a Lhasa es una escalofriante aventura de 48 horas de duración, que atraviesa altiplanos poblados por yaks y antílopes. Se trata del ramal ferroviario a mayor altura del planeta, al menos en el segmento en que atraviesa la provincia de Qinghai. El pasaje anda por los 200 USD, pero si vienen viajando por tierra y lo toman en Golmud, cuesta mucho menos. Para más info sobre este recorrido visita la página de China Tibet Train. Con una fotocopia del permiso alcanza para abordar. El principal inconveniente es que es casi imposible obtener un boleto sin intermediarios porque las agencias compran los pasajes en bloque. También es posible ir en tren y regresar en avión, o viceversa.

De Yecheng al Monte Kailash: el Tíbet profundo

ruta 219 de kashgar a tibet


Ngari, o Tíbet Occidental, es una de las regiones menos accesibles del planeta. La ruta 219 une Kargilik (Yecheng en chino) en Xinjiang, con Lhasa a través de 2,000 km de ripio (el asfalto llega sólo hasta Shigtase). Como entré a Tíbet desde Xinjiang tuve el honor de recorrerla a dedo. Fue llegar y apoyar la palma de mi mano sobre la calzada (como hago ante cualquier ruta nueva) para saludar, rendir respeto y dar inicio al duelo. Nunca volví  a encontrar una ruta más difícil para viajar en autostop. Las distancias, la soledad (pasaban horas sin que viera una persona o un camión acercarse en el horizonte). Llegué a esperar 14 horas al costado de la ruta, a veces refugiado en un pozo a modo de trinchera, cubierto con el cubretecho de mi carpa para protegerme de la nieve. Cuando llegué a Lhasa, junto a Pablo, un rosarino que se sumó a la aventura, parecíamos dos vagabundos, barbudos, mal comidos, ilegales y con una ducha en quince días… Con las nuevas regulaciones, sólo se puede hacer con un 4x4 contratado via agencias. En el camino visitamos algunos tesoros, como el monasterio de Tsaparang, en Tholing, y sus murales tántricos o el Monasterio de Tirthapuri (abajo) en el que presenciamos las plegarias matutinas de los monjes.

Para leer mis posts sobre esta parte de Tíbet, seguí estos enlaces:

- De Kashgar a Tíbet sin permisos
El reino de Guge: donde el tantra sobrevivió al comunismo.
- Monasterios de Gurgam y Tirthapuri: desorientando lamas
- El Monte Kailash: axis mundi y capital de la soledad
- La ruta de Kailahs a Lhasa: escapando del Tíbet del Oeste





Se puede acordar con algunas agencias, como SnowLions, un itinerario de 15 días desde Lhasa, cubriendo los principales atractivos de Tíbet Occidental, incluyendo el Monte Kailash, y terminando en Katmandú. La ruta aproximada es Lhasa – Gyantse – Shigatse – Lhatse – Saga – Paryang – Lago Manasarovar – Darchen (Mt. Kailash) – regreso a Saga y cruce de la frontera nepalí en Zhangmu. Un viaje de esas características anda por los 1,700 USD e incluye vehículo, guía, conductor, permisos, alojamiento y comidas.

Consejos prácticos para viajar a Tíbet:

Mejor época para visitar Tíbet. Se considera de abril a  octubre (verano a otoño) Es en otoño cuando el paisaje es más colorido y los cielos no están tan nublados. Eso sí, de Octubre en adelante, cada día comienza a nevar un poquito más y viajar se puede volver algo incómodo. En invierno, los precios de todas las excursiones bajan considerablemente por la temporada baja y, como otra ventaja, Lhasa se llena de peregrinos que hacen sus reverencias frente al Jokhang.

nevada en tibet

                                                   No vayan en invierno (imagínense que la foto es en otoño)
                                                 

Festivales en Tíbet: sería interesante hacer coincidir nuestro viaje con el Año Nuevo tibetano y el festival de Saga Dawa. Como se guían por el calendario lunar, cada año hay que chequear la fecha exacta.

Cómo evitar el mal de altura. A más de 3000 metros de altura uno puede experimentar los efectos. No se recomienda incrementar la altura más de 500 metros por día, tomando como referencia la altura donde dormimos. Lhasa está a 3490 msnm, y el resto de los atractivos, por lo general cerca o por sobre de los 4000 msnm. Cuando armemos un itinerario, es bueno considerar este factor. Para aliviarsus efectos, conviene quedarse en Lhasa mínimo 3 días para aclimatarse, beber mucha agua, no comer pesado, y no realizar esfuerzos físicos (caminatas) desmedidas.

Precariedad de la infraestructura. En Tíbet van a encontrar los peores baños que hayan visto en su vida, al punto que a veces es mejor no encontrarlos… Fuera de Lhasa muchos hoteles no ofrecen ni calefacción ni agua caliente, y no queda más que dormir bajo capas geológicas de mantas. Como la basura llegó a Tíbet antes que la recolección de la basura, hay montañas de plástico por las calles en los sitios más sagrados.

Comidas típicas: no hay que perderse probar la carne de yak en algún buen restaurante de Lhasa. Si compraste un tour económico, las comidas serán en comedores básicos, por lo que podés arreglarte por tu cuenta alguna noche si querés probar algo preparado con ganas. En las zonas rurales el té salado.

Peligros: Tíbet es un lugar muy seguro. EN zonas rurales, prestar atención a los perros callejeros. Los mastines tibetanos tienen fama de morder ciclistas y patrullan en jauría los montículos de desperdicios… Imposible hablar de control de la natalidad en un país budista.


perros tibetanos


Fotografía: al viajar a Tíbet, conviene tener especial recaudo para no fotografiar instalaciones militares o policiales, puestos de control, etc. Repartir fotografías del Dalai Lama entre los monjes o los locales es un valiente acto que mejorará tu karma pero te puede llevar al calabozo. La imagen del Premio Nobel de la Paz están prohibidas.

Historia del Tíbet. En primer lugar hay que recordar que el Tíbet es una zona ocupada por China, y que los tibetanos conforman una etnia con su propio idioma, religión y costumbres, que desde 1950 se encuentra bajo la opresión del gobierno de Pekín y sometida a una política de inmigración de la etnia china mayoritaria (los Han). El Dalai Lama es el líder espiritual del budismo tibetano pero también el jefe secular del gobierno tibetano en el exilio con sede en Dharamsala, India. Esta guía cubre la RAT (Región Autónoma Tibetana) ubicada dentro de China. El Tíbet histórico incluye zonas de las provincias chinas de Yunnan, Sichuan, Qinghai y Gansú, y también zonas de Nepal, India y Bután.


plegarias tibetanas

niños tibet


Qué visitar en Tíbet:

Lhasa: capital tibetana, también conocida como la Ciudad Prohibida. Hasta el siglo XIX, casi ningún occidental la había visto con sus propios ojos. Contiene tres atractivos fundamentales, entre muchos otros. Uno es el Potala, la histórica sede de los Dalai Lamas y Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, el otro es el Jorkhang, el templo más sagrado del Tíbet a donde acuden miles de peregrinos a postrarse desde todas las coordenadas del mundo tibetano. El Norbulingka, en el oeste de Lhasa, era el palacio de verano de los Dalai Lamas.


Potala

jorkhang peregrinos


Gyantse: posee un famoso fuerte y el stupa más grande de Tíbet, ubicado dentro del Monasterio de Palcho, comisionado por un príncipe en 1427, con más de 10 mil murales. Era un importantísimo centro de la escuela sakya del budismo.

Shigatse: segunda ciudad más grande de Tíbet, donde se encuentra el famoso monasterio de Tashilunpo, que data de 1447 y es la sede tradicional de los Panchem Lamas.

manasarovar

Lago Manasarovar: lago a 4,590 msnm, de carácter sagrado para el hinduismo y el budismo, ya que se ubica cerca del nacimiento de cuatro de los grandes ríos de Asia, el Brahmaputra, el Sutlej, el Indus y el Karnali.

kailash
            Sí, adivinaron, es e mismo lugar donde un minuto después tomé la foto que es cabecera de mi blog.


Monte Kailash: es el centro del universo budista, el Axis Mundi. Esta montaña es considerada sagrada por budistas, hinduistas, jaimistas y bonpos. Es parte de la cordillera homónima, que pertenece a los Transhimalayas, y es accesible desde el sucio poblado de Darchen. El kora, o circunvalación de la montaña es un trekking de 52 km. Su cima jamás ha sido escalada.

Tsaparang: en el extremo oeste tibetano, el monasterio de Tsaparang era la capital del Reino del Guge. Hoy sus ruinas atestiguan los destrozos de la Revolución Cultural china, pero han sobrevivido excelentes frescos tántricos. Desde aquí, en el siglo XI, el famoso monje Rinchen Zangpo reintrodujo el budismo en Tíbet. En 1624, misioneros portugueses llegaron al monasterio, convirtiéndose en los primeros occidentales en cruzar los Himalaya desde India.

Viajar a Tíbet de forma económica, como podemos ver, no es casi posible desde que el gobierno chino se puso estricto con los permisos. De todas maneras, si tenés ahorros y querés visitar un lugar único en épocas del turismo masificado, hacer el viaje de Lhasa a Katmandú puede llegar a  ser una experiencia inolvidable.

Si tienen más consejos o experiencias personales por favor, compártelos con la comunidad viajera y déjalos a modo de comentario. ¡Buenos Caminos!

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UN DANDY CON AGUJEROS EN EL PANTALÓN

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Escribir este post se volvió un asunto urgente. Hace más de diez años que tomé la decisión de ser nómada, pero recién ahora voy confirmando alguna de mis teorías sobre las consecuencias que eso implicaba. ¿Pasan los años para un nómada? ¿Qué pasa con la incertidumbre económica? ¿Me lamento de haber pateado el tablero que me proponían?¿Puede la carpa hacerse amiga de las camas King Size?  Abajo, mis reflexiones, tan complejas y sinceras como me fueron posibles….


                                                     Cruzando Afganistán a dedo con mi pipa (2005)


No voy a mentir. Cuando insinué en mi casa que quería dedicarme a viajar, hace ya muchos años, no encontré una resistencia feroz, ni gritos ni amenazas con desherencias. En cambio, fui guiado hacia una consciente ceremonia de despedida social. Llevaba varios años amagando a dejar la universidad. Yo estudiaba psicología –ahora me lo confieso- para encontrar argumentos irrebatibles que me liberaran de la condena a seguir el camino marcado. Quería averiguar el mío, salir de viaje con una mochila al hombro y vivir viajando, lograr el famoso perpetuum mobile–movimiento continuo- aunque fuera a fuerza de ascetismo.

Y ahí venía el problema y el gato encerrado, porque como todo argentino clase media, había sido formateado para poner el acento en el progreso económico y relegar mis pasiones al estatus de pasatiempo, los default settings. La libertad, la felicidad incluso, eran valores secundarios. Entonces daba vueltas, tomaba carrera retórica, me justificaba. Luego pinchaba mis propios globos al mirar mis sueños en el espejito espejito ajeno, prestado, traidor. ¿Cuál era el centro de mi dificultad? Que todos me recordaban –y yo no tenía aún argumentos para desmentirlos- que si pateaba el tablero y me iba de viaje estaba renunciando a los caramelos del sistema –bienestar económico, tranquilidad, jubilación-. Uno de los grandes mitos, de los cucos más formidables con que los perros guardianes del sistema asustan a los viajeros en potencia, es de las opciones excluyentes. Si querés viajar toda la vida no tendrás más opción que ser un hippie que se alimentará de raíces y permanecerá fuera del sistema. Estás dentro o fuera. En esos términos disyuntivos el viaje asumía la trayectoria de un desvío hereje, de una fuga, un herraje irrevocable de pobreza a cambio de mi libertad, sin posibilidad de matices conciliatorios y con el derecho a vivir –bien- del arte escritura denegado en letra chica.


              Almuerzo rutero: sandwiches de pan lactal, salame y queso. (Dinamarca, 2005) 

No tenía fórmulas mágicas, y lo único que sabía hacer era escribir, pero todavía no había hecho ningún gran viaje y mis libros de viaje aún no existían. Sí tenía librillos artesanales de poesía, cuadernillos fotocopiados de 40 páginas que había logrado vender en playas y bares. ¿Cómo haría para recorrer el mundo con poco dinero? ¿Qué haría de mi vida al regresar? ¿Quería regresar? Mi mente acechaba desconsoladamente toda clase de futuros alternativos. En medio de esa tormenta de reinvención vital me pregunté qué era lo peor que me podía pasar. Si en el futuro más pandillero sobreviviría austeramente con la venta ambulante de mis libros, estaba dispuesto a pagar el precio. Me despedí entonces de todos los terciopelos, y de las almohadas limpias y de la perspectiva de un techo propio, hice por adelantado el duelo por una familia orgullosa de mis logros que no tendría, hice votos de abstinencia de los buenos vinos y hasta de los whiskeys mediocres, de toda seguridad. Fui en esa época que escribí el Manifiesto Mochilero. Mucho antes de su viralización por internet, era un recordatorio dirigido a mí mismo…

Pero mientras uno planea un viaje el viaje lo planea a uno. Lo mismo pasa con la vida. Dejé la universidad y comencé a viajar, de forma indefinida, y siempre con los mínimos fondos que la venta de libros artesanales me proporcionaba. Al principio tenía ahorros, porque había trabajado en Irlanda (en fábricas de queso, hoteles y hasta como guardia de seguridad en un centro comercial), pero luego estos se fueron desvaneciendo. Sin embargo, me había jurado nunca más aceptar trabajos que no tuvieran que ver con la literatura. El 25 de abril de 2005 fue la última vez que fiché en un laburo con jefe.  Tuve que neutralizar mi ego y  acostumbrarme a vender mis libros en cafés y restaurantes. Vender mis libros a otros mochileros en una playa en Tailandia era fácil, pero hacerlo en un restaurante en Palermo, Buenos Aires era enfrentarse a los prejuicios ajenos, porque la fascinación de algunos ante mis historias se intercalaba con resoplos y bufidosy hasta con algún que otro “Andá a laburar”.

                                       
                                   La mesa está puesta y la comida servida... (Bolivia, 2011)

Los años fueron pasando, y con ellos 130,000 km de viajes a dedo y 60 países. En todo ese lapso, mi brújula nunca priorizó lo material, sino tener lo justo para comer y seguir viaje. Cinco dólares por día era, y sigue siendo, mi presupuesto básico. Cuando esperás nada, unpocose vuelve mucho. Celebré cumpleaños con un pan casero y una lata de atún y pasé incontables noches acampando en cualquier parte. En la Hofbrauhaus, la cervecería más antigua de Munich, pedí un plato de sopa porque no me alcanzaba para la cerveza más barata. Viajé de Amsterdam a Rumania con un euro y pasé 22 días en Noruega, uno de los países más caros del mundo, con 30 dólares. Cuando llegué a Tíbet, el resto de los extranjeros salió corriendo a buscar un hostel y yo una fotocopiadora para hacer los libritos para poder pagar ese hostel. Y explicar el concepto de doble faz en chino no fue nada fácil…

Pero también comencé a recibir regalos, regalos del universo, casi siempre en forma de hospitalidad de locales que me agasajaban, de mimos inesperados. Disfrutaba especialmente  de esos altibajos, un día acampar en un establo y, acto seguido,ser recibido en una mansión por anfitriones acaudalados o degustar una pinta de Guiness con una cazuela de mariscos en una aldea de pescadores en Irlanda. Una vez, en Sucre, pasé de un matadero de chanchos a una academia de baile en cuestión de horas. Y en ambos sitios fui feliz porque, para mí, la versatilidad es la mayor de las virtudes humanas, ser capaz de conversar con malucos brasileños o con el jefe de finanzas de la OTAN por igual, y son ejemplos literales. Fue entonces que escribí en mi libreta (y luego en la barra lateral de mi blog, donde sigue estando) la frase: “Soy un dandy con agujeros en el pantalón”


          Otro desayuno fastuoso en casa de Mesut, mi anfitrión de CS en Adana. (Turquía, 2005)

La austeridad en los viajes, el placer por moverme a dedo y llegar a los pueblos sin reserva de alojamiento y hacer amigos, fue siempre una actitud voluntaria y no una condición, totalmente desconectada de mis posibilidades financieras de viajar o no de otro modo. Se lo dije muchas veces a gente que no me creyó: si pudiera pagar hoteles caros y aviones infinitos nunca dejaría de hacer dedo. A mí me costaba explicarles, traducir desde algún lenguaje encriptado en mi pulso el encanto de la intemperie. Viceversa, me costaba que los mochileros fundamentalistas del sufrimiento (aquellos que viajaban a lo rasca pero por condición y no por elección) entendieran que también podía disfrutar hacer la plancha en aguas cristalinas o una habano. Había un similar cristianismo barra masoquismo en algunos lectores, que celebraban sólo tus martirios pero nunca tus golpes de suerte. Ellos, al parecer, también creían en ese mundo blanco y negro en el que los viajeros irán al cielo de los hippies junto con sus pulgas y nunca, pero nunca, poseerán una cuenta bancaria o un sándwich de jamón y queso.


                   Día de mi segundo aniversario de nomadismo (1.5.2007, Heidelberg, Alemania)

En esas épocas las irrupciones de lujo eran bien espaciadas, siempre ofertas de samaritanos que yo recibía con las palmas de mis manos hacia arriba, como los peregrinos sikh que había conocido en el Templo Dorado de Amritsar recibían los alimentos que les propinaban. Durante muchos años viajé con mi pipa, que conoció desde los mejores Borkum Riff hasta los tabacos más populares de los bazares turcos. Nunca deduje de la actitud sibarítica una vereda política o de clase.Alzaba las copas más caras sin importar quién las había pagado, y luego me iba a armar mi carpa. En Alemania se me llegó a  conocer con el alias de Street Dog, elogio que yo agradecía, dado que los perros de la calle han sido para mí silenciosos maestros budistas con su ejemplo de felicidad desnuda.

Me pregunté entonces cómo era que mi alma se estremecíapor igual cuando le daba a mi mano la curvatura exacta para sostener una copa de vino caro, que cuando esa misma mano se reconfiguraba para hacerle dedo a un carro tirado a caballo guiado por niños cartoneros en Alejandría. Son los mismos dedos, y la misma alma. Con el tiempo me di cuenta que saboreaba más las experiencias cuanto más se distanciaban de la línea de flotación del aburrimiento, sea hacia un extremo o hacia el otro, hacia el champagne o hacia el barro. Y sobre todo, encontraba una experiencia estética en la superposición, en los ademanes aristocráticos con fondo de frugalidad. Una vez fumé un habano que me había regalado un lector mientras acampaba en las afueras de Chumbicha, pueblo catamarqueño en donde la gente pensaba que era un vendedor de sahumerios. 
Mandamiento del viajero flexible: “Amarás el sushi casi tanto como el dumpster diving”
Ese ritmo alterno, ese contraste, es el que me extasía y me hace sentir identificado con las primeras líneas del Carmina Burana:
 “Oh fortuna velut luna, status variabilis”… (Oh fortuna, como la luna, tu estado es variable…)  


             Haciendo recolección urbana (dumpster diving) en un supermercado (Noruega, 2005)

Y los años pasaron, y los viajes incubaron libros, y la popularidad del  blog fue creciendo con la aparición de las redes sociales. No porque yo pagara carteles publicitarios en el subte, sino porque hay gente en busca de inspiración para sus viajes, incluso gente que no es mochilera y que viaja de formas muy distintas a la mía. Las tendencias del turismo fueron cambiando, y los ministerios de turismo se dieron cuenta que era más efectivo promocionar los atractivos de un país invitando a los bloggers para que escribieran sobre ellos que publicitando en diarios o revistas. A eso le llaman blogtrip. Y comenzaron a invitarme, porque aunque el objetivo primario de mi blog era contar mis aventuras a dedo, la cantidad de visitas mensuales (actualmente unas 40.000) provenían de potenciales viajeros de todos los estilos.


                                      Habitación del hotel en San Juan (Argentina, 2012)

Mi primer blogtrip fue a San Juan, invitado por el Ministerio de Turismo de Argentina. Hubo hotel cinco estrellas, camareros que descorchaban vinos trivarietales obscenamente caros y una carta de postres con nombres esotéricos como “deconstrucción de capuchino”. Yo ya había viajado por San Juan, a dedo, en 2008 y 2010, y conocía muy bien la provincia. La había promocionado sin que nadie me invitara. Por eso, interpreté internamente aquel regreso “boutique” como un reconocimiento. Volví a  escribir sobre Jachal, mi lugar preferido de la provincia, y lo hice sin libretos, sin bajadas de línea, con toda la poesía que esa tierra de sol, adobe y viejos molinos siempre me inspiró. Siguieron muchos más blogtrips, fuimos a observar el vuelo de los cóndores a La Rioja, a navegar el Canal de Beagle en Ushuaia. Un día me encontré caminando por una playa paradisíaca y desierta –raro eclipse- en la Isla Gorgona, en el Pacífico Colombiano, bajo un arco de palmeras y con un guía que abría cocos a machetazos y me los entregaba como refrigerio.  



                                     Hay sitios donde los ojos solo pueden estar cerrados.

Y entonces me pregunté cómo había sido que, dándole la espalda, corriendo en dirección opuesta a cualquier horizonte que priorizara lo cómodo, me encontraba pisando suelos tan alfombrados. Había desertado para marcharme a hacer dedo por el mundo, y de alguna manera que no buscaba comprender la misma ruta me había llevado a esos salones y deleites. Lo tomaba como un regalo más de la ruta, tal como el camionero que te invita a cenar en una parrilla. Ambas experiencias se encontraban conectadas por una secuencia de continuidad, es decir, nunca había cambiado mi estilo de viaje o de escritura: los nuevos frutos se desprendían como reconocimiento a la longevidad y audiencia de esa obstinación –vaya paradoja- en sentido contrario.


                                                                  Picnic en Basilea (Suiza, 2007)


                   La Maga -mi mochila- junto a un sillón Luis XVI en que dormí (Rosario, Argentina, 2011)

Mientras escribo estas líneas estoy sentado en la terminal C de Ezeiza, observando el despegue perezoso de los aviones. En un rato, uno de ellos   me va a llevar a Puerto Rico, a donde fui invitado junto a Laura por la cadena IHG Intercontinental para promocionar las escapadas a la isla y sus playas. Y voy a disfrutarlo, sobre todo porque nunca lo busqué, porque cuando decidí abrazar el nomadismo pensaba que en ese acto renunciaba a cualquier caricia del destino. Pero las caricias, las almohadas, los terciopelos llegaron igual. Ahora me gustaría decirle al Juan del 2002: tranquilo hermano, todo va a estar bien, va a haber chicas en esa fiesta… También me gustaría advertir a quienes quieren dedicarse a viajar pero temen volverse parias del sistema, que tal cosa es un mito, un rebenque con que nos asustan. La vida no es tan lineal ni las direcciones irrevocables. Hay infinitos cruces en esta rayuela. En cuanto a mis próximos pasos, los próximos tres posts en el blog, relatarán los episodios de esta escapada a Puerto Rico. 

Pero atentos, que el 8 de mayo empieza nuestro próximo gran viaje hacia el Corazón Nómada del mundo, un viaje a dedo de un año de duración entre Europa y Asia Central. Pronto les contaré más. Gracias por acompañarme en esta reflexión de sala de embarque, de reflexión hacia los pasos dados ¡Buenos Caminos!

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Para recibir en tu casa nuestro nuevo libro “Caminos Invisibles – 36.000 km a dedo de Antártida a las Guayanas” sólo nos tenés que mandar un mail a tienda.acrobatas@gmail.com 

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PUERTO RICO: MOTIVOS PARA UN ESCAPE FANTÁSTICO

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No elegí viajar a Puerto Rico. Hay veces que es el destino quien te saca a bailar, quien te busca en esa danza con música de planisferio. La isla del Caribe no estaba en mi lista, pero junto a Laura y el youtuber colombiano Daniel Tirado fuimos invitados a un blogtrip por la cadena IHG para conocer y promocionar uno de sus Escapes Fantasticos a Puerto Rico. El hotel promociona sus escapadas románticas con base en el hotel como base para realizar excursiones en toda la isla.  Como dije en mi post anterior Un dandy con agujeros en mi pantalón los mimos no buscados del destino cotizan alto en mi sensibilidad viajera. Y armé la mochila para uno de los viajes más singulares de mi vida.



Lo que ven arriba es el video subido por Daniel Tirado en su famoso canal de You Tube, que ya ha tenido más de 12.000 reproducciones, y que compila los momentos claves de nuestro viaje de seis días a San Juan de Puerto Rico. ¡Viajar con un camarógrafo a nuestras espaldas fue toda una nueva experiencia!  Me queda reflexionar ¿en qué sentido fue este viaje, para mí, un escape? En el contexto de mi vida, la palabra escape no parece tener mucho sentido, pues vivo viajando y escribiendo, que son las cosas que más aprecio en la vida. Vale decir, no necesito escaparme de nada. ¿O si?

En el último año de mi vida, permanecí celosamente cerca de mi proyecto de libro. Junto a Laura pasamos un año y medio escribiendo, ideando, editando, soñando nuestro libro Caminos Invisibles – 36.000 km a dedo de Antártida a las Guayanas. Eso nos impidió calcular cualquier viaje largo. El planisferio me saludaba desde el muro proponiéndome toda clase de infidelidades “¿Por qué no vienes?” - me tentaba Namibia. “Deja de escribir ese libro tonto y ven a mis estepas” – gritaba Mongolia y a mí se me hacía cada vez más difícil concentrarme y organizar la distribución del libro en Buenos Aires. Por primera vez en mi vida tenía que lidiar con cuentas bancarias, facturas, remitos y un stock de libros. Por primera vez tenía dolores de espalda, por llevar un año y medio sentado en la misma silla frente a la misma mesa, para escribir el libro.“Cuanto esto termine nos merecemos un spa” – dijo una vez Lau. Necesitábamos un escape, por primera vez en la vida.

En este blog, escribo pensando en quienes están a un paso de dejarlo todo por un año o más y saciarse de mundo con un viaje largo. Busco inspirarlos y darles consejos prácticos. Pero este viaje a Puerto Rico fue otra clase de escape, nuevo para nosotros, pero no para muchos que sobrellevan rutinas ensordecedoras y sueñan con un merecido quiebre de esa rutina, con una semana de piscinas, cócteles y mimos al atardecer en una playa de postal. Nos pidieron que elijamos las actividades para nuestro escape romántico. No era una pregunta sencilla. El mismo hotel era una fortaleza rodeada de palmeras con una piscina que parecía unirse con el mar azul que espumaba a doscientos metros.




Un retiro romántico era posible incluso sin dar un paso fuera del hotel. Sin embargo, para seguir con el estilo “Acróbatas”, quisimos conocer la antigua ciudad amurallada de San Juan, recorrer sus calles de adoquines color cobalto probando cuanta comida típica hallamos a nuestro paso. Nos aventuramos a la Isla Culebra para conocer la Playa Flamenco, una de las más lindas del mundo según los expertos del ocio y también hicimos kayak en una bahía bioluminiscente. Por último, visitamos el barrio universitario de Río Piedraspara estar al tanto de la movida cultural alternativa de Puerto Rico. Todo esto lo iremos contando en los siguientes posts. Como ya saben, ya iniciamos nuestro viaje largo y estamos en Europa, por lo que en las próximas semanas iremos intercalando los reportes de nuestra aventura portorriqueña con los primeros posts sobre Europa. ¡Gracias por acompañarnos! 

EL VIEJO SAN JUAN - RON, ADOQUÍNES E IDENTIDAD

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El viejo San Juan, con su ciudad amurallada, es una de las ciudadelas coloniales mejor conservadas de la época en que el imperio español fortificaba sus baluartes en el Caribe. Allí, fuimos invitados para conocer y promocionar uno de los #EscapesFantasticos propuestos por IHG. Si querés hacer un recorrido a pie por la ciudad vieja probando los principales platos típicos, ¡aquí van algunas ideas!




Hoy Puerto Rico es un estado libre asociado de Estados Unidos, la estrella inquieta y latina en la bandera de la unión. Es una isla de alma híbrida, con dos banderas y gente que alterna el español con el inglés en la misma frase como si en su misma mente si librara una batalla entre dos culturas. En medio de esa colisión cultural, de la invasión de los centros comerciales rodeados de estacionamientos –porque no hay espacios públicos pero sí extensos llanos pavimentados para que los automóviles socialicen- el viejo San Juan es un remanso, el último refugio del alma boricua, un firme anclaje hacia el origen antes del Tío Sam. Laura y yo decidimos perdernos por sus callejuelas y catar tanto sus baldosas y portones como sus sabores. Cada comida y bebida típica esconde una historia, es una clave legible de su identidad, por eso dejamos que los expertos de Flavours of San Juan Food & Culture Tours, nos sorprendieran con un recorrido por las coordenadas clave de este mapa cultural.

san felipe del morro


Lo primero que hay que hacer en el viejo San Juan es, claramente, recorrer el perímetro de la vieja muralla. No sólo porque en 1983 las murallas, en conjunto con los fuertes de San Felipe del Morro  y San Cristóbal fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, sino porque –y estoy dando por sentado que no vinieron solos sino con su pareja- hay unas caminatas que son especiales para andar de la mano. Sin embargo, lo que hoy es un escenario para miradas enamoradas, hace cuatro siglos era el esfuerzo a mayor escala del imperio español por defender sus posesiones en el Caribe de las fuerzas inglesas y francesas. Desde aquí dispararon a mansalva contra las naves del pirata inglés Francis Drake, haciéndole retroceder. Son fortificaciones de enormes muros de piedra coralina de hasta cinco metros de ancho, como las que se pueden ver en Cartagena de Indias. Las murallas eran una actitud continental. En 1765, Carlos III de España mandó a dos irlandeses –enemigos tradicionales de los ingleses- a perfeccionar las defensas hasta hacerlas impenetrables. Se llegaron a alinear 450 cañones. Claro que las murallas y los cañones eran efectivas cuando el enemigo era un galeón. Hacia fines del siglo XIX el  mundo había cambiado y, cuando en 1898 Cuba y Puerto Rico eran las últimas dos colonias españolas en el continente, una revolución en la primera fue la chispa para que los Estados Unidos apoyaran a los independentistas, más no sea para invadirlos y anexarlos a su creciente imperio.

paseo romantico san juan



                                                      Con tanta belleza no sé para que lado mirar primero.



Por la Puerta de San Juan, por donde antiguamente ingresaban a la ciudad los pasajeros que acababan de cruzar el océano, también nosotros ingresamos en el pueblo viejo. Es la única puerta que queda intacta. Un año antes de que los norteamericanos invadieran, los españoles solitos habían derribado con gran algarabía las murallas que encintaban la ciudad para poder recibir mejor la brisa oceánica y expandir el negocio de las bienes raíces. “Si no fuera por eso, estaríamos hablando español ahora” –dice la guía, en inglés, como olvidando que de hecho en la isla es el español la lengua primera. El Paseo de la Princesa es una manera elegante de pasear por lo que queda del perímetro de la medalla medieval. Qué mejor que cruzar ese hito de la mano de mi princesa vagabunda y adentramos en el corazón del Viejos San Juan, con sus casitas multicolores y adoquines color basalto.



La recorrida gastronómica del viejo San Juan comienza en el Carli`s Fine Bistro and Café, un club de jazz, bar y restaurante de tapas abierto por Carli Muñoz, celebridad desconocida para mí, tecladista de los Beach Boys, una banda de rock de culto de los sesenta. Al parecer, mi religiosidad musical anda floja. Hay noches –en general viernes o sábados- donde el mismo Carli aparece y empieza a jammear con viejos amigos de giras californianas. Mientras evoco la atmósfera del jazz, Alejandra, nuestra guía, nos explica qué es lo que hay en el plato diminuto que un barman de chaleco y moño impecables acaba de ponernos delante: un buñuelo de bacalao. El bacalao lo trajeron originalmente los españoles en sus galeones: hipersalado, se conservaba a sí mismo, sobreviviendo a las travesías transatlánticas. Hoy es parte de la dieta local. Para acompañarlo, un tostón, bocado similar al patacón colombiano, fruto de la cruza de una rodaja de plátano y de un sartén con aceite.

ceviche puerto rico


Otro clásico que no podía faltar era el cebiche. Este es el pariente sudamericano y popular del sushi. Si me dieran a elegir entre ambos, realmente me pondrían en apuros. En el cebiche, el pescado es marinado en jugo de limón, y se combina con maíz asado, cebolla y, en este caso, palta.Siempre recordaré el mejor cebiche de mi vida, probado en un nada distinguido chiringuito junto a la Panamericana peruana. Aquella vez, por tres soles, me alimenté pero también incorporé un sabor que aún hoy reverbera en alguna clase de memoria gustativa. Dicen cebiche y yo pienso en la brumosa costa peruana y en un camión Volvo esperando en la banquina… El cebiche de Puerto Rico es igualmente sabroso, pero hubiera apreciado una presencia más callejera y menos gourmet del mismo.

LA CUNA DE LA PIÑA COLADA

viejo san juan



Caminamos por la calle del Cristo, una empinada vía empedrada por la que antiguamente se organizaban carreras de caballos (hasta que un joven jinete no pudo frenar a su corcel, que había tomado demasiada carrera, y cayó al precipicio), y de allí a dos cuadras, llegamos a la calle Fortaleza, y en el número 104 nos topamos con el Restaurante Barrachina. Fue aquí –dicen- que el famoso barman Ramón Portas Mingot inventó la piña colada, cóctel compuesto de zumo de piña, crema de coco y ron.  ¡Tenía que hacer mis reverencias, mientras recordaba panteras rosas, criptonitas y otros elixires de la juventud servidos en vasos de plástico por dos pesos en los desaparecidos bares de la calle Mitre en Mar del Plata. Lo que me pusieron en frente era otra cosa, una fastuosa copa que se ensanchaba hacia arriba, adornado con una sombrillita clavada en una cereza. En Puerto Rico, el ron es cosa seria. En primera instancia, aquí se encuentran las oficinas centrales de Bacardí, empresa originalmente fundada en Cuba por el catalán Facundo Barcardí Massó en 1862.  Tras la revolución cubana la empresa huyó a Puerto Rico, donde puede visitarse la fábrica principal y realizar degustaciones. Segundo, Puerto Rico es el único gobierno con una secretaría exclusivamente dedicada a controlar la calidad del ron.

piña colada barrachina


EL CAFÉ DE PUERTO RICO: AROMA EN PELIGRO

De allí seguimos camino por el viejo San Juan, siempre caminando sobre los adoquines más antiguos del Caribe, de un color cobalto, y llegamos al café Cuatro Sombras, donde se puede probar uno de los mejores cafés de la isla. Fue un inmigrante de Córcega, Domingo Mariani, quien en 1846 inició una finca cafetera en las montañas de Yauca, que aún hoy funciona con al viejo precepto de sembrar el grano de café a la sombra de otros árboles, como matas de plátano o guaraguao. Lo llamativo de esta cafetería-gourmet es que tanto los baristas como el maestro tostador visitan la finca regularmente para estar en capilar contacto con su materia prima. Puerto Rico tuvo una época durada cafetera, que culminó a fines del siglo XIX. Se dice, por ejemplo, queel mismísimo papa había prohibido que se sirviera en el Vaticano un café que no viniera de la isla.Hoy, la industria se ve amenazada porque no hay suficientes manos para la cosecha. La gente joven migra a las ciudades, quizás para transformarse en felices consumidores de McDonalds y la política local bajo el mando norteamericano está lejos de dar incentivos a la agricultura

EL MOFONGO Y OTRAS RAÍCES

Por último, visitamos Rosa de Triana, una antigua tasca española embutida en unas antiguas mazmorras del año 1520. Allí, además de beber sangría, pudimos preparar nuestro propio mofongo. Si algo puede testificar que esta isla no siempre fue una colonia americana orientada a la toxicidad de las comidas rápidas, son las raíces indígenas de su gastronomía cotidiana. Con un pilón, o mortero de madera de guayacán, machacamos rodajas de plátano verde frito para ir lentamente amasando una pasta, que luego se rellena con carne, pescado o cangrejo. Esta preparación tiene raíces de África Occidental donde se la conoce como fufu, y fue introducida por los esclavos importados del continente negro. 




Entre canapé y canapé, asomaban casas distinguidas y puertas de molduras extravagantes. De manera aleatoria, aparecían ante nuestros pasos mínimas plazoletas donde árboles centenarios e inclinados le daban sombra a gatos que nos estudiaban con recato. Había paz pero también vida, en lo que era un antiguo manicomio de la época española, hoy funciona la Escuela de Bellas Artes, en algunas plazoletas hay recitales nocturnos de poesía. Entonces uno empieza a tejer un mapa de la identidad boricua, que va más allá de su herencia arquitectónica. Uno comienza, con emoción, a sospechar que esa caja de confites que es el viejo San Juan funciona como insignia inconsciente, como un recordatorio que no siempre en Puerto Rico el ideal de la belleza fue un centro comercial. Pero de eso, del Puerto Rico no turístico, les cuento en el próximo post.

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PUERTO RICO REBELDE: MIENTRAS LA GUAGUA NO PASE

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bandera de puerto rico

¿Por qué será que no pasa la guagua?– me dice un hombre mientras esperamos el autobús que va de la zona hotelera, Isla Verde al Viejo San Juan. Estamos en Puerto Rico, isla caribeña antiguamente bordada en el mapa colonial español que, tras la Guerra Hispanoamericana de 1898, se convirtió en territorio y estado libre asociado de los Estados Unidos. Estoy en la isla por trabajo, invitado por una cadena hotelera que se llama IHG y que promociona sus Escapes Fantasticos a varios destinos de México, América Latina y el Caribe, una buena opción para quienes no disponen del tiempo de realizar un viaje independiente pero quieren ver lo mejor de lo mejor de Puerto Rico en pocos días. Por mi lado, además de tener la –inusual para mí- oportunidad de conocer un hotel de película y las mejores playas, me dedico a investigar la híbrida identidad portorriqueña.


El anciano moreno  sigue quejándose de que la guagua pasa cuando quiere. Hace poco hemos llegado, pero ya nos damos cuenta que Puerto Rico va a remolque de la idea estadounidense de progreso motorizado. San Juan es una ciudad construida para –vender- automóviles, y quizás por eso las guaguas demoran lo suficiente para que te hartes y te compres un Chrysler. El moreno cincuentón sigue mirando al horizonte. Habla de la guagua con un cariño desconsolado, un amor latino que no tiene dónde depositarse porque no hay grietas en la perfección del cemento de la autopista.Empiezo a sospechar que hay un baile subterráneo que no cabe en ningún zapato.  La estrella que se observa en la bandera de Puerto Rico, pobrecita y sola, también parece haber perdido la guagua. 

wendy puerto rico


En la autopista los carteles de franquicias y cadenas de comidas rápidas se alzan como faros que recuerdan un destino. Alrededor de estas sucursales anónimas hay estacionamientos de asfalto recalentado y legiones de autos. No hay plazas para socialicen los humanos pero los bólidos cuentan con playones de estacionamientos, si están cansados, lavaderos, si están sucios e innumerables boutiques de accesorios para ponerse pitucos. Así los boricuas han sido persuadidos de que cualquier lado es demasiado lejos para salir a estirar las piernas, y recurren directamente  al auto. “Eso queda lejos mi brother, so vayamos en carro.”La mayoría de esos recados no terminan en la tienda del barrio sino en una farmacia-centro comercial. Como hay que optimizar tiempos y matar varios pájaros de un tiro las farmacias en Puerto Rico  venden cerveza y máscaras de snorkel por igual y apelan a todas las etapas del desarrollo humano, o eso deduzco cuando encuentro toda una variedad de vibradores frente al Nestum y los pañales.

Pero al parecer todos tienen acceso a electrónica y bienes de consumo. El empleado del hotel, super amable y algo sorprendido de ver una mochila en un hotel cinco estrellas, me dice que hace poco compró una cámara digital sumergible “por trescientos dólares, not bad, not bad, es cutom para ir de viaje como a usté le gusta Los portoriqueños cambian de idioma en medio de la frase como si la batalla cultural se librara dentro de sus cabezas, pero eso es sólo el comienzo. Un día, pidiendo indicaciones, descubro que también se subtitulan a sí mismos. “You go down this road bajas por esta calle y ahí lo vas a ver, you will see it, la parada de la guauga”. Del otro lado del mar, los norteamericanos nativos no siempre saben mucho sobre Puerto Rico. Mientras hacemos un paseo gastronómico por San Juan un grupo de turistas gringos se asombra cuando nuestra guía les revela que Puerto Rico no tiene presidente ni ejército propio, y que si bien sus habitantes son ciudadanos norteamericanos, no votan en las elecciones presidenciales norteamericanas.


paseo del morro
       
                                         Cuando cae la noche, aparece otro Puerto Rico

Al principio, esa manía del auto-doblaje al inglés, las autopistas y la libre circulación de verdes me hace pensar que Puerto Rico no tiene un alma propia. Llego a creerlo seriamente, porque en las tiendas de artesanías del viejo San Juan las vendedoras orgullosas nos ofrecen ceniceros de acrílico y, ¡cuidado! porque es acrílico producido en la isla. Hay máscaras que emulan ser indígenas, pasables bailarines de salsa en cerámica que parecen hechos hasta con desgano. Y no se termina en intuir en esa danza congelada en sus átomos íntimos una metáfora de la identidad acorralada de la isla. Es que no encuentro tópicos, ni fundamentos. En Cartagena, ciudad caribeña comparable, con similares murallas y casitas coloniales, hay una cotidianidad con pulso que se debate en las calles, palenqueras, sombreros vuelteaos, vendedores ambulantes que cargan al hombro artesanías que reflejan esa realidad y que, magia circular, se vuelven tópico ellos mismos en el lienzo de los artistas más atentos.  Pero en Puerto Rico, ni las maría mulatas que pueblan todos los cielos del Caribe, aves negras como la noche y con ojos diablos que no dudarán en piratearte lo que te quedaba del sándwich, han sido atrapadas en la red de la identidad. Entre tanto artesano que acepta tarjeta de crédito me falta un Getsemaní.

Pero quiero escarbar, porque tanto apoltronamiento en la comodidad primermundista de un alma caribeña me suena falsete. Las opiniones de algunos taxistas no me dan fe. Parecen seguros del paraíso. Así, taxista nº1 dice: “Acá estamos bien. Este muchacho de Calle 13 es un tipo bien estudiado, pero yo no le quiero. El tiene su gente que lo sigue, ahí en La Perla. Pero aquí, siendo parte de Estados Unidos estamos muy bien. No queremos ser como Cuba”. La Perla es el inframundo de San Juan, una populosa barriada pintoresca, orgullosa y turbulenta.  "Aquí yo tengo de to’ no me falta na’, tengo la noche que me sirve de sábana" - René, de Calle 13 le dedica una canción tributo a ese barrio que las autoridades turísticas borraron de los mapas para evitar que los turistas se aventuren en sus vericuetos.... No puedo evitar recordar cuando Laura y yo visitamos Siloé, en la comuna 20 de Cali.



Lo cierto es que hasta los desocupados de La Perla dudarían mucho antes de renunciar a los subsidios a los que tienen derecho como ciudadanos norteamericanos. Pero no me interesa lo económico, ni siquiera lo político, sino averiguar por qué lo cultural no le hace barricada.  No conozco la propuesta de Calle 13, pero sí comparto la crítica. Y siguiendo diversas pistas, como sabueso, terminamos, junto a Lau, en un recital de poesía en la ciudad vieja. Son artistas que se reúnen todos los martes a la noche en la placita frente a The Poest`s Passage. Hay una veintena de sillas y perfiles de todo tipo. En toda tertulia literaria me siento en casa. Mi formación emocional tuvo lugar en centros culturales a fines de los noventa, cuando los poetas se preparaban para disparar, no para leer.  En San Juan, siento que los poetas pasan al frente y declaman, no para criticar, sino para intentar hallar, al enunciarla, su propia identidad:

A land where the blood of three races runs through people`s veins.
Mi padre leaves su isla del encanto because of the economic crisis
¿De dónde eres? Where are you from? I am constantly asked.
We may have two flags, but our souls are interwined,
Deeply rooted en la cultura de nuestra gente.
I am nuyorikan…

Los nuyorikans son los hijos de puertorriqueños emigrados a los Estados Unidos, más precisamente a Nueva York, que luego regresan a la isla de sus padres y afrontan las complejidades de no ser ni de aquí ni de allá. Como si la identidad también bailara salsa y se mareara entre avances y retrocesos. Otras veces, incluso, los que migran a Nueva York llegaron a Puerto Rico desde otra parte. Casi de taxista nº 2,  que se burla: “Esto es un campo con luz, los boricuas se creen los mejores pero son mantenidos por los yankees. Vine hace diez años en una balsa y ahora tengo dos hijos aquí, por eso no me voy, pero ni bien pueda me voy pal nolte”

Otros poetas sí que lanzan piedras, y en español sin vueltas:

Mantienen nuestras mentes distraídas.
Ruidos y zumbidos machacando los pensamientos.
La vida a una velocidad que no da tiempo a ingerir el bálsamo del silencio.

the poets passage


Lo aplaudo. Otra chica que aplaude se llama Jessika. Nos escribió para comprar uno de los pocos ejemplares de Caminos Invisibles que cargamos en la mochila antes de subir al avión y nos hemos encontrado en la tertulia. Jessika nos guía hacia un estrato más íntimo, como si por derecho de piso ahora mereciéramos compartir un secreto.La acción tiene lugar en el barrio universitario de Río Piedras, en el bar El Boricua. No terminamos la primera cerveza que Jessika levanta bandera:

Somos parte de Latinoamérica a pesar de estar pasando por esta mierda centenaria.

Brindo por eso, y me solidarizo: Por más estrellas que le pongan a la bandera, siguen siendo latinoamericanos. Un amigo de Jessika me da una nueva perspectiva. Dice que hay estados de ánimo que es más fácil expresar en inglés.

- ¿Cómo cual?
- Como whatever. Pero no es que nosotros hablemos en inglés, sino que anexamos palabras extranjeras a nuestro español. ¡Nosotros hablamos portorriqueño, no spanglish, eso es cosa de los latinos que viven en EE.UU.

Me quedo pensando en esa inversión del tablero, en las palabritas sajonas como servidumbre, rehenes del alma latina. Recuerdo mis primeras impresiones de Puerto Rico, en las avenidas cosmopolitas shoppinizadasdel distrito de Isla Verde. Es como si unos cuantos idiotas hubieran desembarcado a plantar sus grandes emes doradas y a despachar hamburguesas. Los locales cedieron gentilmente para simular un estado de conformidad con un sistema irremediable, pero el carozo de la cultura permanece  oculto. Los pueblos quechuas del altiplano hicieron lo mismo, aprendieron a callar en castellano para despotricar en quechua a espalda de los conquistadores, pero nunca se quitaron el aguayo. Si Latinoamérica colonizara Puerto Rico yo sería más feliz, escucho por ahí, ya con notas de alegría cervecera, como si el alcohol destilara las notas más ilegales del alma.

Y en eso entran una decena de músicos y comienzan a agitar un ritmo que nunca escuché en mi vida pero que se parece a la murga uruguaya. Jessika me explica que el ritma se llama plena, y los músicos, pleneros.  Hay un punto de éxtasis y baile colectivo, la música invita a una cohesión que es un manifiesto. Me quedo plantado en mi silla y más que nunca me parece haber descubierto algo, no sé bien qué, pero un indicio de que no todo está se puede deslizar por el posnetLa plena, al parecer, es demasiado propia para ser vendida, y por eso en el viejo San Juan no se la pueda escuchar: sólo la salsa se subasta en los bares y discotecas para gringos chuecos de camisa hawaiana.




El taxista nº3 es fulminante, dice que el gobierno de la isla da baile, botella y baraja, para que la gente no piense. Y a los que en su momento no aceptaron el silencio los encarcela. Me habla de Pedro Arbizu Campo, (1891-1965) líder independentista portorriqueño y último libertador de América. Me dice que murió en la cárcel después de que lo usaran para experimentar con radiación. También me habla de Oscar López Rivera, quien lleva preso 32 años y contando, por delito de sedición, es decir, por luchar por la independencia de su tierra, aunque la pena máxima para tal “delito” sea de 20 años. Me voy de Puerto Rico habiendo disfrutado de sus playas y casitas coloniales, pero también habiendo catado una dolencia subterránea y sedada por el bienestar material. Tales son los dilemas de Puerto Rico, al menos, mientras no pase la guagua.       

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SNORKEL EN ISLA CULEBRA Y PLAYA FLAMENCO

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Hacer snorkel en la Isla Culebra fue el primer capricho de nuestro #EscapeFantastico a Puerto Rico. No soy amante en absoluto de los deportes extremos, y de los normales tampoco. Cuesta hacerme subir a una bicicleta y desde la infancia consideré a las pelotas de vóley poco menos que municiones enemigas de las que huir. Pero el snorkel es mi sagrada excepción. La primera vez que lo experimenté fue en elMar Rojo, en Egipto, al inicio de mi viaje, en diciembre de 2005. Me enamoré. Lo redescubrí en Playa Blanca, Cartagena, hace un par de años y tuve una de las mejores experiencias subacuáticas de mi vida en la Isla Gorgona. Aquí en Puerto Rico me esperaba otro paraíso. Lo bueno –y lo extraño- es que la isla estaba muy cerca de San Juan,  a apenas 45 minutos de nuestro hotel. Para saber más sobre los Escapes Fantásticos que ofrece la cadena Intercontinental, hacé clic en el enlace.

                                         
                                                 ¿Quién es este sujeto?


Fajardo es el puerto desde el cual se aborda el ferry para llegar a la Isla Culebra. Se puede ir tanto de forma independiente como a través de una agencia de turismo de aventura. Acostumbramos hacer las cosas de forma independiente, incluso, de forma independentista me animo a decir. De hecho, estoy escribiendo estas líneas desde una granja en Francia, habiendo conciliado el sueño junto a dos cabras y un gallo hipertenso y despertador, maravillas del autostop. Y entonces los recuerdos de las horas vividas en Isla Culebra me flotan, me hacen cosquillas con perfumes que ya fueron pero siguen en la memoria.

EL ferry se demora casi dos horas en llegar, pero por momentos uno no quiere que llegue a ninguna parte, pues hay barra libre de sándwiches y piña colada. Al llegar a destino, uno se puede encontrar en un estado en ensueño. Seguro que así se ven más peces, más grandes y de tonos más vívidos. ¿Podré entonces discernir lo vivido de lo alucinado piñacoladamente? Veamos, la primera escala fue netamente para hacer snorkel junto a un arrecife de coral. Si bien la calidad del snorkel era buena, quedé sorprendido por los corales. Que parecían flamear en el fondo del mar.  


                                                            Un tanque como un colorido manifiesto                                                                       
PLAYA FLAMENCO: ENTRE LAS 10 MEJORES PLAYAS DE ARENA BLANCA DEL MUNDO

Cada sitio permanece en la memoria por algo. Cuanto más viajás, ese algo se especializa cada vez más, tiene que realmente destacar para que el gran fichero lo registre. Y la Isla Culebra será para mí siempre sinónimo de Playa Flamenco, que está entre las 10 mejores playas del mundo. Soy marplatense, nací a metros de una costa de aguas frías y borrascosas (y aún así, ¡qué encanto tiene el Atlántico Sur!) El encuentro con Playa Flamenco iba a ser necesariamente idílico. La arena parecía azúcar, el color del agua, un truco fotográfico. Cerré los ojos y apreté reset, me olvidé de aquel artículo que tenía que escribir, de que pronto se nos venía un viaje de un año y aún no sabía donde se saca la visa de Uzbequistán, de que la vida no dura para siempre. Eternidad inducida por aguas cristalinas. Nirvana. Pero lo mejor todavía no había llegado. Caminando hasta el final de la playa nos encontramos con un tanque de guerra embutido en la arena, corroído y grafiteado. Puerto Rico fue zona de maniobras militares de la Marina de los EE.UU hasta los años 70. El tanque es ahora una colourful landmark, un recordatorio herrumbroso, el lienzo más provocador que se me ocurre para garabatear una frase de Calle 13.


KAYAK EN LA BAHIA BIOLUMINISCENTE.



La otra actividad singular que se puede realizar en Puerto Rico sin alejarse mucho de San Juan es una excursión en kayak a la bahía bioluminiscente en Fajardo, no my lejos de donde se embarca para isla Culebra. Es una excursión que se realiza en grupos de hasta 10 kayaks liderados por un guía. Como son kayaks dobles, es ideal para hacer en pareja. El chiste de la excursión era alcanzar una laguna donde hay una concentración inusualmente alta de dinoflagelados, que son unos microorganismos similares a un dínamo, que cargan luz solar y la devuelven durante la noche. Sin embargo, para mi lo más divertido fue remar por los manglares, luchar contra la corriente para no terminar incrustados en las ramas, ver cómo Laura se confundía crónicamente derecha con izquierda cuando coordinábamos para remar en la misma dirección. El kayak debería ser declarado terapéutico para la pareja, si esto no te hace concordar para trabajar en equipo, ¡nada lo hará!
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